jueves, 13 de febrero de 2014

El ciclo de Carlos Zamora



Es raro, muy raro, que alguien de Occidente se mude para Oriente. Él lo hizo y le dijeron, como podía esperar, loco y aquello de “¡piénsalo bien, muchacho!”. Dejó a su Matanzas natal y vino a parar a Las Tunas. Aquí nació su primer hijo y ya nada resultó más importante.
Puerto Padre lo adoptó, y poco a poco se sintió parte de esa “pequeña ciudad maravillosa. Con el mar que uno necesita para escribir, con un movimiento cultural y poético notable”. Obviamente, no faltaron las discrepancias, pero las “enfrenté desde una postura revolucionaria”, aclara.   
En términos profesionales asumió la presidencia de la Asociación Hermanos Saíz, dirigió la biblioteca municipal, y años más tarde, comandó a la provincial José Martí.
Aunque se mudó para La Habana, definitivamente le atan demasiados asuntos sagrados al Balcón de Oriente. Tres hijos; la salida a la luz de su primer libro, sus primeras décimas; ser uno de los iniciadores del catálogo de la editorial Sanlope… Podemos afirmarlo: Carlos Zamora (Matanzas, 1962) aquí fue feliz.

Y como para que no olvidara, el destino quiso agregar más. Su novela En la mañana viva o Tan cerca hemos dormido triunfó en el concurso Guillermo Vidal 2011. Ese laurel significó un retorno y que todos supieran cuánto quería agradecer a su maestro y amigo. “Aún su obra no es justipreciada -dice y su mirada se queda atrapada ante el busto del autor de Matarile existente en la  sede tunera de la UNEAC, e imagino que lo ve hacer un guiño de complicidad-. Él era un escritor extraordinario, un trabajador incansable de la literatura; pero también, un hombre consecuente con sus principios.
“Yo siempre me incliné más por la poesía y Guillermo, como a muchos, me insistió para que escribiera narrativa. Si le enseñaba un cuento, aunque fuera malo –comparte una sonrisa- decía que tenía miles de posibilidades y me incentivaba. Desde entonces sueño con publicar algo del género o ganar un premio para dedicárselo a él.”
Por fin pudo cumplirle y justo en un certamen que lleva su nombre. Parece asunto divino. Ese título, publicado por la editorial UNIÓN, será presentado durante la 23 Feria Internacional del Libro en La Habana y Las Tunas. Su contenido es todo un canto a la amistad y a aceptar la individualidad del otro. Para algunos ya forma parte de lo mejor que se ha creado en Cuba sobre la problemática de la identidad sexual. 
“Dos amigos, juntos durante toda la vida, se separan, pues uno emigra a España.  Por azar, muchos años después se encuentran en Madrid, y entonces el que vive allá confiesa que es homosexual. A partir de ese momento confrontan la sorpresa, sus experiencias y tratan de explicarse qué ha pasado.
“La novela está hecha en el ámbito del Período Especial. Mi intención fundamental, por más que se quiera destacar la 'salida del armario' -bien sabe que eso puede ser un gancho, pero él quiere más- es que se tome esto como una metáfora del respeto a la identidad del otro, a la diferencia, y eso resulta válido para cualquier contexto.”
Propone así un tema todavía polémico, espinoso. El lector deberá continuar el diálogo, en el que vale todo, menos el silencio.
“Me interesa particularmente la opinión de los lectores, la respeto. No me gustaría estar en el pedestal que premian los jurados, pero que nadie lee. Sería lo peor para mí. Si no tengo un lector crítico para retroalimentarme, no le encuentro sentido. Asumo que soy un trabajador social, mi tribuna es la cuartilla en blanco.”
POIESIS=CREACIÓN
Y no hará falta leer ningún cuaderno lírico de Zamora para descubrirlo esencialmente como un discípulo del dios griego Apolo, pues su narrativa también se alimenta de ese eco misterioso y omnipresente. “Poesía más que un género, es una actitud vital, sensible frente a la realidad. Yo soy poeta”, y emociona su convencimiento.
Incluso, su principal trabajo de investigación no se separa de ese universo.  Indagó sobre poemas cubanos dedicados a José Martí, estudio que resultó en el libro El amor como un himno, publicado en el 2008. “Traté de saldar de manera humilde, una deuda con el Apóstol; para mí, la figura más importante  de la historia nacional y a quien admiro en términos heroicos y poéticos.”
Pudiera parecer que este autor, al verlo con tanta necesidad de dejar impreso lo que siente, especialmente sus agradecimientos, está obsesionado con la trascendencia.  Sin embargo, no nos dejemos engañar.
“Desconfío mucho de la eternidad. La trascendencia para mí se establece a partir de una relación muy cercana con la gente que está a tu lado. Mi trascendencia mayor es que mi hija más pequeña, a quien dediqué por su solicitud mi última noveleta, A puerto blanco no llegan las lluvias (Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas 2012), la lea con pasión.
“No creo en otra trascendencia que la del trabajo de todos los días y la de tener la satisfacción de la cofradía que somos los poetas, los escritores. Este oficio es muy duro y generalmente muy ingrato. Solo poseemos -y aquí parece que se para sobre su 'tribuna' para dejar las cuentas claras- la satisfacción personal de saber que estás trabajando en algo en lo que dejas la vida, sin tener muchas esperanzas de ser considerado o remunerado.”
Por estos días, luego de mucho tiempo de investigación,  Carlos Zamora inicia la escritura de una novela que lo tiene desvelado desde hace 15 años, ¿se imagina? 15 años. Volverá a repetir el ciclo: en esas páginas quedará su sudor, será una obra demasiada cercana e íntima. Por esa misma razón, mientras otros armarían la historia solo para sí, él preferirá desearle larga vida entre las manos de cualquier lector.

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