A
lo mejor descubrimos que todo es un espejismo. Marquitos no creció. Sigue
siendo aquel niño que lloraba a “moco tendido” porque no quería llegar a la
adolescencia. El de los video-juegos y la plastilina. El que se sentaba con su
papá a ver los “muñes” como ritual sagrado, y Matojo, Elpidio Valdés, Mickey Mouse
y el pato Donald reinaban entre sus héroes.
A
lo mejor conocemos que sigue siendo aquel pequeño renuente, a pesar del transcurso
del tiempo, a dejar sus juguetes de la infancia, o mejor dicho, los personajes
de las narraciones que tanto le gustaba inventar.
Puede
ser que lleguemos a ese veredicto. Pero antes la historia de vida de Marcos
Menéndez Hidalgo (Puerto Padre, 1984) nos intentará convencer de lo contrario,
cuando leamos que aunque tenía aptitudes para el dibujo decidió tomar otros
caminos, porque lo de ser artista plástico no era “cosa seria”.
Y
estaremos más confusos al saber que el destino dio varias vueltas, y de pronto,
como en acto de corrección, estudiará Licenciatura en Informática. Allí un amigo
se sorprenderá ante sus habilidades en el Paint, el programa de Windows para
dibujar, y le hablará del Flash, diseñado para crear figuras y moverlas.
“Ese
mismo día hice un corto, se llamaba Bola,
el bárbaro, un tipo que presumía de sus músculos, explotaba y se llenaba la
pantalla de sangre. Era muy rústico”, recuerda sonriente Marcos. Entonces no
imaginaba que años más tarde sería un destacado editor del telecentro
puertopadrense Canal Azul y un abanderado de la realización de dibujos animados
en la provincia.
Tampoco
podía sospechar que su nombre estaría entre los premiados de Festivales de
Televisión en varios niveles, sobre todo, por la calidad de la infografía de
los programas. Ni que sus cortos lo incluirían como participante recurrente en la Muestra Joven del
ICAIC (2010-2013), y mucho menos que competiría en certámenes extranjeros como el ANIMA 2011 (Argentina) y el Notodofilmfest 2010 (España), en el cual obtuvo una mención especial.
Pero
recuerde lector, no se deje engañar, puede que el Marcos adulto sea solo una
alucinación. Hablemos mejor con el animador para buscar nuevos rastros.
Pistas de tu obra
Empecé
enfocado en la infancia. Me gusta trabajar para los niños por su sensibilidad única.
Como estaba en el telecentro podía publicar lo que hacía, algo vital para cualquier
realizador. Semanalmente les mostraba sencillas animaciones y logré terminar
los cortos Donde el jején puso el huevo
y Hora de almorzar, este último mi
primer experimento con la técnica de stop motion.
En
el 2010 participé en la Muestra
Joven del ICAIC, y eso cambió el destino de mi obra. Inicié
en el cine de autor y de ahí salió La Prisión ,
para mí uno de mis mejores trabajos, y Lluvia
de estrellas, con el que tengo varias insatisfacciones, pero es el más reconocido.
Ambos
están hechos en 2D, una tecnología que va mucho conmigo. Yo empecé con dibujos
minimalistas por una cuestión de producción, pero descubrí en esa estética la máxima
expresión de mi obra. Yo soy minimalista.
¿Ya tienes entonces tu sello?
Características de un animador
Ser
un poco loco, no le puede faltar eso. La paciencia, los deseos de trabajar, la
motivación. Esta labor es ardua, de sacrificio, de horas frente a la
computadora. Hay planos que te salen en un minuto, y otros en un mes.
¿Existe el muñequito perfecto?
Siempre
siento que los perfectos son los que hacen los otros. A ellos les debe pasar lo
mismo.
Alguna lección de cuando concursas
en el extranjero
Representara tu país en cualquier lugar del mundo es algo que todos merecemos. Es una
experiencia buena y útil. Yo aprendí a respetar más el derecho de autor de las
bandas sonoras, algo que en Cuba a veces olvidamos. Y comprobé que se desconoce
un poco, más allá de los autores clásicos, la existencia de un movimiento
actual de jóvenes animadores cubanos.
De
ese grupo admiro mucho a Ernesto Piña, Víctor del Pozo Cedeño y Bárbaro Joel Ortiz, director del genial 20 años.
El
desconocimiento parte de casa. Falta promoción, distribución, y ahora con las
nuevas tecnologías se pueden explorar muchas opciones para cambiar eso. La
televisión nacional debería trasmitir más estas producciones, para que la
animación no fuera la oveja negra del cine.
¿Un animador puede dejar de ser un
niño?
Me
parece que no, aunque trabajes para adultos. Lo digo por mí. Las últimas películas que he hecho son para ese
público y con un guión más cinematográfico, pero igual, creo uno no deja de ser niño.
Como ve lector, Marcos lo confesó,
sigue siendo Marquitos. Admirador de Pixar,
de Juan Padrón y sus Vampiros en La Habana , de Tulio Raggi,
Mario Rivas y los filminutos, él no podía ser de otra manera. Seguro espera que
todos duerman en casa para otra vez sacar sus juguetes de infancia, ya algo
raídos y viejos, pero igual de inspiradores para aventurarse en otra historia.
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