Compromiso,
vocablo que merece respeto. No podemos empeñar en vano nuestra palabra. Bueno,
por lo menos eso fue lo que a mí me enseñaron desde niña.
Debemos
ser muy cuidadosos con lo que prometemos. Es repudiable decir que sí solo por salir
del paso y quitarnos momentáneamente de arriba el problema. Y digo
momentáneamente, porque ese fantasma vuelve más tarde o más temprano y te pone
sin misericordia ante tu falta de carácter.
Algo
así está sintiendo el universo cultural tunero por la no publicación en tiempo
de los textos ganadores del Concurso Cucalambé en Décima Escrita. Lo sucedido en
este caso no es culpa de un juramento sin respaldo, hecho al libre albedrío,
pues se trata de una lid que desde la década del 90 del pasado siglo ofreció como
parte del lauro, la salida a la luz de los cuadernos premiados.
Aquí,
el dilema tiene que ver más, a mi entender, con que los responsables del
certamen: la dirección de Cultura en el territorio, la Casa Iberoamericana
de la Décima y
el Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL), no se han unido lo suficiente
en la lucha por sacar a flote los títulos. Y “bien” estaremos, como estamos, si
dejamos el cumplimiento en las manos de los recursos que deben llegarle por la
nación al CPLL. Provisiones que, pasado medio año, pueden perfectamente brillar
por su ausencia debido a distintas causas.
Los
lunares más estridentes respecto al tema en cuestión se evidenciaron a partir
del 2013, cuando la joven Liliana Rodríguez mereció el “Cucalambé” y su obra Crepusculares solo ahora en el 2015 estará
con amplitud entre los lectores. Problemas de diseño limitaron la tirada
inicial y después la rueda de las carencias hizo de las suyas.
Tanta
piedra en el camino de esas páginas rompieron las ilusiones que nos hicimos
muchos, al anunciar los organizadores de la justa el interés de llevar el texto
a la Feria del
Libro habanera en el calendario siguiente a su triunfo. Ello implicaba una
estrategia de promoción más eficiente, pues hasta ese momento (y así es aún), dicho
volumen llegaba a la notable cita luego de un año y medio de la premiación.
Crepusculares, aunque
en dosis mínimas, y con defectos en su visualidad logró estar en la Jornada Cucalambeana
del 2014, festejo que siempre pondera la presentación de los títulos
victoriosos como un momento importante.
No
corrieron igual suerte Aspavientos
de Herbert Toranzo e (In)mutaciones del
solitario de Miguel Mariano Piñero, vencedores en esa convocatoria del
guateque mayor. Debieron hallarse en el jolgorio del 2015 ante los ojos de los
participantes y fue imposible. De hecho el CPLL, como nunca antes el galardón había
sido compartido, manifiesta que solo se responsabiliza por uno, para el otro no
tiene insumos. Y aunque no lo ha dejado desprotegido, y labores como el diseño
de cubierta y la edición ya fueron realizadas, ¿qué pasara con ese volumen?
Hablamos
del lauro que aún se considera el más importante de su tipo en el país, guirnalda
que después de pasar la penuria de cesar por un año porque le fue cancelado su respaldo
en metálico, encontró una vía de supervivencia pagando a los vencedores recitales
de poesía por toda la provincia. Está lejos de ser la solución ideal, pero por
lo menos da señales de vida. Sin embargo, tanta lucha por ahuyentar la muerte
se ve disminuida si también la publicación de los libros enfrenta tantas
dificultades.
La
seriedad del premio comienza a estar en tela de juicio. Todas las fuerzas
posibles deben unirse para que sus cuadernos gocen de absoluta protección. Una
herencia dorada de la décima exige la debida reverencia en la tierra de Juan
Cristóbal Nápoles Fajardo.
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