Ahora lo sé. Cuando un
periodista entrevista a otro corre el riesgo de que inspirados por la plática la
escena termine en: "No se grabó todo lo que conversamos", sin
importar la altura de los pasajes que repasaron juntos.
Tan buen diálogo puede darse
que nadie recordará mirar la grabadora, y de tomar notas menos, pues no te
hallarás en plena faena laboral, sino solo y divinamente, conversando entre
amigos. También sucede que dialogar con Juan Soto Cutiño, uno de los más
carismáticos profesionales de la prensa tunera, puede resultar pura aventura y
eso suma emotividades.
En la carrera lleva nada menos
que 48 años y me aseguró que de jubilación "nada por ahora". Si hacen
una encuesta en 26 nadie quiere
verlo partir, porque él siempre anda con su agenda bajo el brazo, una sonrisa
en los labios y tantas historias...
¿Qué
solo tenías sexto grado cuando empezaste en el Periodismo?,
pregunto asombrada, olvidando que en su tiempo de muchacho apenas este país
empezaba a enderezarse en materia educacional.
Llegó a las lides de la
comunicación luego de ir voluntariamente a formarse como maestro de las FAR a
los 15 años, ante un pedido de la Unión de Jóvenes Comunistas, cuyo carné ganó
en ese tiempo. Pasó los tres calendarios del Servicio Militar Activo dando
clases en una unidad de Holguín, y después regresó a casa, allá en su amado
Cerrecito de Cayojo (Jobabo), donde lo esperaban las labores del campo y la
vida dura.
Se sabía de su integración
revolucionaria y experiencias en el magisterio, por eso Manuel Fernández,
entonces jefe del DOR (Departamento de Orientación Revolucionaria) del Partido
en Las Tunas, le propuso convertirse en periodista.
"Yo ni sabía bien lo que
era eso, pero dije que sí. Nos mandaron para el periódico Sierra Maestra una
semana". Y vuelvo yo: ¿Una semana?
"Sí, como lo oyes.
Aquellos días alcanzaron para que nos explicaran cómo se hacía el lead de las
informaciones, algún que otro detalle y a trabajar".
Así nació el reportero, con
más voluntad que conocimiento. Fue muy decidido a su primera gran cobertura, la
zafra del 70. Los preparativos lo llevaron a instalarse en 1969 en Jobabo como
corresponsal del rotativo El Forjador,
cuya plantilla y equipamiento en pleno marchó para aquellos lares a informar in situ.
"Nosotros mismos
escribíamos, imprimíamos y repartíamos a las 12:00 de la noche los periódicos
entre los pelotones cañeros, con las bicicletas que nos dieron".
¡Pero
muchacho!, ¿cómo va a ser?, se me salió con tremenda envidia,
escasean ahora un poco las oportunidades de mirar tan de cerca a los lectores.
Y claro que el Soto avanzó en
la academia, llegó hasta la Universidad; pero la verdadera casa de altos
estudios la tuvo en el ajetreo cotidiano, en el infalible método de prueba y
error, o como él dice, "a golpe de tropezones".
"Recuerdo cierta vez que
Rossano Zamora Padín, padre del periodismo tunero y gran maestro, me mandó a
Jobabito porque había una brigada cercana al millón de arrobas de caña
cortadas. Debía ir en bicicleta desde Jobabo hasta allá, son unos 18
kilómetros. Al regresar dijo: A ver,
¿cuándo obtuvieron el primer paso del millón? ¿Cuántos obreros eran? Yo no
había preguntado nada de eso. Por supuesto, tuve que volver, y recuerda, en
bicicleta".
Puro patrimonio colectivo es
su legendaria anécdota de cuando lo enviaron a tirar fotos, y el mínimo ABC
olvidó advertirle que no podía exponer el rollo al sol. Nadie le habló del
cuarto de revelado y él, inquieto por la calidad de su obra, sacó la película y
murió de pena cuando solo vio manchas.
"Desde un inicio atendí
la industria azucarera, llevo más de cuatro décadas escribiendo de zafra. Como
venía del campo, siempre me sentí bien ahí".
No se puede hacer la historia
del azúcar en Las Tunas sin nombrar a Soto. Él le sabe todos los secretos, no
hay quien le haga un cuento; prevé los acontecimientos y padece cada
descalabro, sobre los cuales escribe con dolor, pero con firmeza. Se siente uno
más de los tantos que batallan desde cualquier central de la provincia. Hasta
desfila con ellos el Primero de Mayo.
"Para aprender me acerqué
siempre a los trabajadores más sencillos y experimentados. Así me gané el
respeto. Es un sector de muchos héroes anónimos, de gente esforzada".
En 26 ha hecho su vida, estuvo entre los fundadores de sus páginas
impresas, inauguradas el 26 de julio de 1978. Jamás se ha ido.
"Aquellos primeros días
los recuerdo con cariño, porque todos nos decidimos a echar p´ lante. Cuando se
me iba algún error, sufría mucho, todavía me pasa".
¿Sigues
confiando en el poder del periodismo de estremecer a la sociedad?,
vuelvo a la carga. "Sí, lástima que con frecuencia hay demasiadas personas
creyendo saber lo que debe hacer un periodista".
Soto tiene muchos orgullos,
dos hijos buenos de verdad; Odalys, la esposa y su compañera de baile hasta el
amanecer si en la tarima manda Cándido Fabré, y por supuesto, el Lada rojo,
ganado en esta profesión ingrata y hermosa a la vez.
En marzo último obtuvo el Premio Provincial Por la Obra de la Vida, lauro que lleva el nombre de su
entrañable Zamora Padín. Igual ostenta el Nacional de Periodismo Azucarero,
otorgado por el quehacer en sus casi siete décadas de existencia.
Pero él apenas habla de eso.
Prefiere contarme de su último comentario "caliente", de cómo hubiera
querido mejores estudios y de que está contento con los "muchachones
(as)" de 26, pues a sus ojos,
estamos "dando la talla".
El tiempo vuela, y la
grabadora, caprichosa, se pierde la oportunidad de su voz diciendo: "El
periodismo me formó, me hizo un ser mejor, cómo no amarlo, seguiré hasta que
tenga fuerzas".
Sucel me encantó este homenaje a Soto. No lo había leído antes pero siempre es bueno para dedicarle algo así a Sotico. Lo admiro por su entrega y por los años dedicados a la profesión, es uno de mis maestros. Hombre sencillo, modesto y humilda. Gracias por recordar que los periodistas también debemos ser entrevistados. Un beso.
ResponderEliminarAy, zuci, si me pareció verte gozando con las cosas de Soto. Un beso para ambos. Los quiero.
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