jueves, 3 de septiembre de 2015

15 años de la Riso: Sanlope no quiere el silencio



Ver dibujada sobre el papel la letra con tinta de imprenta, hecha libro, su libro, es el idilio de cualquier escritor. Pero hubo un tiempo que aquí a muchos les parecía absoluta quimera llegar hasta alguna editorial, y así podía ser. Con el nuevo milenio, sueño y realidad decidieron ponerse de acuerdo gracias al surgimiento del Sistema de Ediciones Territoriales (SET) en agosto del 2000, una idea alentada por el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro.
El proyecto, conocido popularmente como Riso (marca de la impresora), vendría a cambiar de una manera radical y profunda el mapa literario nacional, al ampliar el acceso a la publicación. Esta industria en Cuba ya jamás sería la misma, pues la diversidad levantó bandera.
“Recuerdo cuando llegaron los equipos. Yo estaba por unos días al frente del Centro Provincial del Libro y la Literatura (CPLL), trabajaba allí como editor. Me correspondió recibir la impresora, la computadora, una presilladora eléctrica, la guillotina y los módulos de máster, papel y tinta. Todo llegó con unos documentos de Fidel, alertando que aquello no era para hacer informes u otros documentos burocráticos, sino para estimular las letras en cada territorio.
“A los pocos días me informaron que por orientación del entonces ministro de Cultura, Abel Prieto, debíamos presentar en dos semanas tres títulos en Villa Clara. Yo estaba acostumbrado a la impresión directa en el poligráfico, y dije que eso era imposible. Desconocía la rapidez del equipamiento. Trabajamos mañana, tarde y noche, y los textos estuvieron listos: Se permuta esta casa de Guillermo Vidal, Mujeres de sueño y piel de Renael González y Morir sin los ángeles de Alberto Garrido”.

Así cuenta el escritor Antonio Gutiérrez, testigo de esta historia, y uno de los autores más asumidos por la Riso aquí. “Enseguida nos dimos cuenta de que iba a derrocar barreras, rompió los grandes colchones de los sellos nacionales, a los que nos resultaba difícil acceder”.
La editorial Sanlope existía desde 1991, hasta la nueva centuria había sacado a la luz 144 volúmenes, a un promedio de 16 por calendario. Con el proceso digital ese cálculo se elevó a 25, casi 10 unidades por encima, poniendo en las manos de los lectores en 15 años de labor 378 libros, de ellos unos 90 rubricados por creadores inéditos.     
La poetisa y narradora María Liliana Celorrio gusta de narrar un relato que comienza: “Yo obtuve un Premio de la Crítica gracias a este Sistema”. Su texto Mujeres en la cervecera, salido primero con otro nombre y con cubierta gris-blanca alzó vuelo desde aquí y no paró hasta obtener ese galardón. Pero ella no se queda en la individualidad. “Gracias a la edición territorial conocemos a mucha gente que escribe muy bien en Las Tunas, cada uno con su estilo”.
Al inicio, un poco obsesionado con la representatividad provincial, este proyecto dejó de la mano la calidad de las propuestas. Hoy ha entendido que debe dar voz al terruño, es su prioridad, pero sin sacrificar el contenido, incluso hasta puede hacer suyo a nombres foráneos y matizar su plan editorial cuanto sienta necesario. Solo queda que haga buen uso de esas prerrogativas.
Nancy Salas Arias tiene amplia experiencia dentro del mundo editorial, ahora trabaja de librera en la “Fulgencio Oroz”. Allí ve que los textos tuneros y de otras localidades, salidos por la Riso, no son rechazados por el público, los más buscados resultan los de narrativa, literatura infantil y de poesía en décimas. “La aceptación ha crecido, en la medida que las portadas han mejorado”, concluye.
La Sanlope ha visto perfeccionar con los años sus diseños, ha recibido con los brazos abiertos el color en las cubiertas, pero a juicio de varios entrevistados todavía puede avanzar más en ese apartado, así como en el rigor de la selección de las propuestas, la edición, la agilidad del tránsito del producto terminado hasta la librerías, y en un grado notable, la promoción de sus autores y obras, rubro que requiere con urgencia de revolucionar estrategias.
OTRO TIEMPO
Han pasado tres lustros y la huella del dios Cronos es visible, muy visible en el CPLL. El inmueble desde hace mucho requiere una reparación y progresos en las condiciones de trabajo. Los equipos que un día olían a nuevo, hoy dan testimonios de sobreexplotación, fundamentalmente los utensilios de la imprenta inaugural, que jamás se dejaron de emplear. La impresora digital  recibe mantenimiento, pero no está en un local climatizado.
Aunque sin dudas lo más angustiante es la falta de insumos para la terminación de los títulos. Sin hojas, presillas, pegamento, guillotina para perfilar y divisa para las carátulas en cuatricromía muy poco se puede hacer. En el 2015 los recursos que debe enviar el Instituto Cubano del Libro, a pesar del esfuerzo de este, aún no han llegado, y de 15 textos propuestos para el actual almanaque, solo uno ha visto la luz.
Por situaciones similares, año tras año los planes de publicación disminuyen su cuantía. Otras provincias  lo han resuelto en parte con un mayor apoyo local, pues se ha entendido que estas casas editoras son patrimonio, testimonio y  a la vez parte de la tradición histórica y cultural de cada sitio.
“No podemos permitir que la Sanlope muera como otros proyectos nobles de la Revolución. Defender la Riso es un compromiso que tenemos los artistas”, dice Celorrio con total seguridad. Su opinión la comparte Gutiérrez, al señalar como extremo el reduccionismo económico de que es objeto la institución.
Los trabajadores de ese recinto no andan ajenos a tales responsabilidades. “Lo que más nos caracteriza hoy es el afán de todos aquí por mantener la editorial. Hemos cumplido durante 24 años, constituye un buen tiempo de esfuerzo, de cultivar valores, de muchos libros y autores. A pesar de los obstáculos no nos cansamos de hacer las gestiones necesarias para la salida de los títulos”.
Eileen Cruz Peña, directora del centro de promoción literaria Pablo Armando Fernández, se expresa con total conocimiento de causa. Como mismo sabe el temor que  ronda a muchos al convertirse el CPLL en una unidad presupuestada con tratamiento especial, que debe sufragar los gastos con los ingresos, y hay quien se pregunta si eso le hará virar la cara hacia la buena literatura y pensar solo en lo muy comercial, como los volúmenes de cocina. Ella asegura que no, la idea es lograr un balance.  
También anuncia cambios en las colecciones, nacerá una de ciencia ficción y otras se reacomodarán para poder explorar opciones como los pasatiempos.  Necesita el sello tunero de esas y otras remodelaciones, pero sobre todo que la provincia la sienta suya verdaderamente y no la deje padecer en la tristeza del silencio.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario