Nunca
había estado tan cerca de ti. A mis 32 años tuvimos nuestra primera
conversación frente a frente. Te vi pasar con tu traje impecable de
guerrillero, con tu gloria a cuestas, que es la nuestra, porque así viviste,
entregado a Cuba.
Te
esperamos miles, sobre todo los niños.
"Mami,
ya no quiero más la televisión, llévame a verlo en vivo", instó temprano a
su abuela el pequeño que delante de mí estuvo más de cuatro horas en vigilia.
Casi fue el primero en decir: "¡Miren el helicóptero!"
Y
si alguien comentaba que le dolían las piernas, terminaba la expresión con un:
"Pero de aquí no me voy, este es un día del que les contaré a mis
nietos".
Te
vi pasar y me hablaste de la ruta por lo más noble de la Isla , sus sentimientos. De
los "Te quiero", "Hasta siempre" y "Yo soy
Fidel". Amor con amor se paga escuchaste decir y te conmoviste. ¡Ah
Comandante!, esa modestia tuya.
Te
vi pasar y me dijiste del momento más sagrado hasta ahora, aunque es difícil
escoger. Cabalga en tu pecho, te alienta e ilumina: el reencuentro con el Che.
La mañana los sorprendió pensando nuevos triunfos para la nación que hoy se hizo grito de fe en Las Tunas.
Aquí
estuvo también aquella ancianita de la acera contraria. Pensaba que en
cualquier momento se sentaría, te confesé que anduve la mañana entera
preocupada por ella, si tomó agua, si comió. No se sentó nunca, cargó una
bandera en sus manos y de allí nadie la pudo mover.
"Ya
está cerca", nos alentaban los militares. Ellos sabían que esos adelantos
nos harían esperar hasta la noche si era preciso.
Te vi
pasar, conversamos y fue como si lo hubiéramos hecho cientos de ocasiones
antes. Qué cosa digo yo, si es eso precisamente lo que me ha unido a ti, las
tantas veces que te he preguntado, y jamás ha faltado tu respuesta.
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