jueves, 20 de agosto de 2015

Aleivis, otra musa (+ audio y video)



“Alánimo, alánimo, la fuente se rompió…” Esos cantos fueron su más perfecto arrullo de niña. Las rondas infantiles por un lado y el abuelo por el otro, conminándola a escuchar juntos, como dos tórtolos, el programa Nocturno de Radio Progreso, fueron delineando la constelación sonora de su vida, la misma que enriquecida con tantísimas experiencias le permitirían ser hoy voz prestigiosa en Las Tunas, si se habla de música coral. 
A dicha altura llegó porque un día de esos que parecen normales y terminan siendo lo contrario, mientras estudiaba piano en la Escuela de Arte de la localidad a inicios de los 80, su profesora soviétiva le propuso hacer el pase de nivel en el instrumento que cursaba y en dirección coral. Salió airosa en ambos, pero para su sorpresa, con mejor nota en el último.
Hasta La Habana se fue a aprender. No eran tiempos fáciles, inicio del Período Especial. Vivió lejos de casa envuelta en una nostalgia que apretó en el pecho con la ayuda de mamá. Hizo la carrera disfrutando todo el conocimiento, la sensación de escuchar y sentir las voces, pero sin pensar en qué haría al final.
El ejercicio de graduación le abrió los ojos al comprender lo duro y serio de formar un coro. En septiembre del 92 regresó a Las Tunas e inmediatamente otro maestro de la música y la existencia, Cristino Márquez, le dio la tarea de armar uno. Lo hizo, y empezó a andar. 12 meses después de iniciada la aventura, nació Euterpe, el 28 de septiembre de 1993. ¿Cuánto duraría?, quién sabe, Aleivis Araúz Batista se dejaría sorprender por la vida.
Dirigir no estaba en sus planes…                                                  
No. Esa fue una semillita que poco a poco creció en mí. Hoy sí puedo decir que me gusta dirigir coros, formar técnicamente las voces a través del canto en grupo, oír la armonía, buscar el significado de la letra, el compositor. Tanto es así que a veces exijo mucho.
¿Regresar a casa fue bueno para su formación?
Estar aquí me permitió crear a Euterpe, leer mucho y conocer la música popular que hasta ese momento la apartaba. Recibí extraordinaria ayuda de Cristino y Félix Ramos, ellos me enseñaron a organizar el trabajo. Al inicio, como no tenía, estuve dos años sin tocar piano y eso hizo que desarrollara mi oído interno, armónico. Con un diapasón me aprendía todas las voces del coro, y las practicaba miles de veces, así me formé un gran mundo sonoro.
¿Comprendió enseguida el valor de Euterpe? Se convirtió en el primer elenco profesional de su tipo en Las Tunas…
Confieso que no estuve consciente de que estaba trabajando en pos del desarrollo cultural hasta después de la primera década. Yo hacía música y me sentía bien realizándola, guiando a un grupo de personas que eran y son mis amigos, no veía más, solo tenía 20 años.
Al cumplirse los dos primeros lustros una campana resonó en mi cabeza: estás haciendo algo en tu vida, cambiando un lugar, ayudando a personas.
Luego de 22 años… ¿cuánta flor, cuánta espina?
Tengo la alegría de que el coro ha crecido profesional y técnicamente, ahora posee mejor sonido, en el sentido que yo he descubierto cosas, he aprendido a trabajar mucho más profundo la voz, a ver con los ojos cerrados la partitura y buscar desde dentro con la ayuda de los cantores.  
Insatisfacciones, no pocas, de logística en su mayoría, como la escasez de un local propio. La Plaza de la Revolución nos ha abierto las puertas de manera espléndida, pero dependemos de sus compromisos.
Por otro lado es muy inestable la programación nuestra, y hay instituciones y programadores que desconocen las condiciones necesarias para un coro profesional, eso ha llevado al detrimento del desarrollo. También como persona debo fortalecerme y ser más recta en cuanto a la disciplina administrativa, pues me cuesta corregir a los cantores ante alguna indisciplina.
A pesar de todo conservo un amor, y uno natural y verdadero, por la música coral. Sin eso nada pudiéramos hacer porque el salario es muy bajo. Euterpe ha sido una escuela, por donde han pasado más de 100 personas, y sé que siempre ha servido de algo.
¿Por qué ha resultado tan difícil extender por la provincia la música coral?
Precisamente estoy en una maestría de Desarrollo Cultural Comunitario y considero que he llegado al meollo del asunto. El tema de mi tesis es un sistema de acciones para fomentar los coros de aficionados en la provincia.
Sucede que el sector de la Cultura debe funcionar como sistema y no lo hace, varias instituciones están realizando un poquito por su lado, sin integrarse, cada cual con su programa de desarrollo. Nadie piensa en la parcela gigante que es la música cubana.
Cómo vas a celebrar un festival provincial de coros si careces en los municipios de una actividad caracterizadora de la música coral y no formas público. Todas las escuelas y los centros de trabajo deberían tener uno, porque hay personal preparado para eso, aunque alerto, en las encuestas de la investigación sale que no todos los instructores de arte se sienten capaces de asumirlos.

¿Qué se aprende en un coro?
El coro es un grupo de personas con un mismo sentir, forma parte del ser humano porque constituye el único instrumento que lleva en sí. Te ayuda a confraternizar, perdonar, a ver otras aristas, a promover tus creencias.
Si no partes de un hombre espiritual, qué estás creando sobre la materia. A veces ni los padres lo entienden. En las cantorías lo hemos visto, un proyecto al que Educación debe apoyar más. Hace algún tiempo, ante la insensibilidad de un papá, le contesté: “Mientras su niña cante, va a ser mejor ser humano”. En eso confío.
Se escucha como alguien profundamente religiosa…
Lo soy, seguidora de las enseñanzas de Cristo y la Biblia, y no es de cuna. A los 15 años de Euterpe yo había logrado mucho a nivel profesional y personal y el coro sonaba de maravilla. De pronto el grupo se rompe, de las ocho mujeres, siete se van para formar otra agrupación.
Qué hago con la materia, con los cantores cuando ya no quieren estar, ¿morir? Eso me ayudó a levantarme, no podía tirar por la borda el trabajo musical de una década. Empecé a buscar nuevas cantantes, me volví más disciplinada, exigente. Entendí que si no eres un ser espiritual que entregas amor cómo vas a perdonar, a  tolerar tantas vicisitudes. Creía ciegamente que si te daba una cosa, tú debías entregar algo a cambio. Dar sin interés, eso aprendí. Lo logré teniendo amor en el corazón, y Cristo fue mi manera de tenerlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario