A
la profesora Hilda Saladrigas no se le puede nombrar desde la frialdad. Le
bastan pocos minutos para que el auditorio quede perdidamente enamorado de
ella, de su poder para inspirar a no conformarse con lo que ya se sabe. Su
verbo está hecho para obnubilar, para que te creas capaz de aspirar a
superiores títulos académicos, a cimas infinitas del conocimiento.
Eso
no sucede porque la doctora constituya una de las voces más encumbradas en Cuba
y América Latina en el campo de las Ciencias de la Comunicación , ni
porque sea la presidenta nacional de esa carrera en el país, lidere el comité académico
de la maestría en este campo e integre el del doctorado, o asesore a organizaciones
internacionales. No, ser un evangelio vivo explica tanta imantación.
En
1988 se graduó de Filosofía Marxista Leninista en la Universidad de Oriente. Desde ese universo estudió la ética y su tratamiento por los medios,
más tarde profundizó en la comunicación política y la opinión pública; y luego,
vino la docencia y la investigación en la Universidad de La Habana , donde hizo su hogar.
Antes
de concluir el 2014, Las Tunas la recibió para impartir una asignatura del diplomado
que se desarrolla aquí en la ciencia de marras. Para muchos alumnos Saladrigas
dejó de ser solo una obligada referencia bibliográfica para convertirse, ante
sus ojos, en una mujer sensible, con vida más allá de los libros.
A La Rendija le pareció indispensable
proponerle un diálogo sobre el valor de su especialidad en la Cuba contemporánea. La extraordinaria
disposición de trabajo de la “profe” permitió que luego de una mañana de
clases, toda la tarde e inicio de la noche reunida en la universidad Vladímir Ilich
Lenin con profesores y estudiantes, sostuviéramos esta plática.
¿Entiende Cuba hoy el
diverso entramado de la comunicación?
No
hay conciencia clara. La comunicación se ve en múltiples dimensiones. La
primera es asumirla como proceso, así lo hacen muchas aristas disciplinarias y
eso conlleva a que las miradas sobre ella resulten diversas. Otro nivel sería pensarla
como fenómeno de producción, en el que profesionales la conciben.
La
comunicación constituye un proceso social básico, una profesión que genera
trabajo para muchas personas, y por tanto es una industria en disímiles sectores,
capaz de dar buenos ingresos y que incluso, tiene detrás gran poder simbólico. También
resulta un campo de formación profesional y de investigación.
¿Qué tan beneficioso
puede ser comprenderlo así?
La
cuestión es entender las diferentes aristas que están en los conceptos de
comunicación y comunicación pública, aquella que necesitan los diferentes
grupos humanos y la sociedad en su conjunto para coexistir, sobrevivir y avanzar.
Es un insumo que les entra, así se regeneran, y para el cual crean los
diferentes aparatos como los medios y otras instituciones, cuya función constituye
producir lo que se precisa para el desarrollo.
Por
tanto, ¿se necesita de información, producir comunicación y profesiones
asociadas al Periodismo? Sí. ¿Necesitamos publicistas, propagandistas, diseñadores
visuales, literatos y educadores? Sí, porque ellos desarrollan labores de
comunicación y de comunicación pública, cuyas agendas son de interés para que
nos podamos poner de acuerdo y consensuemos. La máxima expresión es lograr unidad de criterio para
la participación ciudadana.
Entonces, profundizar
en el estudio de este campo puede llevarnos a una mayor participación ciudadana…
Dependerá
de cómo enfoquemos la participación. Para muchos es actuar, pero desde que
ejercemos la palabra, estamos actuando y por tanto, participando.
Debemos
crear la capacidad de entender, reflexionar y expresar lo que sentimos,
pensamos y consideramos útil, ya no para uno individualmente, sino para la
colectividad en la que vivimos. Que se me escuche y responda, porque es
comunicación, interacción, yo te digo, tú me dices, y entre los dos nos decimos
y consensuamos criterios buenos para ambos.
Es
ahí donde la participación, aun cuando sea un término muy sociológico, sí tiene
necesidad de modelos comunicativos, dialogantes, participativos e inclusivos,
en el que no hable uno, sino lo hagan todos.
¿Cómo valora ese
proceso en nuestro país?
Lo
veo con mucha dificultad. Hace falta una cultura del diálogo, que significa
sabernos escuchar, respetar a quien habla, luego poder replicar, y entender. Mirarla
en el entendido de una profesión como la nuestra, en la que al periodista se le
considera más que productor de información, viéndolo como una persona con determinadas
capacidades, habilidades y competencias para dialogar, poner de acuerdo a
partes y ser mediador de procesos.
En
el plano directo cara a cara y mediático es lo mismo. Para lograr una verdadera
participación social ciudadana en los espacios de poder existentes en la base,
léase la comunidad, la circunscripción, la FMC , el CDR, los proyectos socioculturales, la
gente no puede estar callada, tiene que participar, dialogar.
Desde
que empiezan a manifestarse, comienzan a transformarse, a actuar de alguna
manera. Necesitamos una cultura de la participación real; estar no es
participar; es estar, pensar, proyectar, discutir, asumir, consensuar. Son
procesos muy sociológicos y psicológicos, pero la comunicación desde nuestra
especialidad puede facilitarlos. Nos entrenamos con ese fin, para sabernos
expresar, incluso, representar a aquellos que no tienen la aptitud o la
actitud para comunicarse.
¿Considera que en el nivel
gubernamental existe sensibilidad al respecto?
Desde
mi modesta experiencia considero que a nivel nacional existe una sensibilidad que debe permear otros decisores
en el país. Por eso me gusta viajar a las provincias, y no quedarme en La Habana , donde muchos
organismos centrales del Estado, incluyendo el Partido y el Gobierno, nos piden
colaboración.
Ha
de extenderse a otros espacios de la sociedad, a los organizacionales e
institucionales, incluyendo el familiar. Para no hablar del empresarial, porque
si algo tiene que caracterizar a este en Cuba es la participación, pertenece al
Estado, lo que es igual al pueblo, y si yo no me siento representado en la toma
de decisiones en mi trabajo, con quién se cuenta para echar adelante la
organización.
En los inicios del
proceso de reordenamiento laboral en Las Tunas, 26 supo de lugares que dejaron disponible al
comunicador.
Es
una concepción errada, delata la subestimación a esta figura tan importante, a
la cual se le considera gasto y no inversión. Ella no está para promocionarse,
o divulgarse; existe, incluso, para lograr internamente mejor clima laboral.
Apenas
se le considera capaz de ayudar al nacimiento de la identidad organizacional
que haga al sujeto comprometerse con lo que hace y dónde está, fortalezca su cultura
y la ideología profesionales y se sienta más desarrollado.
Pero
de qué manera capacitamos a la persona sin la comunicación. Al discriminar esta
profesión emergente, se cae en el reduccionismo horrible a un ente que sí tiene
valores cardinales por desarrollar.
Es
lamentable la incomprensión en el universo empresarial, pero también en otros
como las comunidades y organizaciones que ni siquiera consideran su existencia
o que la necesitan, no le dan la posibilidad de demostrar su utilidad.
Al
mismo tiempo, como todos aparentemente
nos comunicamos, pensamos que cualquiera puede ser comunicador, error. Hoy constituye
una profesión con sus particularidades, y en la Isla posee un prestigioso nivel de capacitación
desde el pregrado hasta el posgrado, con programas que incluso terceros países
adoptan y tenemos muchos estudiantes extranjeros en las aulas de Comunicación
Social y Periodismo. Eso hay que respetarlo.
Cómo
es posible que ostentemos el reconocimiento internacional a nuestra producción
académica y científica, y en el país se subestime.
¿Siente que la
academia tiene los pies puestos en la
Cuba contemporánea? Sí, pero debe ponerse más a tono con los
tiempos actuales. No es que estemos distanciados de la realidad. Cuba tiene,
por fortuna, a diferencia de otras naciones, fuerte vinculación con la
práctica, por los propios modelos de formación. Puedo asegurar que existe una
respuesta a las necesidades del país en este momento, que sale en las prácticas
de producción, los trabajos de diploma, las tesis de maestrías y doctorados.
Reconocemos
que el periodismo cubano es otro desde que ha enriquecido sus filas con cuadros
y profesionales en activo doctores en ciencias, eso no resulta usual en el
extranjero. Lo común en nuestro campo es que la academia y la práctica estén
encerradas en sí mismas y no haya diálogo entre ellas.
Me
preguntan si estoy satisfecha, no. Mientras haya un sitio en la Isla donde se subestime al
periodista, no se le dé la entrevista que necesita, ni se le considere un
representante del pueblo; mientras exista un lugar donde se menosprecie al comunicador
comunitario o institucional, tenemos mucho por hacer.
Retos de las Ciencias
de la Comunicación.
Lo
primero, romper el instrumentalismo que caracteriza su profesión, y la
marginación que recibe por parte de otras ciencias que no la reconocen, porque existe
la polémica de si es ciencia o no.
Esta
área de saberes emergentes, imperfecta y en construcción, de las más nuevas incorporadas
al concierto de las grandes Ciencias Sociales y Humanísticas, le toca asumir la
multidisciplinariedad. Edgar Morin (filósofo y sociólogo francés) dijo que el
fenómeno de la comunicación es uno de los más clásicos para llamar a la
transdiciplinariedad, donde se rompan las barreras y los feudos de las
disciplinas clásicas, científicas y académicas.
Eso
invita a que los sociólogos, psicólogos, antropólogos, economistas, físicos,
matemáticos, tecnólogos se unan a los comunicólogos y estudiemos ese complejo
proceso en esta sociedad, que necesita fortalecer su cultura, la identidad, la participación social, los diálogos intergeneracionales
y entre las organizaciones. Como somos un país diferente, debemos hacer una comunicación diferente.
¿Qué proyecto la
tiene ocupada ahora?
En
estos momentos lo que más ocupa mi mente es la gestación colectiva del proceso para
transformar el plan de estudio de la carrera de Comunicación Social, en aras de
ser consecuente con las necesidades actuales de la sociedad. Queremos
entregarle al país un comunicador social mejor formado, más actualizado,
competente, hábil, que pueda dar respuesta a esas necesidades y dialogar con el
mundo en la medida de lo posible.
¿Ha encontrado en Las
Tunas abrazo a sus ideas de superación profesional?
Sí.
Hace tres años graduamos de máster a casi 30 profesionales de la comunicación
institucional y el periodismo, con el programa de la Universidad de La Habana. Ahora
estamos en un diplomado a las puertas de otra maestría, y gestamos un grupo de aspirantes a doctores en
esta ciencia.
Hablamos
de personas que están insatisfechas y buscan soluciones para la comunicación hecha
aquí. Además, he recibido el apoyo de la Unión de Periodistas de Cuba, la Asociación de
Comunicadores Sociales y la
Universidad.
En clases dijo: “No
soy una mujer de verdades acabadas”, ¿qué significa?
Siendo
consecuente con la formación que recibí, la verdad es muy relativa a
condiciones socio históricas determinadas. La ciencia ha demostrado que lo que
hoy resulta verdad, mañana puede no serlo.
No
soy una mujer de verdades acabadas porque no creo que el conocimiento esté agotado y mientras haya asuntos por estudiar,
analizar, descubrir o construir siempre estaremos expuestos a nuevos saberes. El
día que uno piense que se lo sabe todo, muere intelectualmente.
Me
gusta estudiar, soy inquieta. He aprendido a ser humilde, a reconocer que todo hombre
o mujer tiene algo por enseñarnos. Me nutro de los libros y la experiencia
vivida. Cuando se piensa así, no puedes ser una persona cerrada. Trato que esa actitud
enriquezca mi percepción de la vida y el trabajo, luego, intento devolvérsela a
los estudiantes, sobre todo, el espíritu de la insatisfacción ante el saber.
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