La Atención Primaria de Salud mantiene inmune su valor, pero si
auscultamos el funcionamiento salen a la luz no pocas dolencias.
En coautoría con Zoila Pérez Navarro
Flor
salió de casa algo expectante, le harían la captación de su embarazo, que era
como volverlo oficial. Y cuando una trae un bebé en el vientre casi siempre
quiere que todos lo sepan, hasta las mismísimas estadísticas.
Al
llegar a su destino se enteró de que el médico estaba de certificado, y la
enfermera puso en sus manos el instrumental necesario, guantes y espéculo, para
que se dirigiera al consultorio más cercano. Hasta allá fue.
-¿Doctor?
¿Aquí? No, está en El Cornito trabajando durante la Jornada Cucalambeana.
La
futura mamá tuvo deseos de dejar para otro día la empresa, pero debía ser
responsable. Volvió al punto inicial y allí le dieron una nueva dirección, donde,
por fin, cumplió su cometido.
Ojalá,
lector, esta experiencia que narramos fuera pura ficción. Guardamos nombres y
otros detalles para evitar análisis equivocados. La Atención Primaria de Salud (APS) en Cuba es imprescindible y estratégica. Su sistema, nacido a
mediados de los años 80, constituye un logro de la Revolución que debemos
proteger y salvar de todo mal; pero la vida cotidiana, al tiempo que demuestra
la necesidad de su existencia, alerta sobre irregularidades y preocupaciones.
En
Las Tunas contamos con 534 Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia (CMF). “Casi
siempre la cobertura en estos centros es del 100 por ciento. Presentamos
déficit en la reserva de 'Amancio', 'Colombia' y Manatí. Al ser la mayoría de
nuestros médicos residentes de primer y segundo año de Medicina General
Integral (MGI) deben cumplir un currículo extra para graduarse, y entonces los
suplen doctores del consultorio cercano o la reserva, para la que necesitamos
81 personas y ahora tenemos menos de 60”, explica a La
Rendija Laritza Aguilera Rodríguez, jefa del Departamento
de Atención Primaria en la Dirección Provincial
de Salud.
Los
diagramas hablan de toda la población cubierta, pero sucede que se trabaja
mayoritariamente con un personal inestable, al ser profesionales que estudian
una especialidad y fuera del consultorio deben vencer programas de estudio,
rotaciones y guardias. Tal panorama, más los compromisos de colaboraciones en
países extranjeros, encabezan las razones de la fluctuación de los galenos en
los espacios que aquí nos convocan.
Quienes
organizan el proceso practican una suerte de ajedrez que busca mantener la
atención, hoy con menos “piezas” a su alcance y con un margen de error muy
pequeño, lo cual implica que ante cualquier irregularidad la APS se resienta. Un ejemplo lo
tenemos en el actual escenario epidemiológico de Las Tunas, con dengue y cólera
como protagonistas, y decenas de Médicos de la Familia movilizados para
los hospitales de campaña.
La
planificación años atrás se hizo difícil además por la salida masiva a las
misiones internacionalistas. Hoy se cuenta con mayor organización al respecto. Y
aunque Aguilera Rodríguez plantea que “cuando enviamos un grupo a algún país ya
hemos asegurado que no afecte a la asistencia médica de nuestro pueblo”; experiencias
de miles de tuneros descubren que ese sistema no siempre funciona como reloj
suizo, y debería hacerlo. También es poco divulgado que cuando un galeno falta al
consultorio, su dúo, es decir, el más próximo, debe asumir esos habitantes.
¿Por
qué preocuparse tanto por la estabilidad? “Hace dos años laboro aquí. Una
aprende a conocer a la población, sabe cómo trabajar en base a los problemas de
cada paciente. A ellos les sucede lo mismo, se sienten más identificados con
nosotros y hablan tranquilamente sobre sus situaciones”, afirma la doctora
Maylén Marrero Martínez (CMF 21-01).
Al
chofer Camilo García Márquez lo encontramos en la cola del CMF 116-01: “Aquí
hemos sufrido bastante el cambio de doctores, no da tiempo a que ellos dominen
las enfermedades de todos. Han pasado médicos buenos, el problema ha sido la inestabilidad
en su permanencia. Está un día y cuando vuelves, ya es otro, que incluso puede
pensar distinto sobre el tratamiento anterior. Ahora se arregló el consultorio,
agradecemos eso”.
En
dicha institución conversamos con la residente Yalena Mabel Hechavarría Reyes. Nos confesó que antes de llegar a
este centro, en el que esperaba quedarse, pasó por seis y en algunos solo por
una semana. Desafortunadamente pocos
días después de la entrevista, realizada en agosto, ella tuvo dificultades con
su embarazo y aún se encuentra de certificado. Luego de varias semanas sin
médico fijo, sus pacientes comenzaron a ser atendidos in situ los martes y los jueves, y ahora tienen a una doctora solo
para ellos. La pregunta de todos es, ¿cuánto durará?
De
tantos cambios son testigos las enfermeras. Marilín Tamayo Ávila pertenece al
policlínico Guillermo Tejas y ha estado en la mayoría de estas unidades de su
área: “Cuando la gente les está cogiendo amor, se deben ir y ya la población
piensa que andan de paso. Eso afecta el seguimiento médico”.
Mayelín
Oliva Hernández hizo su residencia donde mismo vive y más tiempo ha trabajado,
en el reparto Casa Piedra (CMF 28-02). “Mientras estuve de misión
internacionalista hubo cambios. Antes atendía a más de 500 pacientes, y ahora a
mil 700. Me es difícil, comparado con los años en que tenía la ventaja de
conocerlos a todos. Estar estable es bueno para ambas partes”.
Aunque
la mayoría de los consultorios visitados para este reportaje pertenecen al
municipio cabecera, la participación en el Trabajo Comunitario Integrado Por
Nosotros Mismos nos ha permitido conocer realidades semejantes en otros puntos provinciales.
De
igual manera, al estudiar las opiniones del pueblo recogidas por el Partido
sobre la APS
desde febrero hasta noviembre últimos, la mitad da cuenta de quejas por la
inestabilidad de los galenos. Desde Las Catalinas o Fleitas en Manatí, o desde
El Triángulo en “Colombia” llegaron algunas de las preocupaciones.
PAPELES, ¿SON PAPELES?
¿Se
ha fijado en las decenas de pliegos que casi siempre hay sobre los burós de los
médicos de la familia? Aguilera Rodríguez aclara que los documentos obligatorios
son el análisis de situación de Salud (diagnóstico de la comunidad y plan de
acción), las historias clínicas familiares y las individuales, además de la
hoja de cargo con los pacientes diarios. La enfermera debe tener listo su plan
de actividades y el tarjetero de vacunación y citología.
Sin
embargo, la totalidad del personal encuestado plantea que cuando llega un jefe
de cualquier programa, pide los papeles relativos a su responsabilidad. Y ahí
la madeja se enreda.
La APS no solo existe, como generalmente se cree, para
acercar los servicios sanitarios, descongestionar otros niveles de atención y enfrentar
temprano las epidemias. Su intención primera es la profilaxis, cambiar estilos
de vida.
Con
las comunidades de más mil habitantes de la mayoría de los consultorios, la
hoja de cargo debe computar diariamente de 20 a 24 personas, según los indicadores que ponen
eso como lo justo para atender a todos los pobladores, y darle seguimiento a
sus dolencias. Para el doctor Fernando Enrique
Agramonte y Cabrera, en el momento de la entrevista director del “Guillermo
Tejas”, lo de la cantidad de consultas no es tan dogmático como parece, depende
de la población dispensarizada (desglose de los padecimientos). “Eso sí, hay
que ver a la comunidad completa en el año, nos tenemos que planificar”.
El
médico de la familia debe escribir en las historias individual y familiar de cada
persona consultada; además, tiene la obligación de reconocer diariamente a los
niños menores de 3 años y, desde el 2014, por la provincia declararse en
emergencia en el Programa de Atención Materno Infantil, también a las
embarazadas de riesgo (conocimos a alguien que tenía 15), lo que implica llenar
su tarjetón y el del consultorio. Eso sin sumar ingresos domiciliarios, más los
operados. Y rogar que no aparezcan enfermedades infecciosas…
“La
labor que realizamos es muy bonita, pero no da tiempo a hacerla como se debe.
Puedes ver a los pacientes en consulta y los 16 del terreno semanal, pero si no
escribes todo es como si no los hubieras atendido. Me acuesto de madrugada
terminando en casa el papeleo”, dice Marrero Martínez.
La
enfermera que le acompaña, Yudeisy Villavicencio Almaguer, habla de cuánto se
ayudan mutuamente y plantea: “Si inyecto a 20 pacientes tengo que escribirlo,
si les tomo la presión, igual. No estoy de acuerdo en poner todos los días lo
mismo en los tarjetones de las embarazadas si la situación no cambia. Cuando
eres madre, ama de casa, no puedes llevarte pendientes para la noche. En ocho
horas lo que nos piden en un CMF no se puede cumplir”.
Gisela
Batista Báez (CMF 16-01) es colega de Yudeisy, tiene 22 años de experiencia y
lleva siete en la Atención Primaria.
“Se trabaja con estrés, nos controlan demasiado. Y nosotros solos no podemos
hacer la prevención, necesitamos el apoyo de los CDR y la FMC”. Otra enfermera, Celia Labrada
López (CMF 132-01), afirma que a veces en esa supervisión se modifican
demasiado las orientaciones y “una no sabe qué hacer”.
A
la MGI Lázara
Pérez Morales (CMF 132-01) le preocupa la gente que no va a consulta y a ella
no le da tiempo visitar. Su homóloga, Alicia Vázquez del Pino (CMF 113-02), con
25 años en la APS,
comparte la inquietud: “Aquí acude solo quien lo necesita con urgencia, los
sanos o los que padecen enfermedades crónicas y se creen compensados no vienen,
y a ellos debemos llegar, pero se hace difícil entre tantas responsabilidades y
papeles”.
A
veces son los mismos en las colas, por eso Oliva Hernández defiende la idea de
aumentar los terrenos. “Dos frecuencias es poco. Me pasa que las personas no
quieren venir al otro día y estoy atendiendo aún a la 1:30 pm, para entonces
almorzar y realizar el terreno. Como vivo aquí mismo, salgo más tarde, me coge
la noche y tengo una niña pequeña”.
Según
la literatura médica, una consulta debe durar de 30 a 45 minutos, puede ser
menos, depende del tipo de paciente, y de cuánto caso se le haga al método
clínico. Pero si multiplicamos 20 (pacientes) por 30 (minutos), incluso por 25,
se pasa de las ocho horas y eso nada más sería del tiempo en el consultorio,
recordemos las otras tendencias diarias.
Varios
doctores confesaron que sus hojas de cargo, considerados documentos oficiales,
no solo se las han virado por tachaduras, tinta diferente y datos incompletos
como corresponde, sino también por la cantidad de consultas. Aunque este equipo
de prensa intentó hablar con personas implicadas en la orden y no lo logró,
alertamos de cuánto eso puede incitar al fraude.
Sobre
el delicado tema, Oliva Hernández reflexiona: “Me satisface el contacto con la
comunidad, pero siento mucho estrés. Hoy, por ejemplo, no he completado mi
hoja, debo salir de aquí y hacer visitas para cumplir. A veces me regañan porque
no soy puntual con su entrega, pero si hay una cosa que me da vergüenza es
inventar, decir una mentira. No se trata de poner un número y ya, prefiero no
hacerlo, no dormiría en paz”.
ESTRATEGIA Y FUTURO
Concluir
este reportaje no fue tarea fácil. Algunos datos costó tenerlos y encontramos a
directivos reacios a explicar el fenómeno en toda su amplitud, oxigenando ese
bicho malo llamado secretismo. Para conversar con médicos y enfermeras hicimos
la cola como todo el mundo y nuestra decisión nos permitió ver en repetidas
ocasiones cuán difícil puede ser un día en el consultorio.
Está
el paciente que se cuela, el que no entiende que la hora de almorzar es un
derecho, la madre que llega con su bebé en el momento de cerrar, las
embarazadas que se escapan de los hogares maternos, y el que abusa de pedir recetas.
Pero
conocimos también a una recién operada que casi sin poder llegó hasta la
consulta porque nadie había ido a saber de ella, y escuchamos a no pocas
personas inquietas por la visita de los especialistas a los centros en cuestión:
“A veces no se divulga o no vienen”.
Dialogamos
con profesionales de la Salud
agradables y sabios, y con otros distantes de los valores de su campo. Entramos
a consultorios acogedores, fruto de los 216 arreglados por el Programa Todos
por Salud; mas visitamos algunos con problemas en la electricidad y el baño,
falta de agua y de privacidad, con esfigmos rotos y carencia de hojas y
tallímetro.
Realidades
dispares en ocasiones, pero con muchas similitudes en el pensar de doctores y
el personal de enfermería. Ellos coinciden en que dejar registro de la atención
es necesario, sin embargo, si alguna revisión cabe debe hacerse, porque sienten
que emplean en eso demasiado tiempo.
Percibimos
el disgusto, hablan de incongruencias, arbitrariedades, de inspecciones que son
más de fiscalización que de “vamos a resolverlos juntos”, cuando dicha visita
se llama Control y Ayuda. Nada bueno resulta de ese estado de ánimo, pues son ellos
quienes están tratando de cumplir un programa vital para este país. Alguien
hasta nos dijo que cuando hace terreno no quisiera que la vieran y llamaran,
porque va con los minutos justos para visitar a los pacientes planificados y regresar
a casa a darle de comer a su familia.
Abogar
por la organización individual de cada galeno es necesario, como mismo lo es
pedir más apoyo del equipo de trabajo que lo debe acompañar y de toda la
comunidad. Ese es un problema serio, muy serio, pero otro de mayor calibre es
la inestabilidad de la atención en los consultorios, porque lleva al descrédito
de un logro trascendental de Cuba.
Los
residentes deben cumplir su período de estudio en un solo lugar; y el respeto a
los compromisos internacionales, de gran significación para el país en materia
política y económica, no puede llevarnos a resquebrajar semejante triunfo de nuestra
Salud. Más planificación de los recursos humanos parece ser el inicio del
camino. Sumar funciones para los que están no es la solución.
Igual
ellos deben ser escuchados. De sus criterios puede brotar alguna estrategia ampliada
que permita mejor suerte para Flor la próxima vez que, con su vientre
germinado, salga a contarles de la nueva vida a las mismísimas estadísticas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario