jueves, 10 de marzo de 2016

Varones con fotos de 15: Lo que se “lleva”

En coautoría con Zoila Pérez Navarro


¡Ah! Los 15, tiempo de ensueño, de creer que el universo te toma como su estrella polar, y entonces todo, absolutamente todo, es posible. Eso lo aprendimos de nuestros antepasados. Cuentan que los indígenas latinoamericanos celebraban con ritos la pubertad de las muchachas a sus tres lustros de vida, y los conquistadores españoles les hacían grandes fiestas a las señoritas de esa edad para presentarlas y buscarles pretendientes.
Al sincretizarse ambas culturas se mantuvo señalado este cumpleaños como el último de la niñez en las mujeres. Con el paso de los siglos aparecieron  nuevas prácticas asociadas al festejo, siendo las fotos hoy la más respetada por las familias cubanas.
En cualquier casa resulta común encontrar en alguna pared el retrato alegórico a la fecha, incluso hasta de la misma abuela. Pero ya no son solo “ellas” las que lucen hermosas y dan la bienvenida desde el cuadro. “Ellos” han querido también aparecer.
Y es que, desde hace pocos años, con las olas metrosexuales, los hombres han deshecho varias fronteras que los separaban de las hembras. El rosado ha dejado de ser solo nuestro, así como los aretes, la ropa bien ajustada, las licras y los chores cortos. ¿Por qué no sumar la visita al estudio fotográfico cuando llegan las 15 primaveras?

EL DERECHO DE ELLOS
“Yo siempre quise tirarme fotos. Eso se lleva y nunca he andado con complejos; es una decisión que no me hace menos masculino. Actualmente, por vías como Facebook, una imagen sirve hasta para hacer amigos. Ansié que quedaran bien bonitas, es cuestión de estar conforme con el porte de uno y congelarse así para el futuro”, dice Enmanuel López Desdín, de 17 años.
Para Jorge Batista González, que festejará en mayo la ocasión, resulta de igual manera un asunto de moda: “Me decidí porque ya hay otros que lo han hecho y quiero tener el recuerdo. Es lo mismo que los pelados y las ropas que ahora nos ponemos.  Así, con esos colores y formas, nos vemos mejor”.
Como él, Félix Machado Burgueño y Cristian Labrada Enrique, también púberes de noveno grado, manifestaron interés por atesorar su aspecto actual en formato digital e impreso.
Muchas veces la petición de la familia interviene. Es el caso de Oscar Parra García, quien hace un par de calendarios posó frente a las cámaras muy entusiasta. “Aunque fue idea de mi mamá acepté rápido. No sentí nada de agotamiento, me porté mejor que algunas muchachas porque lo disfruté mucho. Saqué 15 fotos y la mayoría me encanta. Quisiera repetir la experiencia, quizás no espere a los 18 o a casarme”, confiesa.
Su compañero de aula Adrian solo guarda cinco, las considera suficientes para rememorar la fecha. Complació a sus seres queridos y terminó agradeciéndolo. “Cuando tenga hijos varones los animaré a hacerlo”, expresa.
Algo parecido piensan Manuel Alejandro Felipe y Luis Zaldívar. El primero accedió a enviar las instantáneas a sus padres que cumplen misión en Brasil. “Para mí es normal, como cualquier otro cumpleaños. Me gustó cómo quedé, con ropas y poses distintas. Y mi abuelo, que sí me regañó por el pelo pintado, estuvo de acuerdo en esto, menos mal. Si en el tiempo de mis hijos se usa, lo aceptaré”.
Luis cuenta que la idea vino de su madre, pero él quiere convertirla en hábito familiar: “Aunque hay quien siga creyéndolo cosa de niñas o una bobería me parece que predomina una mentalidad más abierta. Si hay modelos varones hace mucho, ¿cuál es la diferencia con que nos fotografiemos? Entre las del contrato incluimos una con mi hermanito. Así se va preparando para las suyas”.
Pero su tocayo, Luis Enrique Prieto Contreras no está de acuerdo con lo de llenar un álbum. “Nunca he pensado en tirarme fotos de 15, no aspiro a eso. No. Quiero hacerme pocas y normales, de mi cumpleaños, para en el futuro acordarme de ese día. Varios muchachos exageran para lucirse”.
A él le faltan dos años, así que el final de su historia todavía no la sabemos. Puede sucederle como a Daniel de Jesús, que es algo tímido y terminó convencido. Su papá, José Norlan Peña Ojeda, nos contó los argumentos que esgrimieron en el hogar.
“Debemos adaptarnos al momento. En mi época eso no se veía, pero ahora es usual y nada como unas instantáneas bien hechas para eternizar el pasado de una persona, más en la fase de la vida en la que hay mayor belleza. Todo eso tuvimos que decirle, porque no quería ni oír hablar del tema”, explica riendo, y muestra orgulloso lo bien que quedó su pequeño.
Igualmente piensa Yaumara González, la madre de Jorge Batista. “Hay que pensar contemporáneo. Si las hembras lo hacen, ¿por qué ellos no, si también cumplen 15? Lo hallo normal y he visto que salen bellos. El papá, hasta ahora, no ha dicho nada. Quiero tirarle cuatro o cinco y solicitar una ampliación. Él prefiere muchas, pero le dije que no. Está esperando su fiesta como cosa buena”.
Al ser profesora ella siente que se ha adaptado con facilidad al pensamiento de los adolescentes: “El arete, el pelado, el tatuaje…, una le va imponiendo que no y que no, pero terminamos perdiendo esa pelea, pues llega el momento en el   que ellos deciden por sí mismos. Mientras están a nuestro lado debemos guiarlos lo mejor posible, y al adolescente hay que apoyarlo bastante, si no se pierde. Lo adecuado es soltar por un lado y recoger por el otro”, asegura. 
¿UN NUEVO VARÓN?
En sus más de cuatro años trabajando como fotógrafo de la casa Sarduy, en la capital provincial, Alejandro Aguilera Travieso ha percibido la evolución del fenómeno.
“Antes acudían aquí las madres, principalmente, -reflexiona- y pedían una ampliación o escasas fotos con algo clásico, un traje por ejemplo. Es el estilo que siempre se usó en la etapa colonial y en otros países.
“Pero ahora cada año vienen más muchachos y ya es una cuestión de moda, de tendencia, de que unos a otros se imitan y así generalizan este nuevo hábito que ha roto con la vieja tradición. Vienen igual que las hembras, con su ropa comprada para la ocasión y planes de ir a exteriores, incluso la playa. Ya apenas hay diferencias entre la actitud de ellos y ellas. Eso sí, nosotros les buscamos poses bien fuertes para marcar su masculinidad”.
Está claro que el hombre del presente dista mucho del ideal de nuestros abuelos, tan ajenos a besos en la cara entre chicos y cejas arregladas. Mas el ser humano evoluciona y la visión hegemónica de un macho lejos de los prototipos de belleza femeninos se ha debilitado.
Pero ahí, en la estética, ha quedado esta liberación masculina. Como advierten los expertos en la temática, no es igual a la que ocurrió con las mujeres, que conquistaron, a la vez que pantalones y camisas, puestos de trabajo y espacios sociales que les eran ajenos. Ojalá en almanaques venideros cale más en lo ideológico.
Incluso, para nuestros entrevistados aparentemente más modernos, las instantáneas deben resaltar musculatura, poses agresivas o miradas de donjuán, en correspondencia con la actitud que el patriarcado designa para los varones. Están tan estereotipados como las féminas, a quienes se les explota su lado sensible o sensual.
Más allá de prejuicios sexistas, en esta cruzada gráfica de los chicos a los 15  late el mismo peligro que en la experiencia de las jovencitas: la presión que afecta a familias menos favorecidas económicamente, al no tener el suntuoso presupuesto necesario para cumplir el sueño.
Este equipo concuerda con el Doctor en Ciencias Históricas Julio César González Pagés, voz prestigiosa en temas de masculinidad, cuando afirmó a Juventud Rebelde en el 2013: “Me gustaría que en el futuro, tanto para hombres como para mujeres, sin este lado fastuoso y de recargar roles tradicionales, se puedan celebrar los 15 como ese símbolo de tránsito a la madurez.
“No se debe censurar el festejo, sino reconceptualizarlo, sin perder ese lado lúdico. Que los regalos sean mucho más prácticos, y que hagan a los adolescentes más responsables ante la nueva etapa de su vida. Por ejemplo, se le pudiera dar al joven la llave de la casa, como un símbolo de independencia”.
Si lo varones quieren y pueden tirarse fotos, hacer fiesta, ¡qué lo hagan!, pero que ello no implique ostentación y frivolidad, sino el deseo de no olvidar su decimoquinto cumpleaños, ese que marcó la hora de crecer.    

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