viernes, 23 de enero de 2015

Comunicación, bienvenida seas

A la profesora Hilda Saladrigas no se le puede nombrar desde la frialdad. Le bastan pocos minutos para que el auditorio quede perdidamente enamorado de ella, de su poder para inspirar a no conformarse con lo que ya se sabe. Su verbo está hecho para obnubilar, para que te creas capaz de aspirar a superiores títulos académicos, a cimas infinitas del conocimiento.
Eso no sucede porque la doctora constituya una de las voces más encumbradas en Cuba y América Latina en el campo de las Ciencias de la Comunicación, ni porque sea la presidenta nacional de esa carrera en el país, lidere el comité académico de la maestría en este campo e integre el del doctorado, o asesore a organizaciones internacionales. No, ser un evangelio vivo explica tanta imantación.
En 1988 se graduó de Filosofía Marxista Leninista en la Universidad de Oriente. Desde ese universo estudió la ética y su tratamiento por los medios, más tarde profundizó en la comunicación política y la opinión pública; y luego, vino la docencia y la investigación en la Universidad de La Habana, donde hizo su hogar.
Antes de concluir el 2014, Las Tunas la recibió para impartir una asignatura del diplomado que se desarrolla aquí en la ciencia de marras. Para muchos alumnos Saladrigas dejó de ser solo una obligada referencia bibliográfica para convertirse, ante sus ojos, en una mujer sensible, con vida más allá de los libros.
A La Rendija le pareció indispensable proponerle un diálogo sobre el valor de su especialidad en la Cuba contemporánea. La extraordinaria disposición de trabajo de la “profe” permitió que luego de una mañana de clases, toda la tarde e inicio de la noche reunida en la universidad Vladímir Ilich Lenin con profesores y estudiantes, sostuviéramos esta plática.
¿Entiende Cuba hoy el diverso entramado de la comunicación?
No hay conciencia clara. La comunicación se ve en múltiples dimensiones. La primera es asumirla como proceso, así lo hacen muchas aristas disciplinarias y eso conlleva a que las miradas sobre ella resulten diversas. Otro nivel sería pensarla como fenómeno de producción, en el que profesionales la conciben.
La comunicación constituye un proceso social básico, una profesión que genera trabajo para muchas personas, y por tanto es una industria en disímiles sectores, capaz de dar buenos ingresos y que incluso, tiene detrás gran poder simbólico. También resulta un campo de formación profesional y de investigación.
¿Qué tan beneficioso puede ser comprenderlo así?
La cuestión es entender las diferentes aristas que están en los conceptos de comunicación y comunicación pública, aquella que necesitan los diferentes grupos humanos y la sociedad en su conjunto para coexistir, sobrevivir y avanzar. Es un insumo que les entra, así se regeneran, y para el cual crean los diferentes aparatos como los medios y otras instituciones, cuya función constituye producir lo  que se precisa para el desarrollo.
Por tanto, ¿se necesita de información, producir comunicación y profesiones asociadas al Periodismo? Sí. ¿Necesitamos publicistas, propagandistas, diseñadores visuales, literatos y educadores? Sí, porque ellos desarrollan labores de comunicación y de comunicación pública, cuyas agendas son de interés para que nos podamos poner de acuerdo y consensuemos. La  máxima expresión es lograr unidad de criterio para la participación ciudadana.
Entonces, profundizar en el estudio de este campo puede llevarnos a una mayor participación ciudadana…
Dependerá de cómo enfoquemos la participación. Para muchos es actuar, pero desde que ejercemos la palabra, estamos actuando y por tanto, participando.
Debemos crear la capacidad de entender, reflexionar y expresar lo que sentimos, pensamos y consideramos útil, ya no para uno individualmente, sino para la colectividad en la que vivimos. Que se me escuche y responda, porque es comunicación, interacción, yo te digo, tú me dices, y entre los dos nos decimos y consensuamos criterios buenos para ambos.
Es ahí donde la participación, aun cuando sea un término muy sociológico, sí tiene necesidad de modelos comunicativos, dialogantes, participativos e inclusivos, en el que no hable uno, sino lo hagan todos.
¿Cómo valora ese proceso en nuestro país?
Lo veo con mucha dificultad. Hace falta una cultura del diálogo, que significa sabernos escuchar, respetar a quien habla, luego poder replicar, y entender. Mirarla en el entendido de una profesión como la nuestra, en la que al periodista se le considera más que productor de información, viéndolo como una persona con determinadas capacidades, habilidades y competencias para dialogar, poner de acuerdo a partes y ser mediador de procesos.
En el plano directo cara a cara y mediático es lo mismo. Para lograr una verdadera participación social ciudadana en los espacios de poder existentes en la base, léase la comunidad, la circunscripción, la FMC, el CDR, los proyectos socioculturales, la gente no puede estar callada, tiene que participar, dialogar.
Desde que empiezan a manifestarse, comienzan a transformarse, a actuar de alguna manera. Necesitamos una cultura de la participación real; estar no es participar; es estar, pensar, proyectar, discutir, asumir, consensuar. Son procesos muy sociológicos y psicológicos, pero la comunicación desde nuestra especialidad puede facilitarlos. Nos entrenamos con ese fin, para sabernos expresar, incluso, representar a aquellos que no tienen la aptitud o la actitud  para comunicarse.
¿Considera que en el nivel gubernamental existe sensibilidad al respecto?
Desde mi modesta experiencia considero que a nivel nacional existe una  sensibilidad que debe permear otros decisores en el país. Por eso me gusta viajar a las provincias, y no quedarme en La Habana, donde muchos organismos centrales del Estado, incluyendo el Partido y el Gobierno, nos piden colaboración.
Ha de extenderse a otros espacios de la sociedad, a los organizacionales e institucionales, incluyendo el familiar. Para no hablar del empresarial, porque si algo tiene que caracterizar a este en Cuba es la participación, pertenece al Estado, lo que es igual al pueblo, y si yo no me siento representado en la toma de decisiones en mi trabajo, con quién se cuenta para echar adelante la organización.
En los inicios del proceso de reordenamiento laboral en Las Tunas, 26 supo de lugares que dejaron disponible al comunicador. 
Es una concepción errada, delata la subestimación a esta figura tan importante, a la cual se le considera gasto y no inversión. Ella no está para promocionarse, o divulgarse; existe, incluso, para lograr internamente mejor clima laboral.
Apenas se le considera capaz de ayudar al nacimiento de la identidad organizacional que haga al sujeto comprometerse con lo que hace y dónde está, fortalezca su cultura y la ideología profesionales y se sienta más desarrollado.
Pero de qué manera capacitamos a la persona sin la comunicación. Al discriminar esta profesión emergente, se cae en el reduccionismo horrible a un ente que sí tiene valores cardinales por desarrollar.  
Es lamentable la incomprensión en el universo empresarial, pero también en otros como las comunidades y organizaciones que ni siquiera consideran su existencia o que la necesitan, no le dan la posibilidad de demostrar su utilidad.
Al mismo  tiempo, como todos aparentemente nos comunicamos, pensamos que cualquiera puede ser comunicador, error. Hoy constituye una profesión con sus particularidades, y en la Isla posee un prestigioso nivel de capacitación desde el pregrado hasta el posgrado, con programas que incluso terceros países adoptan y tenemos muchos estudiantes extranjeros en las aulas de Comunicación Social y Periodismo. Eso hay que respetarlo.
Cómo es posible que ostentemos el reconocimiento internacional a nuestra producción académica y científica, y en el país se subestime.
¿Siente que la academia tiene los pies puestos en la Cuba contemporánea?   Sí, pero debe ponerse más a tono con los tiempos actuales. No es que estemos distanciados de la realidad. Cuba tiene, por fortuna, a diferencia de otras naciones, fuerte vinculación con la práctica, por los propios modelos de formación. Puedo asegurar que existe una respuesta a las necesidades del país en este momento, que sale en las prácticas de producción, los trabajos de diploma, las tesis de maestrías y doctorados.
Reconocemos que el periodismo cubano es otro desde que ha enriquecido sus filas con cuadros y profesionales en activo doctores en ciencias, eso no resulta usual en el extranjero. Lo común en nuestro campo es que la academia y la práctica estén encerradas en sí mismas y no haya diálogo entre ellas.
Me preguntan si estoy satisfecha, no. Mientras haya un sitio en la Isla donde se subestime al periodista, no se le dé la entrevista que necesita, ni se le considere un representante del pueblo; mientras exista un lugar donde se menosprecie al comunicador comunitario o institucional, tenemos mucho por hacer.
Retos de las Ciencias de la Comunicación.
Lo primero, romper el instrumentalismo que caracteriza su profesión, y la marginación que recibe por parte de otras ciencias que no la reconocen, porque existe la polémica de si es ciencia o no.
Esta área de saberes emergentes, imperfecta y en construcción, de las más nuevas incorporadas al concierto de las grandes Ciencias Sociales y Humanísticas, le toca asumir la multidisciplinariedad. Edgar Morin (filósofo y sociólogo francés) dijo que el fenómeno de la comunicación es uno de los más clásicos para llamar a la transdiciplinariedad, donde se rompan las barreras y los feudos de las disciplinas clásicas, científicas y académicas.
Eso invita a que los sociólogos, psicólogos, antropólogos, economistas, físicos, matemáticos, tecnólogos se unan a los comunicólogos y estudiemos ese complejo proceso en esta sociedad, que necesita fortalecer su cultura, la identidad, la  participación social, los diálogos intergeneracionales y entre las organizaciones. Como somos un país diferente, debemos  hacer una comunicación diferente.
¿Qué proyecto la tiene ocupada ahora?
En estos momentos lo que más ocupa mi mente es la gestación colectiva del proceso para transformar el plan de estudio de la carrera de Comunicación Social, en aras de ser consecuente con las necesidades actuales de la sociedad. Queremos entregarle al país un comunicador social mejor formado, más actualizado, competente, hábil, que pueda dar respuesta a esas necesidades y dialogar con el mundo en la medida de lo posible.
¿Ha encontrado en Las Tunas abrazo a sus ideas de superación profesional?
Sí. Hace tres años graduamos de máster a casi 30 profesionales de la comunicación institucional y el periodismo, con el programa de la Universidad de La Habana. Ahora estamos en un diplomado a las puertas de otra maestría, y  gestamos un grupo de aspirantes a doctores en esta ciencia.
Hablamos de personas que están insatisfechas y buscan soluciones para la comunicación hecha aquí. Además, he recibido el apoyo de la Unión de Periodistas de Cuba, la Asociación de Comunicadores Sociales y la Universidad.  
En clases dijo: “No soy una mujer de verdades acabadas”, ¿qué significa?
Siendo consecuente con la formación que recibí, la verdad es muy relativa a condiciones socio históricas determinadas. La ciencia ha demostrado que lo que hoy resulta verdad, mañana puede no serlo.
No soy una mujer de verdades acabadas porque no creo que el conocimiento esté  agotado y mientras haya asuntos por estudiar, analizar, descubrir o construir siempre estaremos expuestos a nuevos saberes. El día que uno piense que se lo sabe todo, muere intelectualmente.

Me gusta estudiar, soy inquieta. He aprendido a ser humilde, a reconocer que todo hombre o mujer tiene algo por enseñarnos. Me nutro de los libros y la experiencia vivida. Cuando se piensa así, no puedes ser una persona cerrada. Trato que esa actitud enriquezca mi percepción de la vida y el trabajo, luego, intento devolvérsela a los estudiantes, sobre todo, el espíritu de la insatisfacción ante el saber.

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