viernes, 3 de marzo de 2017

La sinfonía que nos falta

Iniciemos preguntando: ¿Le parece importante que Las Tunas tenga una orquesta sinfónica? En caso que usted sepa poco del asunto, explico: si gusta  de la pelota o el fútbol, que haya aquí una agrupación de este tipo equivale a la existencia de un buen equipo de cualquiera de esas disciplinas.
Es lo máximo, la pura gloria en materia de formaciones musicales de la línea de concierto. Ahora mismo Las Tunas y Cienfuegos son las únicas provincias del país autorizadas a crear un elenco de tales características. Nos llevaron hasta ahí las potencialidades cultivadas en la escuela profesional de arte El Cucalambé (EPA).
Hace falta el permiso porque hablamos de un quehacer subvencionado, el Estado protege el salario de los instrumentistas, en aras de alentar el desarrollo del género, signado por su alejamiento de lo comercial.
¿Pero qué hace esta periodista hablando de fundar una orquesta sinfónica cuando tantas carencias y problemas merodean a Cultura en el territorio? Interrogante lógica, no me molesto, lector, si en su cabeza revolotea. Sin embargo, la dirección del sector deberá buscar solución para todos los dilemas que lastra, y para este también, pues qué sentido tiene formar (por demás bien costoso) a músicos y luego no darles voz lo suficiente o favorecer con la inactividad la emigración.

Para armar el conjunto, cuya nómina supera los 40 miembros, el talento está escuchando la conversación.  La base se encuentra en la actual Orquesta de Cámara, que a pesar de su juventud, figuras como Frank Fernández y Guido López Gavilán la elogiaron y hasta procuraron una colaboración, pero problemas logísticos locales impidieron ese nexo.
Los demás integrantes se graduaron el curso pasado o lo harán este. La idea era que saliendo de las aulas la Sinfónica los recibiera, pues la de Cámara solo acepta 20 puestos.  
Uno de los capítulos más complejos de esta historia es la compra de los instrumentos que faltan. Suenan costosos en esa lista el juego de timbales y los cuatro contrabajos.
El otro epígrafe complicado resulta dónde ensayar y presentarse. Cuando se han hecho actuaciones casuales, con profesores y alumnos de la EPA, los pasillos y las aulas de ese plantel han sido casi siempre la solución socorrida para lo primero, así como el Memorial Vicente García para lo segundo.
Sin embargo, ninguna de las dos opciones son las idóneas, sobre todo por la casa natal del patriota tunero que al ser Monumento Nacional tiene requerimientos especiales en caso de pensar en mejorarle sus condiciones acústicas.
Una pequeña encuesta sobre posibles sitios para el elenco, nos llevó hasta el cine-teatro Luanda, institución subutilizada que pudiera acondicionarse, para además de otros espectáculos, acoger la Sinfónica y las restantes agrupaciones de lo clásico. El proyecto de una monumental sala de concierto quedó trunco hace años y el espacio que la Casa de la Música tiene reservado para esta variante sonora solo acepta pequeño formato.   
De manera general, la atención a los profesionales subvencionados debe revisarse, viven la dualidad de ser asesorados metodológicamente por la Empresa de la Música y la parte administrativa corre por Cultura Municipal.
Ese doble juego no siempre ha sido un buen matrimonio para los efectos de los artistas. Escuchar sus insatisfacciones no vendría mal, al igual que estudiar fórmulas empleadas por otros territorios para tal seguimiento.    
Por sentido musical, por la belleza y grandilocuencia de su toque, por el orgullo de su existencia, cualquiera de esas pueden ser razones para apoyar el nacimiento de la Orquesta. Yo prefiero una menos evidente, pero fundamental: por la juventud. Sí, por la juventud, quiero creer que si les abrimos las posibilidades de desarrollarse en casa, muchos decidan quedarse y darnos lo mejor en el próximo recital.

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