El
privilegio del instante, de un breve tiempo exprimido al máximo, todo para inquietar al público, para hacerlo cavilar,
para que haga una parada en su rutina diaria y se piense, se vea, se pregunte.
Por
esos entresijos anda el performance, que a estas horas tiene en Las Tunas su
casa, con el desarrollo de la IX
jornada de intervenciones urbanas La Pupila Archivada , hija de las
intenciones expresivas de la Asociación Hermanos Saíz aquí. Representantes de
Pinar de Río, Mayabeque, Santiago de Cuba, Granma y Guantánamo, además de la
localidad sede, dan vida al convite.
Cualquier
respuesta ayuda a saber que el experimento cumple con su primera regla: llamar
la atención. Sirve lo mismo una mirada curiosa, que una frase como: “Y ese loco
qué hace con su cuerpo lleno de precios”. Algo así murmuró uno que se quedó
petrificado cuando vio al joven guantanamero Manuel Pastor Céspedes Ramos, pasear
por el bulevar de la ciudad “tatuado” con cifras de venta. Lo siguió hasta la
entrada de la populosa tienda cercana para observarlo allí sentarse y comerse
las páginas de una revisa cultural.
Si
ese tunero continuó viaje pensando en los paralelismos y desproporciones entre
el consumo cultural y comercial, y cómo este último nos absorbe, se habrá
cumplido otra norma sagrada: conquistar la reflexión.
Manuel
es artista plástico, egresado de la primera graduación de instructores de arte,
y dice sentirse muy cómodo y comprometido con este tipo de acciones, fuera de
las galerías.
“Me
parecen súper interesantes, hay temas, inquietudes que como creadores no los podemos
canalizar solamente con la pintura, la escultura y el grabado. La plástica es
más pasiva y tradicional, además de compleja en su descodificación; sin embargo,
en el performance el contenido llega de manera directa, precisa, se asimila
mejor. El arte busca al público”.
Aunque
en el Guaso no resulta algo común, y constituye uno de los pocos de su
generación que la practica, sigue defendiendo esta estética y la usa a veces
como antesala de sus exposiciones, para explorar otras zonas referentes al tema
de las obras dentro de la sala. No le detiene su cariz efímero, “hay mecanismos para que quede registrado, en video,
fotos, pero sobre todo me interesa permanecer en la memoria de la gente”.
Sobre
la existencia de La Pupila
señala: “Eventos así son escasos en Cuba, considero interesante mantenerlo, es
bueno para el pueblo, porque la sensaciones están a flor de piel”.
De
manera parecida opina Félix Carballo Elizalde, director de Gran danza (Granma),
que anda en busca de un nuevo lenguaje en el estilo contemporáneo, dándole más dramaturgia
al baile, sin llegar al teatro, pero sí dejando muy claro lo que el bailarín expresa.
“Encuentros
como este permiten que aquella población alejada de los escenarios pueda entablar
un diálogo más claro con el arte, en nuestro caso con la danza. Las incursiones
performáticas ayudan a que el público aprenda de la necesidad artística del
hombre”.
Carballo
Elizalde ve la corriente defendida por la jornada como un puente de preparación
de los espectadores, la ocasión de alistarse para entender luego propuestas más
complejas. Pero también, como una oportunidad ante los bailarines de acercarse
a su auditorio, de mirarle a los ojos, de conocer qué ha recibido de lo evolucionado.
Su
elenco vino al Balcón de Oriente con la pieza Vagabunda. Una muchacha desanda las esquinas, busca un espacio
donde pueda estar espiritualmente tranquila y en paz, el banco amado; allí
quiere leer su libro y expresar lo que siente sin atormentar a nadie.
La
capacidad de interpretación resulta básica en un argumento tan respetuoso del
yo interior. Precisamente, dicho elemento lo pondera la actriz tunera Liusmila Díaz
Ríos, cuando habla de este universo nada
convencional.
“Para
mí lo principal es el nivel de improvisación que tenemos que alcanzar, porque
sales con una idea, pero la relación con el que te mira va condicionando la
premisa inicial. Cómo reacciono ante los imprevistos que pueda haber, para eso
hace falta superación actoral. Debemos nutrirnos de la respuesta de la gente, y
reaccionar”.
Ella
junto a sus compañeros de la agrupación Kaos Teatro, estrenará minutos antes de
la despedida del evento, La fiesta no
tiene nombre, creación interesada en indagar en la alegría, en la euforia
ante cualquier triunfo de la vida, por pequeño o grande que sea. Lo interesante
será ver a los que pasen por los alrededores sumarse a la honda expansiva.
El
“concierto” de las infinitas fronteras para asumir lo performático que ofrece la Pupila , lo enriquece Tecma,
destacado grupo de teatro callejero de Pinar del Río. Hace siete años nació y
con el paso de los calendarios abrió su espectro. Por eso está aquí con cuatro
de sus 15 integrantes, para obsequiar Premonición
y los sentimientos de alguien por el cuidado del medio ambiente, sus
inquietudes sobre lo que pasará mañana, las posibles degeneraciones, tanto las
sentimentales como las materiales.
“Siempre
tratamos de llevar un mensaje a los espectadores, para ello las personas deben
ir más allá de lo que están mirando, y decidirse a interpretarlo dentro de sí. Le
encuentro a eso un gran valor porque se genera pensamiento”, comenta Luis
Enrique Carmenate Lugo, uno de los actores de Tecma.
Dedicada
ahora a las tres décadas de la organización y el cumpleaños 90 de Fidel Castro,
mantiene vital su sentido, y ojalá logre mayor convocatoria en venideras
ediciones. Siempre hará falta interrumpir para bien, y con arte, el caminar fatigoso
de algún transeúnte.
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