Alejandro
apenas está en segundo grado, y ya tiene claro algunas cosas importantes. Una
de tantas lo llevó a no necesitar muchas explicaciones cuando vio a su mamá
llorar y ella le dijo: "Mi niño, se murió Fidel".
La
primita que estaba en casa sí pidió definiciones, él se ocupó: "Mi mamá
llora porque se murió nuestro Líder". Alejandro sabe de dónde le viene su
nombre, pero ahora ese origen lo desea gritar más fuerte: "Mamita, me
quiero llamar Fidel Alejandro". "Está bien, cuando venga papá le
contamos".
Mirtha,
mi vecina, hace pocos días perdió a su papá. Ayer fui a llevarle una flor para
el retrato que recuerda su pérdida. Me recibió con: "Hoy he llorado por
los dos, mi padre es mío, Fidel del mundo".
Y
yo supe de hombres de mi familia que se les escuchó un quejido hondo al saber
la noticia, los mismos a los que he visto exigirles a sus hijos que no lloren,
pues "los hombres no lo hacen".
Son
solo algunas historias de las muchas que inundan a Cuba y el universo ahora
mismo. El dolor se multiplica ante la pérdida física del Comandante en Jefe.
Duele en lo profundo, lo querido, lo cercano, espacios suyos bien ganados en
nuestro interior.
Serán
nueve días de duelo oficial y toda la vida en el alma de este país. Sin
embargo, hay que levantarse. Y para mí esas nueve jornadas no son para reposar
en la conmoción, sino para pensar la
Isla , y lo mucho que podemos hacer en aras de honrar el
legado de nuestro Líder.
Hechos,
busquemos hechos. Sencillos o grandes, cotidianos o eventuales, pero hechos al
fin. Si como dirigentes asumimos el poder desde el servicio al pueblo y no en
beneficio propio; si como maestros damos la mejor clase; si como periodistas
nos enfrentamos a las fuentes que no quieren buscarse problemas; si como
responsables de trámites hacemos la vida más fácil a los otros y no más
enredada; si como dependientes de una bodega no le robamos en la pesa a nadie;
si como padres les enseñamos a nuestros hijos a ser justos.
Hechos,
busquemos hechos para reverenciar al más grande cubano del siglo XX y principio
del XXI. Hablamos de un ser que se preocupó por todo, que pensó en todo, que lo
mismo dejó su huella en un campesino, un atleta, una ama de casa que en un científico. Suerte la nuestra de compartir su misma época.
Otra
buena manera será levantar los más nobles valores humanos, resembrarlos por
doquier; tatuárnolos en el pecho, la mente, el corazón, para avivarles los
colores que hoy no lucen tan brillantes como antaño.
Y
claro está, mantenernos firmes, orgullosos, no ceder ante cantos de sirena,
seguir siendo la paja en el ojo del imperio; esta Isla rebelde, tozuda, que no
le da la gana de dejarse comer.
Quiso
hacer tanto Fidel por este pedazo de tierra. A veces lo logró, a veces no. Y
debemos recordar cuando cavilemos sobre esos no, que los vientos en contra jamás
nos han abandonado y nunca ha sido miel sobre hojuelas gobernar aquí.
Nueve
días para resembrar a Cuba, de unidad, de amores, de quimeras, de lealtades, de
talentos, de virtudes, de conciencia, de emancipación, de optimismo; de hechos,
los buenos. Hagamos eso. No hay mejor avenida para que el Comandante siga
caminando victorioso entre nosotros.
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