miércoles, 4 de mayo de 2016

Proteste y vuelva a protestar

El cartel de la foto recibió a los clientes. Cinco palabras que le hicieron en segundos la vida un nudo a los que llegaron a pagar su cuenta del consumo eléctrico. Miraban y ante el mensaje en la puerta, el reclamo fue el mismo: ¿Cómo es posible que en horario de atención al público estén haciendo una asamblea?
Para algunos aquello significaba un verdadero descalabro. Era sábado, la jornada laboral culminaba a las 11:30 am, por lo que reabrir la oficina esa mañana parecía cosa de locos. Entonces solo les quedaría el lunes, si no el martes adiós a la luz en casa. Claro, allí debían haber finalistas sin necesidad, pero otros, y bien sabemos eso, con plenitud de razones para estar entre los morosos.  
Muchos dijeron buenos días, quién es el último, luego posaron los ojos en las palabras desalentadoras que se veían a la legua y con la misma se fueron “friendo huevos” y maldiciendo. La diferencia la esculpieron quienes se quedaron y dieron la batalla. “Debemos tocar y pedir explicaciones”, se adelantó alguien. “Yo hablo”, animó otra persona. Y manos a la obra.
Ante los golpes, la custodio salió y pidió de buena manera que no molestaran, pero no fue el silencio lo que recibió a cambio. Los presentes “desembucharon” a la vez lo que pensaban, y una voz se escuchó más alto: “Queremos ver al responsable de este lugar, dígale que salga y nos escuche”.

“Bien, esperen aquí”, contestó la seño, y ahí se quedó todo el mundo, cual guerreros que aguardan combate, quizás imaginando el probable discurso de justificaciones del director. Como esperaban lo peor se quedaron congelados cuando al salir el jefe sin más soltó: “Ustedes tienen razón, escogimos el sábado para este encuentro porque es el día de menos afluencia de clientes. Los vamos a atender ahora mismo por esa ventana”.
Parecía mentira que hubiera sido tan fácil, unos simples toques en la puerta les había devuelto el alma a la gente, y la conciencia de su objeto a la Empresa Eléctrica. Si se está preguntando por qué conozco tanto del suceso, enseguida le respondo: resulta que… yo estaba allí por pura casualidad, y una vez en el lugar de los hechos, fui de las que protesté.
Este no constituye el típico caso de escribir de lo vivido, olvidando que pudiera tratarse de un acontecimiento aislado. Por desgracia, el maltrato al consumidor en nuestro país es cualquier cosa menos excepción, algo que sí tienden a ser las respuestas ágiles de los organismos. Generalmente realizar cualquier trámite te lleva el doble de tiempo concebido para tal gestión porque en nuestro camino se interponen peloteos, incompetencias, desconocimientos e insensibilidades. Cuatro elementos que juntos son puro C-4.
Firmas que no aparecen, nombres mal escritos, la pesa de la bodega que nunca se equivoca en nuestro favor, la mercancía que queremos revisar y nos ponen ojo de carnero degollado, la fumigación en horario laboral que es ahora justificación ideal para no atendernos; la comida fría del restaurante, la explicación pedida y no dada…, tantas piedras, tantas.

Sin embargo, usted no debe callar o acostumbrarse al maltrato. Si se siente con razón, proteste y vuelva a protestar. No sea sumiso, defienda sus derechos. Eso sí, con forma y educación, porque de lo contrario perderá razones, y para librar esta contienda necesitará de todas.   

No hay comentarios:

Publicar un comentario