Los
profesores pensaron que ahora sí: “El suceso del año pasado, con los seis niños
de Puerto Padre que no quisieron venir, seguro fue más por la lejanía”. Esa
esperanza se les coló dentro, aun cuando los instructores de arte lo expresaron
muy claro entonces: “La mayoría no va porque sus papás tienen miedo que se vuelvan
maricas”.
Responsables
de hacer las pruebas de aptitud para entrar en danza a la escuela vocacional de arte El Cucalambé (EVA), los maestros estaban ante un grupo de varones más
numeroso que del 2014, y creyeron que la historia no se repetiría. Pobres.
Debían entrar ocho al plantel y en la actualidad a solo cinco encontraremos en
las aulas.
Cuando
ya habían pasado la prueba principal de condiciones físicas y notificado su
gusto, unos 10 infantes se arrepintieron. Otra vez, en muchos casos, como fue
comprobado por los propios examinadores, el padre se insultó al escuchar la
idea de su hijo.
Comenzado
el curso, la Dirección Nacional
de la Enseñanza
Artística le dio al centro tunero un tiempo extra para
encontrar a los tres pequeños que faltaban en la matrícula. Allá marcharon otra
vez los especialistas en busca de sus pupilos por diversos colegios, encontraron
candidatos, y aunque esto parezca el cuento de nunca acabar, usted debe saberlo
lector: nuevamente en casa creyeron a la danza una corruptora de la hombría.
Y
ahí está, con 8 niñas y coja de varones, el aula de primer año de la
especialidad, que en nuestra provincia solo tiene nivel elemental. Como no ha
sido posible igualar los “bandos”, para el año próximo la planificación de este
aprendizaje solo ha aceptado seis en cada sexo.
Tal
panorama dibuja sus contornos cuando la escena de la danza contemporánea anda
en Las Tunas de mal en peor, de hecho la compañía de este corte en el
territorio, Emovere, está en proceso de reorganización. En materia profesional,
solo la folclórica Onilé se mantiene vigorosa.
Escasean
los referentes locales, tan importantes en el crecimiento artístico; pero los
“profes” no se dan por vencidos en el intento de fortalecer la enseñanza aquí.
Promueven intercambios con otras escuelas del país y organizan un concurso para
estudiantes; sin embargo de nada valen sus esfuerzos si el machismo y la
homofobia siguen dejando su funesta huella y no hay educandos en el tabloncillo.
Por
suerte no todos los progenitores dejan que tanto estereotipo asociado a la
masculinidad, les nuble el juicio llevándoles a clausurar el sueño de sus párvulos,
abusando de su poder de decidir por ellos. ¿Quién sabe si entre los
“despejados” había algún Carlos Acosta o José Manuel Carreño, hombres gloriosos
de este universo en Cuba?
Erick,
Jesús y Norge, alumnos de quinto año de danza en la EVA , le contaron a La Rendija sus vivencias. De ellos el único que
tuvo problemas en el hogar fue Jesús, su papá dijo que no, pero cuando lo vio
en una actuación se emocionó y le otorgó el permiso. Los otros dos recibieron
un apoyo ejemplar de los suyos.
Pero
esa compresión en ningún caso se trasladó a sus círculos sociales, los
amiguitos del barrio se mofaban llamándoles a los tres Alicia Alonso y gallinita.
No debió ser fácil para ellos, aun así persistieron. “Deja que seamos famosos”,
dicen sonriendo y es la manera de enfrentarse a sus inmaduros congéneres.
¿Puede
la práctica de ballet o de cualquier otro estilo convertir a alguien en
homosexual? ¿Ser ingeniero o constructor “salva de ese mal”? NO, la preferencia
sexual es una decisión que si está tomada llegará como quiera. El bailarín
puede o no ser gay, como mismo lo puede un barrendero o un ministro.
De
hecho si nos llevamos por el ejercicio físico, tan relacionado a lo viril, el
hombre en este campo debía ser visto diferente, porque su cuerpo está muy bien
entrenado.
¿Tiene
sexo la danza? Imposible. Sobre la escena solo vemos cuerpos confundiéndose entre
los movimientos, que pueden redundar en una experiencia trascendental para el
espectador sensible, que a esa hora no se pregunta si quienes danzan son
homosexuales o mujeres y hombres “probados”. Solo quieren sentirlos y llamarlos
artistas. En eso debían pensar los
padres.
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