lunes, 14 de septiembre de 2015

Tres paredes, del silencio al arte




Hace pocos días se cumplieron dos meses de sus apariciones. La 48 Jornada Cucalambena los trajo. Empiezan a resultarnos familiares y a servirnos como puntos de referencia si alguien busca una dirección: “Mire, doble por allí, donde está aquella pintura”.
Sus colores y formas, hechos para halagar a la belleza citadina, convirtieron a paredes intrascendentes en hogares del arte. La mirada se complace ahora con lo diferente y decorativo.
El primero vino rubricado por un hijo prestigioso de estos lares, Jesús Vega Faura (Chucho). La fiesta dedicada a Juan Cristóbal Nápoles Fajardo quiso darse el gusto de incluir en la fecha inaugural la apertura de su mural cerámico. El autor llegó a la cita auxiliado de muletas, se recuperaba de un grave accidente; pero muy lejos marcharon los dolores cuando sintió el cariño de quienes le felicitaron por la obra, justo después de decirle: “Qué bien estás”.
A la ciudad que lo vio nacer y formarse le dedicaría este obsequio, nombrado El Balcón. Resulta el más extenso realizado aquí (16 x 2 metros cuadrados) y lo podemos observar frente al Centro Provincial de las Artes Plásticas, con sus 800 losas, todas inspiradas en símbolos locales.
Allí están las rosas, frutos de la leyenda que las nombra como las plantas primigenias de esta comarca. Soplan al compás del viento las palmas, hijas de las campiñas, espacios de tradición custodiados en la tierra de El Cucalambé. Entraremos conmovidos a la Iglesia y visitaremos la Biblioteca tras alguna novedad literaria. Y por supuesto, no faltan las columnas rondando el paisaje, en clara alegoría a la arquitectura tunera.



Chucho ha querido que revisitemos calles cotidianas, nuestras sin remilgos, para no olvidar que somos un poco ellas también. Del mismo modo, Rogelio Fundora, creador de la provincia de Mayabeque y conocido como El guajiro que pinta, deseó sembrarnos en la pupila la Flor de Birama, para verla todos los días y homenajear a los versos de El Cucalambé, aquellos que escribiera inspirado en Guarina, la esposa del cacique Hatuey.
La modelo de Fundora no busca parecerse a ella, quiere algo más, sentirse viva en cada mujer de campo, y por eso la apreciamos con su sombrero, ropa de trabajo, y girasoles y azadón muy cerca. El rostro es suficiente para hablar de beldad y fortaleza.
De esa manera nos llegó el segundo regalo, gracias a la cortesía del gobierno de la joven provincia occidental. Se trata de otro mural cerámico, este colocado frente a uno de los laterales del teatro Tunas.
Muchos desconocen que con anterioridad, la egregia Rita Longa quiso dejar su huella escultórica enlazada a este asunto. Imaginó una mujer naciendo de una flor, y hasta pensó colocarla en el lago de El Cornito, finca donde viviera el bardo, pero no fue posible.
"La defensa del tema campesino y las tradiciones es recurrente en mi faena artística. La obra quedará como recuerdo de la amistad entre los dos territorios”, expresó Fundora a escasas horas antes de la inauguración, sabiendo que se trataba de una página inédita.
El escenario queda listo para el tercer y último agasajo, la ambientación exterior del restaurante El Colonial, los cinco platos ubicados en la entrada, salidos del ingenio de un Premio Nacional de las Artes Plásticas, Nelson Domínguez, verdadero lujo para la gastronomía de estos predios.
En la conformación de las piezas, hechas en ferrocemento, tuvo la ayuda del experimentado escultor habanero Sergio Fernández, a quien le debemos una creación en la X convocatoria de la Bienal de Escultura.  
Nunca antes Domínguez había trabajado en platos tan inmensos. Los pintó satisfecho con la excelente labor de su ayudante, y marchó ideando hacer otros con esas dimensiones (los más grandes tienen 1.50 metros), pero de cerámica. “Serán los primeros en Cuba”, aseguró.
Su colaboración parte de un concepto propio que exhorta a integrar a los artistas en la decoración de espacios públicos como los restaurantes, para no solo complacer al paladar, sino también alimentar el gusto estético. De igual manera impulsa el proyecto en los hospitales, porque el arte también ayuda a curar.
“Quisiera –confesó Domínguez al periódico- que este empeño tuviera aquí una continuidad, que los creadores locales pudieran ver su quehacer reflejado en sitios muy concurridos. Y claro, que el público sepa cuidar, para darnos más confianza en el sueño”.
Ver la instalación en la pared necesitó de enfrentar todo tipo de contratiempos, pero ahí está, y la gente la agradece. En sus formas una lechuza nos conmina a la inteligencia a la hora de elegir el menú, Eleguá abre los caminos y otros símbolos como el gallo hablan de cubanía.
No hay dudas, desde la 48 Jornada Cucalambena vivimos en una ciudad más agraciada, esperemos también, más respetuosa, más sensible.

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