Viviré, quizás, la última ocasión que me
llamarán ante muchos: periodista joven. La Upec ha convidado a bisoños miembros del gremio a
encontrarse, a decir lo que piensan de la organización, a que cuenten de
triunfos y frustraciones en su corto tiempo laboral.
Nos llama a la opinión y el aporte; no solo
a movilizar las fibras del periodismo cubano, tan urgido de estremecimientos y
despertares, sino también a pensar en este país nuestro, que imagino, duerma
cada noche con mucha sosobra bajo la almohada pues tiene ante sí disímiles
retos, entre ellos ser una nación que no vea marcharse lejos a tantos de sus
más imberbes hijos, porque según dicen: “Aquí no tenemos futuro”.
La juventud de hoy, acusada de poco
comprometida con Cuba, no tiene mucha paciencia, ni quiere escuchar el discurso
de “pasos al frente”. Son otras nuestras circunstancias, otros los contextos
que nos han forjado, con carencias por todos lados, en el bolsillo, la mesa, el
escaparate, y lo peor, en el alma, porque el “sálvese quien pueda” impuso su
ley en ese grito de horror llamado Período Especial, y las secuelas deambulan
entre nosotros y lo seguirán haciendo.
Pero a unos cuantos de esos jóvenes la fe
en Cuba de algún modo se nos salvó, no pretendemos dejarla atrás, deseamos
contribuir a que sea mejor: queremos participar. Pero eso sí, ella debe escucharnos y dar
señales de que lo hace. No se trata de una obligación, sino de un deber si de
futuro queremos hablar.
Una de esas señales, claro está, sería el
salario, pero ya sabemos que tal decisión no se determina en nuestras manos.
Sin embargo, la dinamización de la
prensa cubana en alguna medida sí. Y al respecto, de manera brillante, varios
estudiosos bien conocidos por todos han señalado las rutas propicias para
encontrar esa especie de tierra prometida. Ahora la pregunta es cuándo
empezaremos a ver hechos concretos.
Todo el sector, pero especialmente los
jóvenes, estamos urgidos del cambio en esas dinámicas que impiden en demasía la
autonomía de los medios, incluyendo, por supuesto, la autocensura de directivos
y reporteros; y que nos deja en un adormecimiento dañino, del cual solo puede
salir una mirada pobre y repetitiva de la sociedad.
Pero ¿los jóvenes estamos preparados para
esa dinamización? ¿Integrarse, aportar, solo consiste en darnos más espacio,
recibirnos y moldearnos en un ambiente creativo? No, demasiadas lagunas
académicas y de toda índole nos persiguen acabados de salir de las aulas.
Debemos conquistar nuestro lugar, pero sin conocimientos no se puede llegar
lejos.
La Upec puede influir más en la calidad de la
enseñanza, que exhibe hoy serias carencias, tantas que una llega a asustarse y
en apartados tan simple como la extensión de un reportaje te encuentras desfases
totales entre la academia y la praxis. La universidad debe contribuir en mayor
medida a experimentar lo hermoso y difícil de la profesión, a reconocer su
dimensión social.
Porque luego llega el recién graduado al
medio de prensa con pajaritos en la cabeza y para colmo se le olvida, a él y a
todos, que aún está en formación, y ese
acompañamiento primero de manos de un periodista de más experiencia termina en
una buena historia de ficción.
A muchos les pasa que los envían al
Servicio Social a un lugar en el que no
pidieron estar porque sus aptitudes e intereses son otros, y entonces los
conflictos aumentan.
De igual manera escasean las oportunidades
de desarrollo profesional a no ser que optes por la consabida marcha para
capital de la nación. Ante los ojos se pinta como la fórmula mágica. Y ¿por
qué?, si algunos queremos contar la vida del lugar donde estamos. Pero a veces es irse o
estancarse, demasiadas trabas para un proyecto de vida serio.
Pero si en el trabajo no nos sentimos
escuchados, protegidos y solo cumplimos órdenes, cual militares, y el
secretismo hace lo suyo, así como la muy mala gestión de la información de los
directivos periodísticos y la poca comprensión de nuestro deber y compromiso
por parte de los funcionarios partidistas y de otra índole, se dibuja una
neblina difícil de traspasar.
De no cambiar los tonos de este panorama,
corremos el riesgo de que los más noveles terminen conformándose y repitiendo
los patrones cancerosos de cómo hacer periodismo sin hacerlo.
La Upec puede apoyar también a la preparación de
los que una vez graduados y porque no había más nadie para hacerlo, se
enfrentan a secciones especializadas. Son solo estas algunas ideas escritas en
una guagua camino a La
Habana. Integro la delegación tunera al Encuentro de Jóvenes Periodistas. Tranquilos que regreso.
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