Cuando
cursaba el tercer año de la carrera pedagógica de Biología, escribir se le
presentó como un camino del que no podría escapar jamás. Hoy es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), tiene 12 libros
publicados, trabaja como periodista en la emisora Radio Libertad y no cesa de
romper con fórmulas establecidas, tradicionales. Se aleja de vetustas
moralinas, y prefiere sugerir más que explicitar.
Cerró el
2014 con el Premio UNA-Palabra que otorga la Universidad Nacional
de Costa Rica, y el 2015 lo recibe con dos textos que serán presentados en las
Tunas durante la 24 Feria Internacional del Libro, del primero al 5 de abril.
No digamos más. Jorge Luis Peña Reyes tiene mucho por compartir.
¿Cuáles preceptos nunca violas si te
dispones a escribir para la niñez?
Intento
una literatura que no sea escapista, sino por el contrario, que involucre al
niño en su realidad. Pese a lo complejo que pueda resultar el contexto es
importante que respire el aire de su país, aunque el tema trascienda su época y
circunstancia. Me propongo ser ameno y sugerente de manera que el libro no
termine en la primera lectura.
¿Es posible hacer esa obra y seguir
siendo un adulto bien adulto?
Para
seguir siendo un adulto, no puedo olvidarme de mi infancia, de los libros que
quise leer, de las preguntas que se me quedaron dentro y que ahora trato de
responder. Seguramente, similares cuestionamientos inquietan a los pequeños de
hoy. La niñez es un buen yugo que debemos llevar a cuestas como esos
instrumentos necesarios para vencer desafíos venideros.
También
soy un escritor que tiene muy en cuenta al público adulto, escribo para
conquistarlo como lector potencial de mi obra, pues es quien elije qué textos consumirá el
niño.
¿Existen temas prohibidos?
No
considero que existan a esta altura, sí me consta que hay temáticas mal
tratadas, demasiado realistas o forman parte de modismos generados por los
tiempos actuales. Eso, lejos de favorecer, perjudica la tolerancia de conductas
que no han sido totalmente aceptadas por la sociedad. A veces los tratamientos
se tornan poco sugerentes y muy agresivos, pero con una reflexión previa y cierta
dosis de humor no hay respuesta que el niño no pueda entender y asimilar.
¿Es
que acaso la cotidianidad no les presenta asuntos bien complejos? El divorcio,
la muerte, la emigración. La literatura puede responder a esas preguntas sin
caer en el didactismo habitual.
Confundimos a veces libros para la
infancia con ñoñería, ¿cómo saber los límites?
De
la mano andan por el mundo dos maneras de enfrentar este universo, una desde la
sugerencia y el respeto por ese lector, aterrizada en el contexto y transmisora
de cultura; y la otra que se vale del apetito infantil para entregarle una
seudoliteratura que aprovecha las portadas en colores y las versiones
edulcoradas, tan vistas en el cine.
Se
suma la que tiene un interés didáctico con un mercado seguro, a tal punto que
existen editoriales extranjeras que exigen a los autores rango de edad, temas,
modos; contratan sus producciones solo con escuelas y promueven una manera que
complementan determinados contenidos académicos.
Cuba
con José Martí, Dora Alonso y Mirta Aguirre, entre otros, posee buenos
referentes y eso nos salva de tanta telaraña.
¿Te sientes animado con el presente del
género en Las Tunas y el país?
En
los últimos tiempos por varias causas la literatura para niños ha tenido un
auge sin precedentes. La poesía más que la narrativa me tiene animado en cuanto
a solidez, pero en ambas variantes falta, no solo en el territorio, también en
el país, una crítica especializada que distinga los verdaderos valores y no los
haga invisibles en este afán socializador que tenemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario