Medio siglo. 50. Hermosa edad, esa en la que ya se ha vivido suficiente como para saber qué es lo importante y lo que no. Desde miradas mitológicas, religiosas y de la numerología constituye un guarismo relevante; indica, dicen, un salto superior, la fusión entre cuerpo y alma, mente y espíritu.
A tan ilustre cantidad de años llega en el 2017, del 28 de junio al 2 de julio, la Jornada Cucalambeana, la novia más fiel de la campiña, que no abandona su puesto de guardiana del patrimonio campesino. Allí se encontró a sí misma, y cualquier lobreguez que la aleje de ese trono, la espanta, enfurece, lastima.
Desde hace varias semanas, comenzaron los preparativos últimos para esta convocatoria, bajo la supervisión expresa de las máximas autoridades del Partido y el Gobierno en el territorio.
Representantes de sectores diversos como las empresas Eléctrica, Etecsa, Comunales, Transporte, Forestal, Mantenimiento Constructivo, Vascal, Gastronomía y de Alojamiento dan parte de las responsabilidades otorgadas, los aseguramientos para que el jolgorio luzca sus mejores tonos.
Hablamos de la mayor celebración tunera. Ahora más que nunca, requiere de todas las previsiones posibles en aras de no repetir errores de antaño; lunares que imponen su mala energía como para recordarnos lo débiles que hemos sido en alzar algo tan indisolublemente nuestro.
Si pensamos en los problemas culturales, en la lista están el cariz carnavalesco que le hace “sombra”, la falta de equilibrio entre los espacios de la décima escrita y la repentizada, el retraso en la publicación de los premios Cucalambé y su aún tímida e ineficiente solución de pago a los ganadores; la tardanza de las galas nocturnas y el diseño por momentos repetitivo de esos espectáculos.

Se suman el escuálido decorado en la ciudad y el sendero hacia la sede principal, las fallas en la programación de la calle Cucalambé y la insuficiente presencia de los artistas aficionados que dan vida a las ediciones de base del convite.

Defender la Cucalambeana es proteger fibras sagradas, asumidas por ellos o no, de los hijos de esta tierra mambisa y quemada tres veces. Defenderla es un acto de resistencia cultural, de soberanía y coraje. Cuba se reconoce en su penacho.
Que salga bien la quincuagésima edición no resulta una tarea más, es una tan especial como necesaria, porque el alimento del espíritu también debe estar sobre la mesa de decisiones. Busquemos todas las opiniones e ideas al alcance, rompamos esquemas, revisemos hasta el último detalle, demostremos que podemos brillar. Y en ello cada sector decide, no solo Cultura.
Existe la posibilidad de declarar la Jornada Patrimonio Inmaterial de la Nación, sería un elogio, pero también un compromiso que no creo entendamos aún en su completa magnitud. Por lo pronto, concentremos fuerzas en ser fiel a la buena ventura del número 50.
No hay comentarios:
Publicar un comentario