martes, 18 de diciembre de 2012

Patrimonio…pronóstico reservado


Caricatura de Ramsés
Como peces fuera del agua, sí, esa fue la sensación que nos robó la tranquilidad, cuando al llegar a La Habana para un Diplomado sobre Comunicación del Patrimonio, luego del deslumbramiento inicial, empezamos a preguntarnos qué hacíamos allí.
Mi querido colega y yo, hijos de una ciudad quemada tres veces, sin pomposos monumentos arquitectónicos ni calles adoquinadas ni fuentes aristócratas. Nosotros, rodeados de párvulos de las villas fundacionales y de invitados de la  República Dominicana, Costa Rica, México, Ecuador y Bolivia, todos con asombrosa riqueza edificada, y para quienes el verbo salvaguardar, sonaba a rutina visitada y no a pasmosa novedad como a sus contertulios del Balcón de Oriente.
Pasaron los días, y la teoría resultante de cada jornada, que lo mismo llegó  ataviada de la formalidad del aula que del improvisado y bienhechor coloquio grupal sin momento fijo, dejó caer de un porrazo la contraseña de aquel ahogo que compartía con mi estimado amigo.
Aunque jamás nos reconocimos como unos neófitos en la historia local, la inquietud venía, sencillamente, porque para nosotros apenas existía aquí algo digno de comunicar entendido como Patrimonio, no teníamos identificados en su abarcadora magnitud los valores del terruño.
Y el esclarecimiento nos dio para más. Comprendimos que la turbación experimentada en un plano íntimo, resultaba el mismo mal de Las Tunas a escala global, uno muy diestro en restarle entendimiento y sensibilidad culturales. Nuestro azoro, no era otra cosa que resultado de ese proceso.
Como provincia, la Capital de la Escultura en Cuba, no ha logrado un programa capaz de colocar a su merecida altura este tópico, proliferando la falsa idea de carencias de singularidades locales importantes y el rostro volteado ante la urgencia de conservar inmuebles notables. Y si alguien quiere comprobarlo, pregúntele a cualquier tunero del municipio cabecera (donde por tal condición pudiera haber cierto ambiente menos ajeno al concepto): ¿Vive usted en una ciudad patrimonial?, y lloverá un doloroso y estridente NO.
Ante la insuficiente familiarización con el tema, parecerá cosa de románticos    adjudicarle a cada pueblito de la tierra de El Cucalambé (poeta bucólico más importante del siglo XIX cubano), como las tienen, sus guirnaldas en este campo, todas merecedoras del estudio, la preservación, conservación, promoción y para cerrar el ciclo, la transmisión. Pues el Patrimonio es un constructo cultural que adquiere valor y sentido para su hacedor y heredero, transformándose en el tiempo y siendo un escenario donde se puede expresar la huella del hombre en su devenir.
Pecamos de solo asociar tal universo gnoseológico con los grandes edificios, desconociendo que además del material, existe el patrimonio natural (geológico, biológico y paisajístico), el subacuático, el sonoro, el gráfico, el industrial… y por supuesto el inmaterial, asociado a las tradiciones,  las artes del espectáculo, los usos rituales y actos festivos, los conocimientos de la naturaleza y el universo, las técnicas artesanales… Alzándose Las Tunas en los dos últimos apartados como madre fecunda con el legado de la industria azucarera y la cultura espiritual y material campesina, respectivamente. 
También hemos obviado olímpicamente las bondades económicas de un uso adecuado del Patrimonio, pero eso es trama de otro comentario. Por lo pronto concluyo aclarando que aunque existen entidades de primera mano responsables, hablo de un asunto al cual infaustamente le es vital un resbaladizo vocablo: todos, pues así de diversa resulta su nómina de actores. Que el final de esta obra sea trágico o esperanzador, está en nuestras manos hoy.
Por estos días la ciudad parece entrar en razón con el proyecto Imagen, consagrado a revitalizar arterias importantes y devolver el esplendor a variadas edificaciones, todo mirado de cerca por la dirección de Patrimonio en la localidad. Bien puede aprovecharse este esfuerzo para que la conciencia de una buena vez decida florecer y en cada tunero lata el orgullo de vivir en una urbe patrimonial.   

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