Convencer
a todos les costó, por lo menos a los que a ella le interesaba convencer. El
dilema no estaba en si tenía la música dentro o no, eso lo había demostrado en
sus días de Universidad cuando el septeto tradicional Atabey le colmó
ilusiones, promesas y triunfos, tocando las maracas y haciendo coros primero y
luego con la guitarra como bandera.
Pero
cómo hacerle entender a los suyos que luego de seis años de estudio, graduada
de Medicina en 1999, y tras el tiempo de Servicio Social en su municipio
Colombia, el pentagrama desplazara a las vivencias de doctora.
Aunque
en la decisión mediaron tragos amargos sufridos en el sector de la Salud , la sociedad no
entendía que una galena dejara su esteto para irse a cantar, más difícil para
unos padres que se sacrificaron tanto en pos de ese sueño. Desde todos los
lados escuchaba: “Estás loca”.
“Cuando
logré al cabo de varios años que ellos entendieran que ese cambio había valido
la pena, que yo era feliz y podía hacer algo importante, solo entonces me
tranquilicé”, confiesa en paz Iraida William, la más destacada de las mujeres
trovadoras de la provincia de Las Tunas, alguien que siente muy suya a la Asociación Hermanos Saíz (AHS), aun cuando ya su edad la aleja.
Cuando
celebramos el aniversario 30 de la organización, vamos en busca de su historia,
porque si ahora encontramos a Iraida hecha toda una artista profesional con su
guitarra en mano, y presta lo mismo a sacar el máximo de los niños en la
compañía Hormigas Rojas que a desdoblarse como actriz, parte de eso tiene que
ver con el influjo de la AHS.
El
parque Vicente García recibe nuestro diálogo, mucha gente pasa y la saluda,
hasta hay alguien que le dice: “Doctora, cómo está, cuándo va a cantar de
nuevo”. Preludio ideal para las interrogantes de este portal.
¿Te
ha servido la carrera de Medicina para el arte?
De
mucho, pues la universidad nos da métodos no solo desde el punto de vista
científico, sino también para la vida. No sabes cuánto han influido los años de
carrera en mi desempeño musical, en la disciplina sobre todo. No hubieran sido
iguales mis resultados hasta ahora sin esa experiencia.
El
método y hábito de estudio que tenía me ahorró tiempo porque cuando salí de la
profesión matriculé en un curso que ya estaba bien avanzado para ser
instructora de arte y luego en otro para alcanzar el nivel medio de canto. Y
ambos los saqué exitosamente.
¿Qué
hallaste en la trova?
La
forma de decir. Me fue cómodo unir la guitarra y la voz, creo que todo el mundo
quisiera tener un instrumento que nos acompañe siempre, resulta más fácil que
depender de otras personas. No es lo mismo hacer mis propios arreglos,
expresarme de manera muy personal, que cantar lo que otra gente escribe. Me
gusta interpretar, pero principalmente decir mis cosas.
¿Cómo
ve la vida una trovadora?
Con
ojos distintos a los demás; es increíble, la vida cambia, de lo que antes no me
percataba ahora sí, todo es más evidente. Tengo más sensibilidad y te
encuentras a personas que perciben lo mismo en ti, es un proceso que ocurre
inconscientemente.
Un
momento único de tu carrera musical
Mi
primer (Festival) Pepe Sánchez en Santiago de Cuba fue sensacional,
inolvidable, intercambié con grandes figuras de la trova. Ya voy por cuatro
ediciones y siempre recibo mucho, igual me pasa cuando voy a la Canción Política
en Guantánamo. Que distintas personalidades te escuchen, te digan que vas por
buen camino, te vean de igual a igual, eso vale y marca. Igual experimentas
sucesos singulares como que alguien se acuerde de un tema que cantaste o
estrenaste en una visita anterior. Eso para un trovador es importante, porque
nosotros no vivimos de multitudes.
Desde
el 2002 estás en el sistema de casas de cultura y la compañía Hormigas Rojas
sabe de tu vocación social…
El
grupo cumplió 10 años en el 2015, para fundarlo nos reunimos varias
instructoras. Sacamos el nombre de un libro infantil del escritor tunero Luis
Mariano Estrada (La isla de las hormigas rojas). Nos dedicamos sobre todo a las
tradiciones campesinas, y siento que hemos hecho algo de valor, pues no pocos niños que han pasado por ahí son ya artistas profesionales o estudian en la
escuela de arte y siguen muy ligados a los géneros de esa música.
Y
como si no bastara también te vemos de actriz alguna que otra vez
El
artista tiene etapas de búsqueda, por lo menos yo soy así, quiero saber qué más
puedo hacer, porque pienso que todas las manifestaciones guardan relación ente
sí.
Al
creador tunero Fidel Vázquez le debo lo del teatro, estuve con él en un
proyecto que fusionó la narración oral con la trova, después varios talleres de
actuación me dieron cierta base. Luego apareció el grupo Colibrí con su
impronta juglaresca y empecé colaborando en las bandas sonoras, y ya su actriz
Elizabeth Borrero me tiene sobre las tablas. Siempre les digo a mis alumnos que
el teatro da mucho conocimiento sobre el desenvolvimiento escénico.
Ahora
en Las Tunas está abriéndose paso la compañía BBjagua, interesada en la comedia musical y lo vernáculo, y ahí
estoy, quería saber cómo era. Veremos qué aprendo de esa experiencia.
Andas
como buscándote, ¿nada de hallarte todavía?
Sigo
experimentando, buscando –y ríe con gusto. Quizás no sea sustituir una cosa por
otra, sino que se complementan. Todo lo que pueda aportar a mi vida musical, lo
recibiré.
Y
tu encuentro con la AHS …
Cuando
estaba en Atabey, el entonces presidente provincial, Manuel Martínez Hadad, nos
descubrió. Nosotros ensayábamos diariamente largas horas luego de estudiar
Fisiología, Anatomía; pero no tocábamos en ningún lado, a no ser en los
festivales de la FEU.
Manolito nos dio seguimiento hasta que entramos a la Asociación en una época
que estaba poblada de septetos y de excelente sonoridad tradicional. Después
fui jefa de la sección de Música y cuando regresé de la misión en Venezuela me
eligieron presidenta provincial.
¿Fue
duro dirigir?
Muy
duro, es difícil dirigir para una artista, más si es en momentos de cambio como
me tocó a mí, cuando la AHS
pasó a unidad presupuestada. Debía dominar al dedillo el presupuesto y casi
paso un doctorado de economía. Resultó complejo llevar mi carrera profesional,
de hecho cogí muy poco la guitarra y no escribí nada en ese tiempo, desde el
2012 hasta el II Congreso. Traté de proyectar nuevas acciones, de dejar una
huella positiva y eso entrañó más trabajo.
A
pesar de todo fue bueno para mí, porque maduré mucho obligada por las
circunstancias. También viví la hermosa experiencia de ir al Congreso, me
emocionó estar en el lugar donde se debatió asuntos de la cultura medulares
para el país. Luego vimos que ese cónclave logró decisiones importantes.
¿Cómo
ves a la organización aquí?
Existe
talento para hacer más de lo que ya impulsamos. Podemos usar en mayor medida
las becas de creación que tiene la
AHS , y el trabajo comunitario no ha sido valorado lo
suficiente entre nosotros. También urge terminar las labores constructivas en la Casa del Joven Creador, para
que aprovechemos ese espacio
privilegiado que posee.
Igual
podemos esforzarnos para borrar los estereotipos que existen con respecto a los
asociados, de los que hemos sido un poco culpables. La gente piensa que la Casa es territorio de locos,
borrachos, peludos, y no, allí se hace arte y hay una programación muy activa.
Hablas
como si nunca te hubieras ido…
Es
increíble cómo la
Asociación me ató, intento a veces salirme un poco, pero ella
vuelve cuando los muchachos vienen a consultarme algo sobre el trabajo. Ingresé
en el 2002 y me despidieron en el 2013, toda una década. Este año entré a la Uneac y aún no me
aclimato.
¿Qué
le agradeces a la AHS ?
La
organización posee un buen engranaje de eventos y oportunidades que resultan
verdadero privilegio para que un artista se dé a conocer. Le debo a la AHS todo mi desarrollo
artístico, ser profesional, y mucho de lo que soy como persona.
Ya
no anda Iraida entre recetas e historias de pacientes. Pero de alguna manera no
ha dejado de salvar vidas. El método clínico ahora es una canción cercana,
sensible y útil. Una voz de mujer que se alza al viento sin titubeos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario