El
pequeño Gian poco a poco va ganando confianza con sus nuevos “juguetes”, por
cierto, muy diferentes a los otros. No se parecen a sus carritos multicolores,
animales de plástico o al viejo caldero que a cada rato le roba a la abuela,
olvidándose de todos los sofisticados entretenimientos que le rodean.
La
24 Feria Internacional del Libro trajo a casa esas novedades. Y es que mamá
intenta inculcarle el apego por la lectura, puede que lo logre y quién sabe si
algún día cuando Giancito sea famoso declare a la prensa: “El gusto por leer me
lo enseñó mi familia”. Quién sabe. Por
lo pronto, deseemos larga vida a los noveles “inquilinos” entre sus manos y
sueños.
Una
pequeña buena historia de las varias que ojalá haya incentivado en los hogares
tuneros la gran cita literaria, la cual, para borrar la amargura de la anterior
convocatoria, vino parapetada de una amplia legión de propuestas, y las
expectativas se cumplieron.
Por
fin decimos que el público pudo elegir, dejarse sorprender, sentir que valió la
pena hacer la cola. Todavía el domingo quedaban diccionarios básicos escolares,
aun cuando resultaron por mucho los textos más vendidos. Por fin tuvimos una
fiesta, no un disgusto.