Justo
en el corazón de la ciudad de Las Tunas, como reza su eslogan, está el Teatro Tunas, sede de
lujo de la cultura. Ha visto el paso del tiempo, pero sobre todo, la sensibilidad
que puede brotar de las mujeres y los hombres de estos lares. Nadie lo duda,
allí hemos sido felices, hemos vivido momentos que probablemente contaremos con
orgullo a nuestros nietos, tal como todavía hay quien habla del Teatro Rivera.
Pero
en esa conexión sentimental con el recinto, no todos los capítulos son rosa. En
época reciente hemos visto perder “ELO” a su cartelera, aunque las estadísticas
hablan de haber recibido en el 2013, como promedio, dos giras nacionales por
mes. Pero… y, ¿el resto del tiempo?viernes, 28 de febrero de 2014
jueves, 13 de febrero de 2014
El ciclo de Carlos Zamora
Es
raro, muy raro, que alguien de Occidente se mude para Oriente. Él lo hizo y le
dijeron, como podía esperar, loco y aquello de “¡piénsalo bien, muchacho!”.
Dejó a su Matanzas natal y vino a parar a Las Tunas. Aquí nació su primer hijo
y ya nada resultó más importante.
Puerto Padre lo adoptó, y poco a poco se sintió parte de esa “pequeña ciudad
maravillosa. Con el mar que uno necesita para escribir, con un movimiento
cultural y poético notable”. Obviamente, no faltaron las discrepancias, pero las
“enfrenté desde una postura revolucionaria”, aclara.
En
términos profesionales asumió la presidencia de la Asociación Hermanos
Saíz, dirigió la biblioteca municipal, y años más tarde, comandó a la
provincial José Martí.
Aunque
se mudó para La Habana,
definitivamente le atan demasiados asuntos sagrados al Balcón de Oriente. Tres
hijos; la salida a la luz de su primer libro, sus primeras décimas; ser uno de
los iniciadores del catálogo de la editorial Sanlope… Podemos afirmarlo: Carlos Zamora (Matanzas, 1962) aquí fue feliz.
jueves, 6 de febrero de 2014
La vejez: El leve murmullo de los elefantes
Por Zucel de la Peña Mora y
Antonio Raúl Oliva Leyva
Envejecer es como
escalar una gran montaña; mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la
mirada es más libre, la vista más amplia y serena.
Ingmar Bergman
Ñico se va
quedando dormido en su butaca mientras por Multivisión
transmiten un documental de Animal Planet sobre los cementerios de elefantes.
Dice una leyenda africana que allá iban a pasar sus últimos días los
paquidermos moribundos. Al final, eso no pasó de ser más que un mito, no muy diferente a El Dorado o la Atlántida.
En las
mañanas, cuando el frío le carcome los huesos, como si un nido de bibijaguas
habitara en su interior, busca siempre el lado más cálido del patio, antes que
el Sol caliente demasiado.
Él es de la
época de cuando los hijos pedían a los padres la bendición, les decían usted, no se atrevían a fumar frente a
ellos y solicitaban permiso para hablar. En algún momento de su vida, quiso
recibir el mismo respeto y soñó con tener descendencia; pero, al llegarle la
oportunidad, cerró la puerta con un: “Tienes que abortar, no estoy preparado
para eso”, sin saber que aquel sería su único chance.
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