¡Ah! Los 15, tiempo de ensueño,
de creer que el universo te toma como su estrella polar, y entonces todo,
absolutamente todo, es posible. Eso lo aprendimos de nuestros antepasados. Cuentan
que los indígenas latinoamericanos celebraban con ritos la pubertad de las muchachas
a sus tres lustros de vida, y los conquistadores españoles les hacían grandes
fiestas a las señoritas de esa edad para presentarlas y buscarles pretendientes.
Al sincretizarse ambas culturas
se mantuvo señalado este cumpleaños como el último de la niñez en las mujeres.
Con el paso de los siglos aparecieron nuevas prácticas asociadas al festejo, siendo las
fotos hoy la más respetada por las familias cubanas.
En cualquier casa resulta común
encontrar en alguna pared el retrato alegórico a la fecha, incluso hasta de la
misma abuela. Pero ya no son solo “ellas” las que lucen hermosas y dan la
bienvenida desde el cuadro. “Ellos” han querido también aparecer.
Y es que, desde hace pocos años,
con las olas metrosexuales, los hombres han deshecho varias fronteras que los
separaban de las hembras. El rosado ha dejado de ser solo nuestro, así como los
aretes, la ropa bien ajustada, las licras y los chores cortos. ¿Por qué no sumar
la visita al estudio fotográfico cuando llegan las 15 primaveras?
EL DERECHO DE ELLOS
“Yo siempre quise tirarme fotos. Eso
se lleva y nunca he andado con
complejos; es una decisión que no me hace menos masculino. Actualmente, por
vías como Facebook, una imagen sirve
hasta para hacer amigos. Ansié que quedaran bien bonitas, es cuestión de estar
conforme con el porte de uno y congelarse
así para el futuro”, dice Enmanuel López Desdín, de 17 años.
Para Jorge Batista González, que festejará
en mayo la ocasión, resulta de igual manera un asunto de moda: “Me decidí
porque ya hay otros que lo han hecho y quiero tener el recuerdo. Es lo mismo
que los pelados y las ropas que ahora nos ponemos. Así, con esos colores y formas, nos vemos
mejor”.
Como él, Félix Machado Burgueño y
Cristian Labrada Enrique, también púberes de noveno grado, manifestaron interés
por atesorar su aspecto actual en formato digital e impreso.
Muchas veces la petición de la familia
interviene. Es el caso de Oscar Parra García, quien hace un par de calendarios
posó frente a las cámaras muy entusiasta. “Aunque fue idea de mi mamá acepté
rápido. No sentí nada de agotamiento, me porté mejor que algunas muchachas
porque lo disfruté mucho. Saqué 15 fotos y la mayoría me encanta. Quisiera
repetir la experiencia, quizás no espere a los 18 o a casarme”, confiesa.
Su compañero de aula Adrian solo
guarda cinco, las considera suficientes para rememorar la fecha. Complació a sus
seres queridos y terminó agradeciéndolo. “Cuando tenga hijos varones los
animaré a hacerlo”, expresa.
Algo parecido piensan Manuel
Alejandro Felipe y Luis Zaldívar. El primero accedió a enviar las instantáneas a
sus padres que cumplen misión en Brasil. “Para mí es normal, como cualquier
otro cumpleaños. Me gustó cómo quedé, con ropas y poses distintas. Y mi abuelo,
que sí me regañó por el pelo pintado, estuvo de acuerdo en esto, menos mal. Si en
el tiempo de mis hijos se usa, lo aceptaré”.
Luis cuenta que la idea vino de
su madre, pero él quiere convertirla en hábito familiar: “Aunque hay quien siga
creyéndolo cosa de niñas o una bobería me parece que predomina una mentalidad
más abierta. Si hay modelos varones hace mucho, ¿cuál es la diferencia con que
nos fotografiemos? Entre las del contrato incluimos una con mi hermanito. Así
se va preparando para las suyas”.
Pero su tocayo, Luis Enrique
Prieto Contreras no está de acuerdo con lo de llenar un álbum. “Nunca he
pensado en tirarme fotos de 15, no aspiro a eso. No. Quiero hacerme pocas y
normales, de mi cumpleaños, para en el futuro acordarme de ese día. Varios
muchachos exageran para lucirse”.
A él le faltan dos años, así que
el final de su historia todavía no la sabemos. Puede sucederle como a Daniel de
Jesús, que es algo tímido y terminó convencido. Su papá, José Norlan Peña Ojeda,
nos contó los argumentos que esgrimieron en el hogar.
“Debemos adaptarnos al momento.
En mi época eso no se veía, pero ahora es usual y nada como unas instantáneas bien
hechas para eternizar el pasado de una persona, más en la fase de la vida en la
que hay mayor belleza. Todo eso tuvimos que decirle, porque no quería ni oír
hablar del tema”, explica riendo, y muestra orgulloso lo bien que quedó su
pequeño.
Igualmente piensa Yaumara
González, la madre de Jorge Batista. “Hay que pensar contemporáneo. Si las
hembras lo hacen, ¿por qué ellos no, si también cumplen 15? Lo hallo normal y he visto que salen bellos. El
papá, hasta ahora, no ha dicho nada. Quiero tirarle cuatro o cinco y solicitar una
ampliación. Él prefiere muchas, pero le dije que no. Está esperando su fiesta
como cosa buena”.
Al ser profesora ella siente que se ha adaptado con
facilidad al pensamiento de los adolescentes: “El arete, el pelado, el tatuaje…,
una le va imponiendo que no y que no, pero terminamos perdiendo esa pelea, pues
llega el momento en el que ellos deciden por sí mismos. Mientras
están a nuestro lado debemos guiarlos lo mejor posible, y al adolescente hay
que apoyarlo bastante, si no se pierde. Lo adecuado es soltar por un lado y
recoger por el otro”, asegura.
¿UN NUEVO VARÓN?
En sus más de cuatro años trabajando como fotógrafo de
la casa Sarduy, en la capital provincial, Alejandro Aguilera Travieso ha
percibido la evolución del fenómeno.
“Antes acudían aquí las madres, principalmente,
-reflexiona- y pedían una ampliación o escasas fotos con algo clásico, un traje
por ejemplo. Es el estilo que siempre se usó en la etapa colonial y en otros
países.
“Pero ahora cada año vienen más muchachos y ya es una
cuestión de moda, de tendencia, de que unos a otros se imitan y así generalizan
este nuevo hábito que ha roto con la vieja tradición. Vienen igual que las hembras,
con su ropa comprada para la ocasión y planes de ir a exteriores, incluso la
playa. Ya apenas hay diferencias entre la actitud de ellos y ellas. Eso sí, nosotros
les buscamos poses bien fuertes para marcar su masculinidad”.
Está claro que el hombre del presente dista mucho del
ideal de nuestros abuelos, tan ajenos a besos en la cara entre chicos y cejas
arregladas. Mas el ser humano evoluciona y la visión hegemónica de un macho lejos
de los prototipos de belleza femeninos se ha debilitado.
Pero ahí, en la estética, ha quedado esta liberación
masculina. Como advierten los expertos en la temática, no es igual a la que ocurrió
con las mujeres, que conquistaron, a la vez que pantalones y camisas, puestos
de trabajo y espacios sociales que les eran ajenos. Ojalá en almanaques
venideros cale más en lo ideológico.
Incluso, para nuestros entrevistados aparentemente más
modernos, las instantáneas deben resaltar musculatura, poses agresivas o
miradas de donjuán, en correspondencia con la actitud que el patriarcado
designa para los varones. Están tan estereotipados como las féminas, a quienes se
les explota su lado sensible o sensual.
Más allá de prejuicios sexistas, en esta cruzada gráfica
de los chicos a los 15 late el mismo
peligro que en la experiencia de las jovencitas: la presión que afecta a
familias menos favorecidas económicamente, al no tener el suntuoso presupuesto necesario
para cumplir el sueño.
Este equipo concuerda con el Doctor en Ciencias Históricas Julio César González Pagés,
voz prestigiosa en temas de masculinidad, cuando afirmó a Juventud Rebelde en el 2013: “Me gustaría que en el futuro, tanto
para hombres como para mujeres, sin este lado fastuoso y de recargar roles
tradicionales, se puedan celebrar los 15 como ese símbolo de tránsito a la
madurez.
“No se debe censurar el festejo, sino
reconceptualizarlo, sin perder ese lado lúdico. Que los regalos sean mucho más
prácticos, y que hagan a los adolescentes más responsables ante la nueva etapa
de su vida. Por ejemplo, se le pudiera dar al joven la llave de la casa, como
un símbolo de independencia”.
Si lo varones quieren y pueden tirarse fotos, hacer
fiesta, ¡qué lo hagan!, pero que ello no implique ostentación y frivolidad,
sino el deseo de no olvidar su decimoquinto cumpleaños, ese que marcó la hora
de crecer.
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