Iba
para el teléfono. Desde el otro lado de la línea me contestarían: “Estoy
devastado. Perdió Argentina”. Y mientras más me acercaba a esas palabras de
absoluto dolor, (sí, porque cuando llevas muy dentro a tu equipo, quieres morir
ante la derrota, incluso si hay quien ingenuamente no deja de decirte: piensa,
es solo un partido) cierto joven en bicicleta pasó por mi lado a toda
velocidad.
Alguien
alcanzó a preguntarle: “Oye ¿y esa carrera?” El eco de su voz trajo la
respuesta: “A pagar 100 pesos de una apuestaaaaaaa, yo le iba a Messiiiiiii.”
El cuerpo del muchacho se hizo un punto lejano en la carretera y su contesta
encendió los comentarios a lo largo de la calle. Hasta llegar a la pública escuché varias historias de montos
perdidos o ganados.
La
verdad, esas vivencias que no busqué conocer y quizás hubiera preferido
ignorar, terminaron de esculpir el otro “Mundial” que, a juicio de las tantas
anécdotas escuchadas desde el inicio de la competencia, sospecho se jugó en algunos
barrios de mi provincia, mientras Brasil convidaba al mundo a dejarse llevar por una
bella palabra: gol.
El
mundial de las apuestas, de los mercaderes de sentimientos, quienes en vez de
camisetas de sus selecciones usan bolsillos. En su actuar lo que predomina es
un pronóstico sobre otro, con el consabido pago al vencedor, y no el deseo loco
e inquebrantable de ver ganar a sus
jugadores preferidos, en un acto de sincero amor al fútbol.
Miro
mi casa con sus pendientes constructivos y me pregunto quién acumula tanto dinero para derrocharlo así, y claro que
existen (no faltan aquellos que sin poseerlo igual lo gastan en esto), pero no
les parece a ellos que bastante tiene el más universal de los deportes con la crápula
de la FIFA, para que también los ¿aficionados? conspiren en contra de la poca
humanidad que le queda.
Lo
cierto es que esta práctica no tiene fronteras temáticas ni desembolso definitivo.
En el béisbol dicen hay una larga “tradición”, y no faltan seguro quienes han
hecho una “carrera” en los naipes, el dominó, la chapilla… posiblemente hasta
en el estado del tiempo.
La
ley tipifica la apuesta dentro de los llamados juegos ilícitos, aun cuando
alguien pueda argumentar que con su dinero hace lo que quiera. A lo mejor por
pensar así, es que no veo a nadie escondiéndose para consumar el hecho. El
pudor ya se erige quimera.
Entre
las partes más lamentables del asunto destaca que a veces el trato no termina
bien, el final es un ajuste de cuentas y la violencia se contonea a su aire.
Ruleta rusa, lid de probabilidades, solo vale la adrenalina, no importa si ese
día en casa no se almorzó o si el vecino no tiene ni para el pan de la bodega.
Los negocios necesitan la mente fría.
Argentina estuvo a muy poco de ganar el Mundial. Cuando Messi dio esa
última y desquiciada patada a la Brazuca, millones de corazones se quebraron en
dos, incluso el de aquel muchacho que iba a toda velocidad en bicicleta, pues
había perdido los únicos 100 pesos sobrevivientes en su cartera. Por suerte
otros morirían de tristeza, única y exclusivamente, por haber apostado al juego
limpio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario