lunes, 28 de octubre de 2013

Los buenos se revelan



Me había extraviado. Decenas de veces anduve por allí, pero algo estaba diferente…  los colores de las casas o quizás Sandy había tumbado los árboles, no sé. Lo único cierto es que estaba perdida y no recordaba con seguridad el número telefónico del lugar hacia donde iba.
Alguien me escuchó sugerir: “Necesito un teléfono.” Y no se dijo más, la señora abrió su modestísimo hogar y llamé, o bueno, por los menos marqué unos dígitos que resultaron ser los equivocados.
“Mijita regresa con calma por donde viniste, y si por fin no encuentras la dirección, vuelve acá que ya inventaremos”, afirmó ella. Su propuesta dio resultado. Ya calmada, desde la casa de mi amiga, la llamé y agradecí su gesto.
Hace un tiempo extravié mi agenda, especie de libro sagrado y sin la cual, puedo competir con un zombie. Supuse que la había dejado en la caseta del teléfono público (uno de los lugares donde más tiempo he perdido y ganado), volví corriendo, pregunté a los que estaban cerca, los enamorados, los cuentapropistas, los locos, ni el rastro. Ya me veía “monteando” cada guarismo, cada correo anotados durante años.

“¿Usted es Zucel?”, me interpeló un hombre varias semanas después. “Sí”, respondí, esperando una queja o su comentario sobre algún trabajo. “Esto es suyo, yo me la encontré”. Y claro, era mi flamante libretica, no le faltaba nada, ni siquiera los miles de papelitos con notas breves que la pueblan. Sinceramente, me puse nerviosa, solo atiné a dar como 20 gracias y dije adiós acariciando mi querida “compañera” de labores. Luego recordé que no le había preguntado el nombre a aquel señor.  Sentí eso.          
Casi iniciando agosto, un jovencito de Santiago de Cuba llamó a la redacción del Semanario, quiso hablar conmigo. Se trataba de Edel, estudiante de Periodismo quien en su primer año, por las referencias escuchadas y sin apenas tener conocidos aquí, se aventuró a realizar en 26 las prácticas de prensa escrita y varios colegas lo atendimos.
Ahora, desde el otro lado de la línea en su natal San Luis, me contaba que se había graduado, y no podía empezar a trabajar sin antes agradecer las atenciones recibidas en el Periódico.
Los buenos, los agradecidos qué bueno tenerlos cerca para contrastar con los vecinos que te ponen una fogata o un caballo en la ventana de tu casa; cuando sobran los extremistas o la bodeguera, aun sabiendo que hay un enfermo delicado en casa, convenientemente cree sacrilegio guardarte la bolsa de leche si se te olvidó ir a buscarla.
Cuando hoy para aliviarse, mi amiga Mariela y sus dos hijos solo les queda decirle imaginariamente a la persona que se halló su monedero con el salario íntegro de junio: “A ti te hacía más falta”. Cuando ves a la gente más violenta que nunca, y muchos vivos a la viva para aprovecharse de los bobos, y al desorden en su estado natural de desorden sin ánimos de cambiar de estatus, o a varios corderos mutando a lobo, según ellos por los palos cotidianos.  
Ante una racha de esas malas experiencias, nada mejor que una acción de los buenos verdaderos, de los agradecidos para volver a creer en eso que somos, seres humanos, aunque a la vuelta de la esquina esté otra nota de desengaño, y nos pasemos la vida en ese ir y venir.
Este escrito se lo dedico a mi vecina Sara, en su computadora lo redacto. Los chinos me dirían: “Cuando bebas agua, recuerda la fuente.”. Eso hago, quiero estar en el equipo de los buenos, ¿y usted? Súmese, pues qué película tan desalentadora sería esta si los malos vencen al final.     


5 comentarios:

  1. Esa es mi Zucy... la de siempre... un besito grande amiga... También tú eres de las buenas, no lo olvides :)

    ResponderEliminar
  2. Y finalmente tu blog me ha permitido comentar... yupiiiiiiii eso merece otro comentario jejeje

    ResponderEliminar
  3. Yai, por fin mi blog hizo lo que tantas veces le pedí, estaba de malcriado, le di un buen castigo y entendió jajaj Por fin tus letras conmigo, tan cerca como siempre. Un beso. Gracias.

    ResponderEliminar
  4. Un jovencito, de Santiago de Cuba y desde su natal San Luis. A una jovencita de Las Tunas. Gracias, por esa experiencia que me regalaron en el Semanario 26. Fue junto a ustedes, donde me enamoré de la carrera. 20 gracias, o más, no serían suficientes y por suerte, jamás olvido sus nombres. Pero si me lo permites, Zuci, quiro recordar especialmente el nombre de otro bueno: Alexis Pérez, mi tutor durante esas prácticas. Qué lindas imágenes me trajo tu escrito amiga.

    ResponderEliminar