lunes, 22 de junio de 2015

La décima busca otro paraíso




Hablar de la décima y su poder expresivo siempre presupone tocar el alma de este país; oler el amanecer o mirar hacia arriba en busca del penacho de una palma; pero también implica adentrarse en los más locos, superfluos, dramáticos o profundos dilemas del ser humano, porque así de extensos son sus brazos.
Los poetas ahora mismo en Cuba se pregunta si la llamada estrofa nacional, aquejada de cierto inmovilismo, anda irremediablemente en un período de oídos sordos a la novedad. Sueñan con que despierte de ese letargo, en caso de que el tiempo confirme el triste diagnóstico.
Su historia merece la oportunidad de avivarla. “De lo mejor que se ha escrito en la poesía cubana de cambio de siglo (del XX al XXI) fue la décima. El gran salto de los años 90 vino con ella, y ahora esto no pasa, debemos provocarnos a entender por qué, y ayudarla a retomar su lugar privilegiado”, comenta  el escritor tunero Carlos Esquivel, tres veces ganador del Concurso Cucalambé, certamen icónico de esta variante.
MIRAR EN TODAS DIRECCIONES
Para el autor camagüeyano Diusmel Machado era lógico esperar la calma actual, luego de más de una década de experimentaciones. Y advierte una circunstancia interesante.
“No existen, como años atrás, grandes giros en la creación decimística, pero tampoco podemos negar que entonces su estadio era bastante prematuro. Le estaban negadas de manera ridículamente dogmática tantas libertades, que fue casi fácil encontrar algo nuevo al dinamitar su estructura e incorporarle cambios gráficos, sintácticos y sonoros”.  
Los cultores del metro lo entienden y por eso, a la vez que un numeroso grupo asegura el estancamiento, no dejan de reconocer la existencia de voces atendibles en el presente nacional.
Alexánder Aguilar, de Granma, considera que el dios Cronos dirá a quién salvar, y habla de libros recientes que sí han logrado la comunicación con el público. Agradece, junto a figuras internacionales, el legado de nombres como el propio Esquivel, y los holguineros José Luis Serrano y Ronel González que mostraron otro camino en la deconstrucción y la carga de contenido de la décima.
VERSO ADENTRO
En algún momento, quizás con buenas intenciones, se convirtió a la espinela en un género independiente, “competimos en narrativa, poesía y décima, como si esta no fuera también poesía”, afirma Carlos. A lo que Ronel González agrega: “Esas separaciones terminaron por hacerle daño a la expresión poética”.
Y aunque a alguien le pueda parecer improbable luego de conocer el currículo de la estrofa, resulta un hecho la subvaloración de su presencia. Dicha realidad anda tan entronizada que a ningún escritor se le ocurre participar con un cuaderno de octosílabos en establecidas  y generales justas literarias de la nación, saben de antemano cuál será el resultado.
“Hoy en el país se premian obras que no tienen alma, y las revistas con frecuencia legitiman una escritura sinflictiva. Yo sigo apostando por la poesía, que incluye a la décima”, explica González. 
El Concurso Cucalambé desde su nacimiento en la década del 90 se convirtió en el trofeo anhelado por todos los seguidores de la vertiente. En estos momentos intenta reconectarse con esa popularidad, tras su descalabro en el 2010, cuando perdió el respaldo en metálico. La segunda muerte de El Cucalambé, reseñaron algunos al conocer la trágica noticia.
Sin embargo, tanto experimentados como noveles, aunque agradecen los esfuerzos locales por no dejar morir el premio, consideran que la alternativa encontrada de pagarles recitales a los ganadores, constituye eso, una alternativa, “no su propio camino, y merece el monto al directo como otros certámenes”, puntualiza Liliana Rodríguez, de Puerto Padre, la joven que con menos edad obtuvo ese laurel.
La publicación de los textos victoriosos late entre los desasosiegos. En las últimas convocatorias, amplias demoras en la salida y la presentación han sido las constantes del capítulo, sin remedio al parecer en este año tampoco. Por una cuestión de armonía con el objetivo del lauro y el programa cultural de la provincia resultan inadmisibles tales sucesos. Liliana, por ejemplo, tuvo su guirnalda en el 2013 y aún no ha visto la totalidad de los ejemplares terminados.
Encontrar mejores soluciones le cambiará el rostro a un panorama necesitado de más diálogo, abrazo y debate. Ese ambiente en alguna época determinó. “Recuerdo –dice Machado- que los encuentros eran tan ricos y estimulantes que te seducían”.
LO QUE SOMOS
Se acerca la Jornada Cucalambeana, y la cita no puede dilapidar, como aconseja Esquivel, su poder cultural y la impronta literaria, esta última a veces tenida a menos en su programa, aun cuando el homenaje lo inspira Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, un escritor.  
Haya o no espacio, Ronel aboga por la autenticidad de cada poeta, no valen las modas, ni “seguir las falsas jerarquías que se imponen, validando una propuesta que obvia otras por caprichos, insensibilidades y falta de conocimiento”.
Mientras, el matancero Carlos Zamora, quien en Las Tunas empezó a hacer la décima como ejercicio serio de manos de Renael González, deja claro que este molde estrófico no ha perdido para nada su capacidad comunicativa.
“Ningún metro es una cárcel. Lo mejor de las tradiciones hispanas tiene que ver con el metro y dentro de ellas, la décima. Cultivarla constituye un tributo a nuestros ancestros literarios. Lo importante es qué expresa, incluso de qué manera se presenta, nada laudatoria o mimética, sino que a partir de las formas tradicionales se busquen los mismos mecanismos innovadores que existen en otros lenguajes no métricos”.
Un largo sendero queda por tejer. Desde esta provincia bien se puede aportar más para construirle nuevamente el paraíso a la estrofa nacional, ahora algo deshojado, pero con la promesa firme de no permitirle la entrada al olvido.

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