Falta
poco para que el huracán Matthew toque tierra cubana, y todavía mi bodega está
abierta, así estará hasta las 10:00 pm de este domingo, para que los vecinos
busquen sus mandados y pasen el temporal en casa bien abastecidos.
Muchos
han ido temprano, otros lo han dejado para después. Seguro que entre los
morosos se encuentra quien me aseguró hoy: "Eso no va a pasar por
aquí", como si en su cuerpo enjuto hubiera reencarnado San Rubiera.
Seguro
que tampoco a esa hora, pleno mediodía, había asegurado las puertas, las
ventanas; congelado agua, comprado velas; limpiado su placa, los tragantes;
recogido cualquier objeto que en el patio pudiera convertirse en proyectil con
la fuerza de los vientos...
Demasiado
para un irresponsable. Porque en eso nos convertimos cuando optamos por la
insurgencia en el momento justo que debíamos ir en sentido contrario. Cuando no
aprendemos de las experiencias anteriores; cuando Ike solo pasa a ser un nombre
raro y corto al extremo, y Paloma uno demasiado sentimental.
Percepción
de riesgo, palabra clave en tiempos de ciclones, que siempre se reservan sus
sorpresas, casi nunca positivas. Por qué preferir la excesiva confianza, si en
el otro extremo nos espera la tranquilidad.
Todavía
tengo fresca la noche ignominiosa del 8 de septiembre del 2008, cuando Ike
decidió ponerle a mi mamá los pelos de punta con el chiflido espeluznante de su
viento.
Me
cree lector si le digo que en pleno apogeo de su paso, escuché a un hombre por
la calle, hasta hice lo que no debí, mirar por un agujero de la persiana para
comprobar mi teoría. Estaba allí. Nunca entendí eso. En días de huracanes mejor
hacerse el cobarde.
De
nada valen las evacuaciones si los evacuados no se comportan, de nada valen las
tiendas abiertas si la gente no va, los medios de prensa en jaque si nadie
escucha. El primer paso es un ciudadano consciente.
No
quiero a Matthew, pero lo estoy esperando, con huevos, fogón de balón, hielo,
lámpara cargada, velas "por si las moscas", macetas de plantas
guardadas, antena en el suelo, y el mapa de dónde va cada uno de los miembros
de mi familia. Pasaremos la tempestad en el cuarto, juntos.
Ya
quiero ver la imagen de ese "bicho" alejándose de esta Isla, tan
dulce para los ciclones. Pero no quiero ver casas en el suelo, niños tendiendo
sus peluches sin brazos en el cordel, cubanos con el alma destrozada.
Misericordia Matthew.
Siempre
sabremos cómo levantarnos, pero mejor si no hay necesidad de probar nuestros
dones debido a un desastre natural.
Si
Matthew hiciera como Matías Pérez, soñé anoche. Ya sé, ya sé, es un delirio, lo
recordaba cuando salí a mirar el cielo hoy en la tarde.
-Periodista ya nos vamos, me dice una
señora que pasaba en ese momento.
-Para dónde van, le pregunto
-
Nos evacúan, como tenemos el techo de
fibro.
-
Vaya tranquila, la vida es lo más
importante, contesto.
-
Lo sé, mi techo está bien amarrado, pero
de todas maneras "eso" que viene está muy grande.
Yo
la escucho, le deseo buena suerte, y por unos minutos me olvido de mis miedos.
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