jueves, 9 de abril de 2015

Un desobediente llamado Carlos Esquivel



La lista de premios nacionales e internacionales, sus 22 textos publicados, las críticas elogiosas y otros tantos inventarios bastarían quizás para saber quién es Carlos Esquivel, pero usted no permita que esos rastros lo alejen de lo que no puede dejar de hacer: leerlo.  
La 24 Feria Internacional del Libro en Las Tunas estuvo dedicada a este importante autor. La Rendija no quiso perder la oportunidad de ir tras algunas señas que nos ayuden a descifrar su perenne osadía literaria.
Siempre tiene que haber pelea dentro de ti, después hacia afuera, eso es la literatura. Así dijiste, entonces ¿vives en combate?  
El escritor siempre tiene batallas que enfrentar, desafíos que cumplir, la competencia ocurre en una perpetua caída al interior. El caos, el orden del caos accidenta la travesía donde la apuesta del escritor es que tiene que estar decir la verdad, sea cual sea.
La verdad de la literatura, es la del hombre enfrentado a una realidad;  enfrentado a los problemas del prójimo, a un caos interior que a veces procura, pretende y a la misma vez provoca el verdadero desafío del escritor; esa pelea que es una total, perenne, y que distiende otros desafíos tan normales para los demás. La literatura es, debe ser, un enfrentamiento a muerte contra la mentira.

Estás en uno de tus mejores momentos creativos.  
Sí, ahora necesito tiempo para demostrármelo a mí mismo. Pero indudablemente vivo como una suerte de “momento divino” que me trasciende, ocupa y busca, como si las palabras dijeran no te puedes escapar, ya somos tuyas, haz lo que quieras con nosotras. Ese momento resulta, por supuesto, una prolongación de muchas cosas que a veces no son tan felices y otras, no tan infelices. En ese sentido existencial transcurre el verdadero proceso de creación de mi vida.
Eres un gran desobediente, tu obra te descubre.
La desobediencia en el arte implica correr riesgos que no todos se atreven a correr, no solo porque estás atravesando esa cuerda floja y en ella va una seria propuesta de experimentación, de audacia formal, estilística, estructural, sino porque uno sabe que se aparta de una especie de manada sagrada, esa que controla la jerarquización, la legitimación de un proceso cultural determinado.
A mí me gusta estar siempre en lo que yo llamaría la resistencia, hecha  desde los valores y los principios culturales que más me importan, los que en un proceso social defienden al hombre y lo tienen ubicado para prolongar el entendimiento, la comunicación más sincera entre todos los habitantes de la sociedad.
Cualquiera pudiera pensar que la literatura es una bendición, pero has dicho que cuando escribes estás irremediablemente maldito.
No creo que escribir sea un acto glorioso, o uno feliz, es como una carga a ratos tortuosa, pudiera decir a ratos también de alivio. Cuando escribes comprometido con esa  verdad, estás escribiendo para el otro que sufre, para el otro que está renegado o que necesita tu palabra con una urgencia  especial. Entonces, la verdadera maldición ocurre cuando no ocurre la literatura; la verdadera maldición está fuera de uno, pero trato de atraparla con las armas más poderosas que tengo, las de la bendición cultural.
A Guillermo Vidal le preguntaron por su carrera desde “provincia” y contestó: Ahí está mi obra. Y no dijo más. ¿Tú que dirías?
Todas las obras se escriben desde provincia, desde municipio, y todas se escriben y no puede ser de otra manera, desde el individuo conectado con una realidad que lo supera o no, conectado a una urbanidad o ruralidad que lo supera o no. El individuo es el que importa, esté donde esté, viva donde viva, trascienda o no .
A la altura de 22 libros, ¿piensas que tus padres hayan entendido que no podías ser más que escritor?
Creo que todavía no lo entienden muy bien, pero ese es también uno de mis  grandes desafíos, que mi familia, mi hijo puedan entender que no supe hacer algo mejor, y que aún así todavía estoy creyendo que no pude hacer algo mejor.

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