Amigo,
ya nada será igual, lo sabes ¿no? No pensarás, actuarás, ni escribirás igual.
Dicen que es como crecer de pronto y lo que antes veías como un riesgo
inofensivo, ahora te parecerá la tercera Guerra Mundial.
Dicen
que ya no hay noches tranquilas, ni ojeras de paso. Que sobran las dudas, los
miedos, las incertidumbres, y faltan sin remedio las certezas.
Que
uno sueña con dárselo todo, desde un caramelo hasta la luna, pero te debates en
hacerlo o no, porque complacerlo en demasía puede llevarte a torcerle demasiado
el rumbo, y convertirlo en alguien mezquino. ¿Qué raro verdad? Si al final los
humanos siempre añoramos ser queridos por otros, complacidos por otros. Pero es
cierto lo que dicen, no dejes de hacerle caso a esa tesis de la vida, publicada
en el libro de la experiencia hace mucho, mucho tiempo.
Ha
nacido José Adrián, y hay algo que él no puede saber aún: su papá ya es otro.
No solo por ahora andar entre pañales (sucios, muy sucios) y biberones, sino porque dicen
que tener un hijo es la ruptura más hermosa de la existencia, el “antes y
después” esencial, un rayo en el pecho, un corazón a galope; la gloria, eso, la
gloria más natural y a la vez, más increíble.