Corre el minuto 55. Está por suceder el milagro: un gol poético. No importa si para conseguirlo Carlos Esquivel (Elia, Las Tunas, 1968) tiene que ahuyentar los miedos que rodean a cualquier escritor; y desmarcar a seis jugadores ingleses, que bien pueden ser Hoddle, Reid, Samson, Butcher, Fenwick y al portero Shilton, o quizás a defensores del Madrid, o a críticos y abanderados de faunas literarias.
“Esquivel avanza con la pelota, su estampida recuerda estampidas idílicas (Diego Maradona el 22 de junio de 1986 en el Estadio Azteca, Lionel Messi en el Santiago Bernabéu, el 2 de mayo de 2009), sus enemigos se convierten en ovejas de paso. Dribla hacia la derecha, una ráfaga cruza el mediocampo, una sombra alejándose de líneas y cuadrículas rivales. Está a escasos metros de la portería enemiga. Un rugiente marcador central yace en el suelo. Prepara el disparo. Fuerte. Rasante. O acaso una comba que derribará las ilusiones, otra más, del portero. La jugada es, por imposible, perfecta. Zigzaguea a escasos metros de esa portezuela casi prohibida. La pelota avanza entre los pies del guardameta y se refugia revoltosa en las redes. Gol. Golazo.”
“Esquivel avanza con la pelota, su estampida recuerda estampidas idílicas (Diego Maradona el 22 de junio de 1986 en el Estadio Azteca, Lionel Messi en el Santiago Bernabéu, el 2 de mayo de 2009), sus enemigos se convierten en ovejas de paso. Dribla hacia la derecha, una ráfaga cruza el mediocampo, una sombra alejándose de líneas y cuadrículas rivales. Está a escasos metros de la portería enemiga. Un rugiente marcador central yace en el suelo. Prepara el disparo. Fuerte. Rasante. O acaso una comba que derribará las ilusiones, otra más, del portero. La jugada es, por imposible, perfecta. Zigzaguea a escasos metros de esa portezuela casi prohibida. La pelota avanza entre los pies del guardameta y se refugia revoltosa en las redes. Gol. Golazo.”
Los hinchas lo saben, ese gol no es otro que Once (Editorial Unión, 2014).
La grama lo recibe como el primer cuaderno de poesía dedicado al más
universal de los deportes de toda la literatura cubana. Desde las
gradas, los cantos no cesan y un pedido se escucha: ahora la pelota (la
palabra) es suya poeta.