Conocí a mi entrevistada cuando yo apenas era una pichona de periodista,
durante las prácticas de segundo año en Radio Victoria. El ambiente general se mostraba esquivo al recibimiento soñado
por todo estudiante, pero ella estuvo allí para ayudarnos a “engrasar” aquellas
“puertas”, y ponerlas de par en par.
El “hada madrina” era una profesional de amplísima trayectoria, con más
de tres décadas de ejercicio, en las cuales su crédito señoreó primero en el periódico
Sierra Maestra (Santiago de Cuba), luego
en la corresponsalía tunera de la
Agencia de Información Nacional, más tarde en
el diario 26, y desde inicio de los años 90 del pasado siglo en la Emisora Provincial,
colaborando además con espacios científico-técnicos de TunasVisión.
Entonces los noveles desconocíamos su currículo, y otros tantos pasajes como
ese ansioso entusiasmo que se adueña de sus palabras, cuando teoriza sobre el placer
de la noticia fresca, el buen titular y la responsabilidad de ser la voz que
dirá a los otros. Si quieren brillo en sus ojos menciónenle, por ejemplo, las
noches de cierre en 26, revisando los teletipos en espera de una
información “de pegada”. Justo allí recibió la nota sobre la primera Guerra del
Golfo. “Entró a eso de las 7:00 pm”, recuerda.
Al no saber, tampoco en aquel tiempo la visualicé con agenda
y preguntas de por medio con figuras como Luis Gardey, Estela Raball, Ana Belén y Silvio Rodrígez;
ni con lauros nacionales, ni al frente de redacciones en la publicación
periódica del territorio o en “Victoria”, procurando ser más que jefa,
compañera de equipo.
Por estos días, cuando se acerca el Día de la Prensa Cubana,
quiero compartir en La Rendija esta
conversación que tuve con Rosa Velázquez Pérez hace unos años atrás, a
propósito de ella recibir el Premio Provincial por la Obra de la Vida Rosano Zamora
Padín. Ese fue mi pretexto para llegar a su casa, realizarle las preguntas que
nunca le hice antes y conversar a piernas sueltas. Alguien le llamaría a
nuestro diálogo entrevista; para mí, fue la manera de darle las gracias a Rosita.
¿Se pensó alguna
vez en otra profesión?
No hubiera podido hacer otro
trabajo. Este es el único que me gusta. Me hubiese encantado aprender a tocar guitarra
y siento mucho respeto por profesiones como el magisterio, pero el periodismo
me permite desdoblarme, olvido mi miedo escénico, y ya no soy yo, es la
periodista quien habla.
En la práctica de este
sacerdocio, ¿qué ha sido lo más fácil?
Desconfío de las cosas fáciles. En esta profesión no hay nada fácil. Te
puedes pasar tres días para hallar un dato, o tener jornadas tan buenas que te
hagan olvidar todo el tormento anterior, pues encontraste oportunamente la
información, te gustó el tema y tuvo repercusión. Ninguno de esos procesos
tiene nexo alguno con la facilidad o la
simpleza.
¿Y lo más difícil?
Asistir a coberturas en las cuales en algún momento se escucha: “¿Hay
periodistas en la sala? ¡Esto no se puede publicar!”. Es realmente humillante,
se fomenta una atmósfera de censura como si nosotros no estuviéramos lo
suficientemente capacitados para saber qué hacer con los datos. Lo más difícil
son las limitaciones impuestas por personas que no dominan nuestro trabajo. Lo
dirigen sin conocerlo. Resulta frustrante que cualquiera se sienta en el
derecho de decirte cómo ejercer el periodismo.
Imagínese ahora frente
a estudiantes de preuniversitario, qué les expresaría para convencerlos de seguir sus pasos.
Les diría: ¡No se lo pierdan! Aunque aclararía que debe gustarles de
verdad la carrera, porque ser periodista requiere de sacrificio, salud,
inteligencia, leer mucho, mantenerse actualizado, tener una percepción de la
realidad, sentido común, mucha ética y un permanente interés por lo que nos
rodea.
¿Confía en el futuro
del periodismo local?
Sí, seguro. Veo a jóvenes muy preparados, con materia prima para hacerlo
mejor que nosotros, un periodismo más dinámico, con mayor variedad de temas y
matices, más cerca de la gente.
Las coberturas pendientes
…
Unas que guarden relación con la naturaleza, lugares inhóspitos, para
poder llamar la atención sobre su cuidado. Me preocupa la situación del
planeta.
Siempre tras la
noticia y hoy es usted el titular, ¿cómo se siente con eso?
Muy bien. Estaba nerviosa por mi gran miedo escénico, pero mira, hemos conversado
tan felices. Y debo aclarar: no me creo noticia. Sencillamente este año me tocó
recibir un premio que unos compañeros han tenido antes y otros lo obtendrán después. Sí agradezco el poder hablar de temas tan apasionantes.
Hoy Rosa está jubilada, eso dice un papel. Pero tal calificación no
existe para un verdadero reportero. Las redes sociales constituyen ahora su
hogar. El silencio no está hecho para esta flor, de espiga elevada y fuerte,
pues ella es de los elegidos que no puede evitar ser las 24 horas del día su
personaje preferido: una periodista.
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