lunes, 23 de enero de 2017

Equivocados



Bien dicen por ahí que la felicidad nunca viene completa. Es como si en el puerto de embarque, el encargado de nuestra suerte olvidara una tuerca o un tornillo. Todo queda flojo.
El 2016 trajo la telefonía fija a mi hogar. Para los periodistas (cubanos) eso es oro molido, lo primario. Adiós a contactar a fuentes por equipos públicos o enterarse a deshora de cualquier hecho, “porque no pudimos localizarte”.
Pero con el aparato llegaron algunas molestias: los equivocados. Y no hablo de los que marcan a un lado creyendo que es otro. No, aunque seguro, lector, fue lo que usted pensó.
Hablo de una parte de esos primeros, aquellos que ante la aclaración: “Está equivocado, es una casa particular”, sin más cuelgan estrepitosamente, tan estrepitosamente que debes acariciarte el oído para ver si no sufrió daño. Y te quedas extrañando un “Disculpe”.
A veces sin palabra agradable de por medio, da tiempo escuchar las maldiciones que lanzan del otro lado de la línea por no hallar a quién buscaban. Resulta que mi número se parece mucho a otros. Acopio, Empresa de Prefabricados, heladería La Fuente, policlínico Gustavo Aldereguía… la lista de un verdadero camaleón, aunque cierto departamento de la Dirección de Educación es el más recurrente.

Llueven las llamadas y con estas, los maleducados, incluso, los descreídos: “¿Segura que ahí no es, me lo dio el 113?” Igual, por suerte, hablamos con personas que se les nota la pena en la voz al confundirse, más si marcan reiteradamente en aras de resolver su inquietud. “Lamento la molestia”, pura música para mi “maltratado” auricular.
Un día se me partió el corazón con la señora que llamó seguidamente, y por supuesto, no encontró solución: “Ay mamita, qué pena estorbarte tanto, pero juro que ese fue el número que me anotaron, y yo no puedo llegar a mi casa sin esa información”. a un departamento importante de la Dirección de Educación. 

Pasados los meses, descubrimos en mi familia cuáles eran los dígitos tan ansiados por nuestros interlocutores. Los memorizamos y ahora, siempre y cuando la gente nos da tiempo, les decimos: “Mire, es este…”. Nos convertimos en una sucursal de Etecsa.
Pensé que con el nuevo “servicio” disminuirían los equivocados (recuerde de cuáles hablo). Pero nada, ni salvándoles algunos responden con cortesía, lo más que se obligan a soltar es: “Ah está bien”.
Así vivimos hoy en nuestra sociedad, o malvivimos. Menos mal que aparecen los de: “Qué bueno que me pudo orientar. Se lo agradezco, tenga buen día”. Y es entonces que una se queda, sencillamente, feliz.
Por si fuera poco la experiencia filial, en la redacción del periódico pasa algo semejante. Nuestro teléfono es 31345312, y el del hospital Ernesto Guevara,  31345012. Atendemos a decenas de equivocados, les explicamos el error y al acabar la comunicación, no es raro oír a un colega: “Pero ni me contestó”.
Los inciviles andan en masa, las redes telefónicas se declaran invadidas por la fuerza. Aviso que es cierta la epidemia. ¿Y el antídoto? Está en que no olvidemos las lecciones recibidas cuando niños: -“¿Qué se dice bebé?”. –“Gracias”.
Por lo pronto, para animarme, reverdeceré mi esperanza de que los buenos, al final de la película, venzan. 

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