jueves, 24 de septiembre de 2015

Insensibilidad



Los artistas son personas sensibles, a veces hasta el extremo. Su cargada dosis de humanidad le es vital a cualquier sitio, porque sin ellos dejaríamos de apreciar en todos sus tonos el valor de lo bello. Martí los llamó los hombres sagrados de los pueblos.
Sucede a veces que este gremio encuentra trabas que no debería encontrar, porque justo están delante de quien debiera alentarlos y ayudar a materializar sus proyectos, en caso de que el diseño demostrara pertinencia. Sin embargo, la insensibilidad y el inmovilismo toman el mando y adiós a las ideas nobles. 
Entonces, el público termina siendo el máximo afectado, porque si los artistas son de casa, se desaniman y redireccionan sus energías, quizás para algo cada vez menos ambicioso en materia de influencia cultural; y si provienen de otro territorio, marchan para no volver, como supe partió el grupo Morón Teatro, insatisfecho con la atención dada aquí.
Desgraciadamente en mis labores reporteriles cada vez escucho con más frecuencia relatos de experiencias desagradables sufridas por los creadores, a partir de avisos que expresaron y no fueron oídos, presentaciones con carencias en los aseguramientos y no por falta de recursos, cheques atrasados por meses, premios silenciados, y más, mucho más.

Es verdad, en ocasiones puede tratarse de un ego que exige atención, pero no es lo predominante. Analicemos dos ejemplos, el primero lleva por nombre la ambientación en el restaurante El Colonial. Allí ahora, a la entrada, lucen imponentes cinco platos de ferrocemento, fundidos por el experimentado escultor habanero Sergio Fernández y pintados por Nelson Domínguez, Premio Nacional de Artes Plásticas 2009.        
No fue una obra fácil de realizar, poner y exhibir. El paso inicial, porque además de los rigores propios del diseño, los materiales prometidos nunca llegaron, y Domínguez tuvo que buscarlos en La Habana; el segundo, porque a la hora de fijarlos en la pared, ciertas incomprensiones se colaron entre los andamios; y el tercero, porque al sellar con cemento los huecos, los albañiles salpicaron de mezcla las piezas, y estas necesitaron una labor de restauración, no compleja pero que hubiera sido totalmente innecesaria.
“Contra viento y marea, a sangre y fuego hemos hecho esto”, resultó la alarmante expresión dicha a esta reportera por el creador. ¿Se imaginan, que nos demos el torpe lujo de ahuyentar a alguien de su prestigio, iniciativa e impronta?
El otro suceso lo escribe en estos momentos el grupo Teatro Tuyo, ganador de importantes lauros nacionales. Desde hace unos cinco meses no da funciones en su sede, el cine-teatro 28 de Septiembre, por las condiciones del local. Filtración en la cubierta, cuatro aires acondicionados rotos, sobrecalentamiento de las líneas eléctricas y una plaga de comején edifican algunos de los obstáculos.
Ese recinto, desde su reparación en el 2007, no ha recibido mantenimiento. En diciembre último la dirección del elenco entregó el listado de materiales necesarios y ahí empezó la espera que incluyó una carta de reclamo a distintas instancias. Cuando por fin apareció buena parte de lo pedido, comenzaron  entonces a aguardar a la brigada de trabajo; esta nunca llegó, y en julio, actores, actrices, director, administrador, luminotécnico, sonidista, el de la taquilla… todo el mundo se vistió de constructor y manos a la obra.
Y así están aún, a veces parados por el cemento, en otras sacando dinero de sus bolsillos para la gravilla, pero adelantando como pueden, tratando incluso de hacer algunas mejoras, entre ellas, acondicionar una sala de información sobre el universo del clown y un pantry para apoyar los ensayos. Eso por un lado y por el otro, mejor no hablemos de que a 16 años de existencia Teatro Tuyo solo ha podido hacer una gira provincial, y seis veces ha viajado por buena parte de Cuba.
¿Será muy difícil comprender cuánto daño puede causar estos dos ejemplos, cuánto irrespeto late en sus realidades?

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