Todo
un monumento al ingenio humano se erigen los cachivaches (¿quién les pondría
así?), es decir los equipos de recreo infantil o adulto que pueblan por estos días de Carnaval a la ciudad de Las Tunas. Cuando el parque de diversiones
local parece tierra de fantasmas, el sector no estatal ha tomado el sartén por
el mango.
Tuberías
en desuso (o en uso), cartones, maderas, cabillas y piezas de objetos tan
disímiles como una computadora o un juguete, pueden ser visto en los cachivaches
si uno se detiene a observar los materiales de lo que están hechos.
Esta
vez en mi barrio se ha posado en medio de la calle uno que nunca había
apreciado, las bicicletas aéreas, y cuando las descubrí no pude evitar los
escalofríos, pues ese era de infante mi aparato no preferido. De todas maneras
sentí admiración por la estructura tan bien conformada.
Por
esta vía muchos niños cubanos han conocido la estrella, los carruseles, el
avión, y ahora hasta mis temibles bicicletas. La inventiva realmente en este
sector está en óptima forma, así como su abrazo a la aventura que significa
para los operarios ir como gitanos de carnaval en carnaval, durmiendo a la
intemperie la mayoría de las veces.
Pero
tampoco es que les vea caras tristes, debe ser porque a la hora de cobrar
sienten que vale la pena cualquier sacrificio. Sí, porque baratos no son, que
lo diga la mamá de mi amiguita Lorena, que cuando ve un cachivache es como si
un potente imán la halara cual ovni hambriento. Y su madre cede ante ella, y el
bolsillo llora.
Desde
Santiago de Cuba han llegado los que acampan por mi casa. Muy popular es el
barco gigante que se mece y alza tan alto sus puntas que hay que gustarle la
altura para someterse a tanto. La gente arriba grita y los de abajo se ríen.
Otra de las notas coloridas del rumbón, que este domingo dirá adiós.
El
Carnaval es la temporada alta de cachivaches. Cuando los encuentro siempre me
pregunto la mismas cosa: ¿quién controla la seguridad de esos equipos? Algunos
realmente entrañan un peligro. En cambio los dedicados a los niños pequeños
cumplen las expectativas de esa grey, siempre dada a una fantasía singular. De
pronto un carrito de metal que da vueltas en redondo es el carruaje más hermoso
y le puede llevar donde quiera, solo debe pedirlo.
Si
dudas el cuentapropismo tiene potencialidades ilimitadas. El festejo
carnavalero nos deja ver eso también. La puerta del parque de diversiones está
abierta, ¿acepta la invitación?
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