Viejo sueño gritado a cuatro voces. Qué placer escribir estas líneas: Las Tunas ya tiene su Casa de la Música, que para más buenaventura lleva el nombre de Emiliano Salvador, el egregio pianista, hijo de Puerto Padre y referente del jazz latino. Ese apelativo es el primer triunfo del lugar, también su primer compromiso.
Una hermosa casona antigua, vestida de patrimonio y renovación, le pone toque de novedad a la avenida Vicente García. La gente pasa y todavía mira extrañada hacia su interior, donde se han rescatado elementos originales de la edificación. El salón principal recibe a los clientes con el escenario para grupos de pequeño formato y las paredes premiadas de fotos, todos ídolos del pentagrama del terruño.
Luego el patio abraza. La parte más lateral es muy acogedora, y entre mesas, sillas, el bar y una esmerada ambientación artística, se pinta sola para actividades alternativas. Una puerta anuncia otro descubrimiento: la salita de concierto, con 36 lunetas.
Y aunque dentro aún falta climatización y la plataforma para elevar el nivel de altura de los artistas y propiciar mejor apreciación del espectáculo, su existencia sabe a júbilo. Al amplio catálogo de ese universo sonoro aquí le urgía esta noticia.
El segmento trasero y último del patio es amplio, en espera de las orquestas, hasta que se logre asumir para esas citas al centro cultural La Pérgola, contiguo a la Casa. En la reforma se gastaron 965 mil pesos nacionales y 35 mil pesos convertibles.
Justo cuando faltaba un día y pocas horas para que llegara el 2017, abrió el centro. Todavía se amarran asuntos materiales y de programación. Los horarios de servicio al público son de miércoles a viernes de 9:00 pm a 12:00 de la noche, el sábado hasta la 1:00 am y los domingos inicia a las 6:00 pm. Su fuerte es el amplio espectro cubano de lo popular bailable.
“Estamos estudiando según el número de clientes y otros elementos qué día u horario es mejor para determinado género, cuáles espacios dejar fijos. Hasta ahora, por ejemplo, los miércoles son para la música de concierto, los viernes muestran a la cancionística en cualquier formato, y sábado y domingo ponderan lo bailable.
“Las presentaciones en vivo son nuestra distinción. Eso faltaba en la ciudad, un lugar para sentarse a disfrutar de los distintos conjuntos, para conocer a los músicos tuneros. Nos falta diseñar el momento de la trova, y los segundos y terceros sábados ofrecemos actividades para los niños a las 11:00 am, con Teatro Tuyo y Colibrí, respectivamente”.
Quien explica es Iraida William, la más destacada trovadora de estos lares y que ahora suma a su vida el alto desafío de dirigir la Casa. El trajín no cesa, pero se le ve ilusionada, segura de lo que quiere, una institución de prestigio, que reverencie el patrimonio musical nacional. No descuida ni siquiera los temas grabados que ambientan una vez concluidas las actuaciones.
“Queremos que todos los elencos posibles pasen por aquí, claro que también será importante para la repitencia valorar quién arrastra público o no”.
Ese enunciado último resulta cardinal, si tenemos en cuenta que de ahí depende el salario de los talentos. Ello explica los 25 pesos de la entrada, de lo recaudado un 70 por ciento va a las manos de los contratados y el 30 a la Empresa de la Música. En algún momento, según el pedigrí de la propuesta puede valer su apreciación.
No es barato para el trabajador común y corriente, como nos ha argumentado un lector vía 26 digital, más si sabemos que la gastronomía de la instalación, bebidas y entremés, está en manos de un negocio particular, que se ha acoplado con eficiencia y sensibilidad al objeto social del centro.
Sin embargo, sobre todo el precio de la entrada, está en el entorno aceptado por este tipo de sede cultural, con una gestión económica distinta a otras. Procurar que la calidad prime sobre el escenario será el verdadero valor del pago.
Algo que sí constituye una lástima salta a la vista por doquier. La cultura del detalle sigue entre los pendientes de Mantenimiento Constructivo, empresa encargada de la restauración y cambios del sitio. Que lo digan los suelos si no, saturados de machas de cemento y esquinas sin el acabado preciso.
Por lo pronto, agradezcamos que la música haya encontrado un buen hogar aquí. Deseémosle las mejores notas, esas que lo erijan inspiración para crear y absoluto estandarte de lo nacional; esas que permitan saldar una añeja deuda: que los tuneros por fin sepan de qué virtud están hechos sus instrumentistas y cantantes, muchos de los cuales han pasado por verdaderos desconocidos.
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