El 2016 trajo la telefonía fija a mi hogar.
Para los periodistas (cubanos) eso es oro molido, lo primario. Adiós a
contactar a fuentes por equipos públicos o enterarse a deshora de cualquier
hecho, “porque no pudimos localizarte”.
Pero con el aparato llegaron algunas
molestias: los equivocados. Y no hablo de los que marcan a un lado creyendo que
es otro. No, aunque seguro, lector, fue lo que usted pensó.
Hablo de una parte de esos primeros,
aquellos que ante la aclaración: “Está equivocado, es una casa particular”, sin
más cuelgan estrepitosamente, tan estrepitosamente que debes acariciarte el
oído para ver si no sufrió daño. Y te quedas extrañando un “Disculpe”.
A veces sin palabra agradable de por
medio, da tiempo escuchar las maldiciones que lanzan del otro lado de la línea
por no hallar a quién buscaban. Resulta que mi número se parece mucho a otros. Acopio, Empresa de
Prefabricados, heladería La
Fuente , policlínico Gustavo Aldereguía… la lista de un
verdadero camaleón, aunque cierto departamento de la Dirección de Educación
es el más recurrente.
la
Dirección de Educación.
Llueven las llamadas y con estas, los maleducados, incluso, los descreídos: “¿Segura que ahí no es, me lo dio el 113?” Igual, por suerte, hablamos con personas que se les nota la pena en la voz al
confundirse, más si marcan reiteradamente en aras de resolver su inquietud. “Lamento
la molestia”, pura música para mi “maltratado” auricular.
Un día se me partió el corazón con la señora
que llamó seguidamente, y por supuesto, no encontró solución: “Ay mamita, qué
pena estorbarte tanto, pero juro que ese fue el número que me anotaron, y yo no
puedo llegar a mi casa sin esa información”. a un
departamento importante de
Pasados los meses, descubrimos en mi
familia cuáles eran los dígitos tan ansiados por nuestros interlocutores. Los
memorizamos y ahora, siempre y cuando la gente nos da tiempo, les decimos: “Mire,
es este…”. Nos convertimos en una sucursal de Etecsa.
Pensé que con el nuevo “servicio” disminuirían
los equivocados (recuerde de cuáles hablo). Pero nada, ni salvándoles algunos responden
con cortesía, lo más que se obligan a soltar es: “Ah está bien”.
Así vivimos hoy en nuestra sociedad, o
malvivimos. Menos mal que aparecen los de: “Qué bueno que me pudo orientar. Se
lo agradezco, tenga buen día”. Y es entonces que una se queda, sencillamente,
feliz.
Por si fuera poco la experiencia
filial, en la redacción del periódico pasa algo semejante. Nuestro teléfono es 31345312,
y el del hospital Ernesto Guevara, 31345012. Atendemos a decenas de equivocados,
les explicamos el error y al acabar la comunicación, no es raro oír a un
colega: “Pero ni me contestó”.
Los inciviles andan en masa, las redes
telefónicas se declaran invadidas por la fuerza. Aviso que es cierta la
epidemia. ¿Y el antídoto? Está en que no olvidemos las lecciones recibidas
cuando niños: -“¿Qué se dice bebé?”. –“Gracias”.
Por lo pronto, para animarme, reverdeceré
mi esperanza de que los buenos, al final de la película, venzan.
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