Quizás
cuando la abuela la descubrió con los dedos sobre la cómoda simulando el toque
de piano, mientras una hermosa e imaginaria melodía envolvía la casa, el destino lanzó su más clara señal. La entrañable mujer, bajo cuya tutela
estuvo desde niña, captó la contraseña y no paró hasta verla entrar a una
escuela de música.
La
guitarra al final ganó la partida, y La Habana la vio empinarse hasta llegar a la Universidad de las
Artes. Al vencer en el Concurso Nacional del instrumento (1991) desterró cierta
tranquilidad que había caracterizado los primeros años de estudio, y supo que
podía ser concertista.
Recibió
clases magistrales de personalidades de Cuba, Japón, Israel y Grecia, mientras
en el aula, tuvo el privilegio de escuchar de cerca la voz de maestros como Jesús Ortega y el argentino Víctor Pellegrini.
Al
graduarse en 1996 con Diploma de Oro, inició en la Escuela Nacional
de Arte el camino del magisterio, que le dura hasta la actualidad. Un año antes
participó en el nacimiento de la hoy prestigiosa orquesta de guitarra Sonantas
Habaneras, dirigida por Ortega, de quien se convertiría en su “mano derecha”,
como él mismo dice. En esa agrupación estuvo por casi tres lustros y ejerció
como solista y subdirectora. Han pasado dos décadas de aquella fundación, la
cual marca también su inicio en el quehacer profesional.
Por
locura divina, y para suerte nuestra, de eso no tengamos dudas, el amor la
trajo a Las Tunas. Sin importar las oportunidades que perdería, apostó por la familia.
Ahora, dos pequeñines, Carlos y Diego, merodean intranquilos a su lado. En los
hijos encontró las ovaciones más prolongadas.
Aquí
ya ha tejido renombre al apoyar el surgimiento del encuentro de orquestas de
guitarras y ser la entrenadora de la primera alumna de la especialidad en la provincia que alcanza un premio en el Festival Internacional de La Habana. Apenas comenzamos
a descubrir su virtuosismo. De Elvira Skourtis escucharemos más, hija de griego
y cubana, nieta de rusos y españoles, suficientes colores para su guitarra.
Tres momentos que han marcado tu
carrera
Los
dos primeros los viví fuera de la
Isla. Me encontraba en el 2000 con Sonantas en Alemania, y
coincidimos en la presentación con una orquesta local, uno de sus músicos tuvo
problemas y el director alemán habló conmigo para que lo sustituyera, eso me
conmovió mucho.
Tocamos juntos los dos elencos y yo hice de solista, al
terminar él me pidió que me pusiera de pie y cuando miré todo el público
también lo estaba.
Cinco
años después con motivo del aniversario 60 de las relaciones entre Cuba y Canadá,
toqué en ese país como concertista y también el auditorio se levantó de sus
asientos. Recuerdo que la actuación coincidió con el huracán Vilma, y lo recaudado
lo donaron para enfrentar el desastre.
El
tercer momento, Vida, el concierto
que efectué en el teatro Tunas en noviembre pasado para homenajear a la Nueva Trova y a Santiago Feliú.
El espectáculo íntegro se hizo con obras a las que les había realizado los
arreglos, en formatos muy diversos. Ha sido el más emotivo de mis recitales, nunca
tantas personas habían venido hasta mí llorando al final. Impresionante.
¿Qué pasa con un artista cuando vive
esa experiencia?
Siempre
me parece que es un sueño, porque resulta muy fuerte sensibilizar a una
multitud. También te da la medida de la responsabilidad tan grande que tienes
como músico, que no es toca para que te paguen, no, constituye una
responsabilidad importante a nivel sentimental y emotivo.
¿Cómo lograr la conmoción del
auditorio?
Hay
varios aspectos que inciden, primero, la preparación técnica. Uno no puede
conmover si equivocas las notas, si el sonido sale sucio. Lo primario es tocar
bien. Además está la capacidad de
interpretar, hay quienes son virtuosos pero interpretativamente no transmiten
mucho.
Existe
un elemento muy importante que es la
vivencia del artista en general. Me han pasado muchas cosas en mi vida,
crecí lejos de mis padres y quizás esa añoranza me hizo más expresiva a la hora
de tocar.
Siempre
les digo a mis alumnos que la música, la capacidad de conmover no sale de la
guitarra, sino de uno mismo, lo que es posible a través del instrumento. Sigo
teniendo vivencias buenas y malas, todas se resumirán en mí y me harán crecer
como concertista.
Hacer arreglos parece asunto divino
para ti
Es
una habilidad que le agradezco a Jesús Ortega. Estaba muy ocupado y me pidió
asumir algunos compromisos de trabajo. Había una presentación en el 2002 en la
que estarían Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, le pidieron al maestro arreglos
de dos temas de cada uno y él me dijo que los hiciera. Le contesté que no sabía
y él respondió: “Aprende. Yo después los reviso”.
Los
hice y tuvieron un éxito tremendo. Eso me dio confianza y ya hoy además de
Sonantas Habaneras y la orquesta tunera Isaac Nicola, tocan mis arreglos la de
Pinar del Río, Santa Clara y Bayamo.
Unos quieren ir para La Habana, tú viniste, ¿fue
difícil decidirse?
Sí,
pero en su momento fue una decisión acertada. Salir embarazada aclaró
rápidamente lo que debía hacer, yo quería formar una familia.
Al
año de mi primer hijo quedé en estado otra vez. Enseguida me puse a dar clases
en la escuela de arte, seguí de concertista e integré la “Isaac Nicola”. El
trabajo no lo perdí, lo que cambió fue el escenario. En el momento de venir yo
había logrado dos cosas importantes como músico: presentaciones fuera del país
y una gira nacional como solista (2008).
Las
Tunas restó opciones, pero me abrió otras posibilidades: tener grupos donde montar mis arreglos y un lugar como el
teatro Tunas, siempre dispuesto a recibirme. También estoy impulsando mi
cuarteto de guitarras. Y tengo mucho cariño de alumnos, colegas, siento que
hay respeto, consideración.
La guitarra es la compañera de viaje,
¿te llevas bien con la tuya?
La poseo desde el 2000, no me la regalaron, me la gané en el Festival Internacional
de La Habana. No
llegué a la tercera y última vuelta pero el jurado decidió darme una como
premio a mi actuación. Estoy agradecida de tenerla, la hizo un importante
luthier alemán con materiales de excelente calidad, la tapa es de cedro, el
fondo de palisandro y el brazo de ébano. Casi ni pesa.
Es
un instrumento magnífico, la quiero mucho, suena muy dulce. Somos un dúo que nos
llevamos muy bien, siento que tiene que ver conmigo.
Dentro de otros 20 años, ¿imaginas a Elvira?
Me
veo dando clases, dirigiendo orquestas. Quisiera estar tocando la guitarra
todavía, que ningún problema de salud me lo impida. Además, mantener la integridad
de hoy, me considero una persona digna, una buena madre y profesora. Quisiera
ser mejor de lo que hoy soy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario