Es
raro, muy raro, que alguien de Occidente se mude para Oriente. Él lo hizo y le
dijeron, como podía esperar, loco y aquello de “¡piénsalo bien, muchacho!”.
Dejó a su Matanzas natal y vino a parar a Las Tunas. Aquí nació su primer hijo
y ya nada resultó más importante.
Puerto Padre lo adoptó, y poco a poco se sintió parte de esa “pequeña ciudad
maravillosa. Con el mar que uno necesita para escribir, con un movimiento
cultural y poético notable”. Obviamente, no faltaron las discrepancias, pero las
“enfrenté desde una postura revolucionaria”, aclara.
En
términos profesionales asumió la presidencia de la Asociación Hermanos
Saíz, dirigió la biblioteca municipal, y años más tarde, comandó a la
provincial José Martí.
Aunque
se mudó para La Habana,
definitivamente le atan demasiados asuntos sagrados al Balcón de Oriente. Tres
hijos; la salida a la luz de su primer libro, sus primeras décimas; ser uno de
los iniciadores del catálogo de la editorial Sanlope… Podemos afirmarlo: Carlos Zamora (Matanzas, 1962) aquí fue feliz.
Y
como para que no olvidara, el destino quiso agregar más. Su novela En la mañana viva o Tan cerca hemos dormido triunfó en el concurso Guillermo Vidal 2011. Ese laurel significó un retorno y que
todos supieran cuánto quería agradecer a su maestro y amigo. “Aún su obra no es
justipreciada -dice y su mirada se queda atrapada ante el busto del autor de Matarile existente en la sede tunera de la UNEAC, e imagino que lo ve
hacer un guiño de complicidad-. Él era un escritor extraordinario, un trabajador
incansable de la literatura; pero también, un hombre consecuente con sus
principios.
“Yo
siempre me incliné más por la poesía y Guillermo, como a muchos, me insistió para
que escribiera narrativa. Si le enseñaba un cuento, aunque fuera malo –comparte
una sonrisa- decía que tenía miles de posibilidades y me incentivaba. Desde
entonces sueño con publicar algo del género o ganar un premio para dedicárselo
a él.”
Por
fin pudo cumplirle y justo en un certamen que lleva su nombre. Parece asunto
divino. Ese título, publicado por la editorial UNIÓN, será presentado durante
la 23 Feria Internacional del Libro en La Habana y Las Tunas. Su contenido es todo un canto
a la amistad y a aceptar la individualidad del otro. Para algunos ya forma
parte de lo mejor que se ha creado en Cuba sobre la problemática de la
identidad sexual.
“Dos
amigos, juntos durante toda la vida, se separan, pues uno emigra a España. Por azar, muchos años después se encuentran
en Madrid, y entonces el que vive allá confiesa que es homosexual. A partir de
ese momento confrontan la sorpresa, sus experiencias y tratan de explicarse qué
ha pasado.
“La
novela está hecha en el ámbito del Período Especial. Mi intención fundamental,
por más que se quiera destacar la 'salida del armario' -bien sabe que eso puede
ser un gancho, pero él quiere más- es que se tome esto como una metáfora del
respeto a la identidad del otro, a la diferencia, y eso resulta válido para
cualquier contexto.”
Propone
así un tema todavía polémico, espinoso. El lector deberá continuar el diálogo,
en el que vale todo, menos el silencio.
“Me
interesa particularmente la opinión de los lectores, la respeto. No me gustaría
estar en el pedestal que premian los jurados, pero que nadie lee. Sería lo peor
para mí. Si no tengo un lector crítico para retroalimentarme, no le encuentro sentido.
Asumo que soy un trabajador social, mi tribuna es la cuartilla en blanco.”
POIESIS=CREACIÓN
Y
no hará falta leer ningún cuaderno lírico de Zamora para descubrirlo esencialmente
como un discípulo del dios griego Apolo, pues su narrativa también se alimenta
de ese eco misterioso y omnipresente. “Poesía más que un género, es una actitud
vital, sensible frente a la realidad. Yo soy poeta”, y emociona su
convencimiento.
Incluso,
su principal trabajo de investigación no se separa de ese universo. Indagó sobre poemas cubanos dedicados a José
Martí, estudio que resultó en el libro El
amor como un himno, publicado en el 2008. “Traté de saldar de manera
humilde, una deuda con el Apóstol; para mí, la figura más importante de la historia nacional y a quien admiro en
términos heroicos y poéticos.”
Pudiera
parecer que este autor, al verlo con tanta necesidad de dejar impreso lo que
siente, especialmente sus agradecimientos, está obsesionado con la
trascendencia. Sin embargo, no nos dejemos
engañar.
“Desconfío
mucho de la eternidad. La trascendencia para mí se establece a partir de una
relación muy cercana con la gente que está a tu lado. Mi trascendencia mayor es
que mi hija más pequeña, a quien dediqué por su solicitud mi última noveleta, A puerto blanco no llegan las lluvias (Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas 2012), la lea con pasión.
“No
creo en otra trascendencia que la del trabajo de todos los días y la de tener
la satisfacción de la cofradía que somos los poetas, los escritores. Este
oficio es muy duro y generalmente muy ingrato. Solo poseemos -y aquí parece que
se para sobre su 'tribuna' para dejar las cuentas claras- la satisfacción
personal de saber que estás trabajando en algo en lo que dejas la vida, sin
tener muchas esperanzas de ser considerado o remunerado.”
Por
estos días, luego de mucho tiempo de investigación, Carlos Zamora inicia la escritura de una
novela que lo tiene desvelado desde hace 15 años, ¿se imagina? 15 años. Volverá
a repetir el ciclo: en esas páginas quedará su sudor, será una obra demasiada
cercana e íntima. Por esa misma razón, mientras otros armarían la historia solo
para sí, él preferirá desearle larga vida entre las manos de cualquier lector.
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