● Este 20 de Octubre, la brigada José Martí cumplió
10 años de vida. En ese tiempo solo dos instructoras de arte han obtenido en Las Tunas su
Premio Especial. Aquí va la historia de una de ellas.
Costó encontrarla. Y con tan solo verla tuve la
certeza de que mi viaje, llamadas a deshoras y molestias a terceros valdrían la
pena: estaba ante un alma buena. Y nada desamorado o frío podía salir de aquel
diálogo.
No pasábamos del saludo y el dibujo de la pregunta
inicial cuando me soltó de sopetón: “Eso del baile yo lo traía en la sangre”,
mientras rememora toda la parentela que es músico y por tanto, ella no podía
dejarlos solos en la escena.
Con esas dotes, el barrio y la escuela primaria la
vieron miles de veces deslizar su cuerpo entre pasos de coreografías y ritmos
de moda o tradicionales. La Secundaria Básica no fue diferente. El noveno
grado le trajo un regalo del cielo: la apertura de la carrera de instructor de
arte.
“En el otorgamiento de beca me llegó Comercio, y dudé
un poco, pero me fui por lo que más me gustaba, el mundo de la cultura. Y nunca
me arrepentí”.
¿Tuviste
buena preparación como instructora de danza?
“Sí, las asignaturas hicieron énfasis en las danzas
cubanas, pero estudiamos bastante el folclor internacional. El ambiente de la
escuela ayudaba mucho al crecimiento, no solo por el período de prácticas, sino
además por los grupos artísticos que formamos dentro del centro”.
Y de la graduación en el 2004 en
Villa Clara, allá donde Fidel los llamó valientes
abanderados de la cultura y el humanismo, ¿qué recuerdas?
“Me sentía terriblemente nerviosa. Por fin cumplía mi
sueño, y para más felicidad estaba el Comandante en Jefe. Cuando me vi con el
título en las manos fue un momento inolvidable, una emoción...