viernes, 15 de septiembre de 2017

Tiempo de ciclones


Esa expresión que tanto nos place decir: “Sin pérdidas de vidas humanas”, Irma se la llevó en su viento furibundo, al que le hicieron el juego la indolencia, la indisciplina social y la fatalidad. Y no digo la consabida situación del fondo habitacional, porque sería casi injusto mencionarlo ante las múltiples posibilidades de evacuación que siempre abre la Defensa Civil y cientos de hogares solidarios.

Nadie murió en Las Tunas, pero en otras provincias sí. Duele igual, sobre todo al imaginar lo fácil que hubiera sido evitar tamaña desgracia. Nadie murió en Las Tunas, pero perfectamente pudo haber sucedido, porque en plena “ventolera” no fue raro sentir a varios desandando las calles, olvidando que a esa hora cualquier elemento se puede convertir en proyectil.

Mientras unos salvan... 
Y las probabilidades funestas crecen al escuchar historias de personas, residentes en zonas proclives a la inundación, que se negaron a evacuarse ante el temor de que la tormenta o los delincuentes cargaran sus pertenencias. 

¿Cómo comprender que prefiramos lo material ante la vida? Ya sé, ya sé… cuesta tanto tener cuatro equipos a los que llamamos prosperidad, y una vivienda medianamente aceptable, pero la lógica indica que, si morimos, perdemos todo igual.

Además, tenemos la posibilidad de poner a buen recaudo ese patrimonio e irnos para un lugar seguro. Y es que tiempo de ciclones, no solo son horas de andar nerviosos, de la naturaleza demostrar su gran poder destructivo, y nosotros, los humanos, entender que, aunque nos creemos los dueños de todo, no somos más que una minúscula parte del universo.

Tampoco de manera exclusiva son días de apagón, de nudos en el estómago; de plegarias, rezos, conjuros, de velas encendidas para los santos; de la vuelta a los reverberos, los fogones de petróleo y el estreno de la “balita”; de los viajes cancelados, citas pospuestas y cambio de planes. 

Tiempo de ciclones debe erigirse también en temporada alta de precavidos, exageradamente precavidos; de solidarios, de buenos vecinos y gente informada; de valorar la vida, de entender lo importante.

...otros se aprovechan y sacan lo peor del ser humano. 
Y no debe ser definitivamente época de egoísmos, de improvisaciones, de confiados, de materialistas, de incapaces. No es tiempo de probar fuerzas o ponerse al límite; no es ocasión de pesimistas ni tremebundos, y menos de malcriados, insensibles y oportunistas.

El huracán que este 8 de septiembre (otra vez un 8 de septiembre) pasó a unos 100 kilómetros de la costa norte tunera “decidió” llamarse Irma, nombre de origen germánico con significados como: "que se consagra a Dios" o "aquella con gran fortaleza". Sin discusión optó por la segunda ruta, decidió mostrar carácter. Y habrá que levantarse, sin otra opción que no sea, levantarse.

No resultará fácil. Los retos nos miran de frente cuando crece el número de damnificados y pocas zonas de Cuba salieron ilesas. Trabajar duro es el mandato sembrado en el pecho de esta Isla, llave del Caribe y de los ciclones.

Toca ayudar en lo que podamos, darle paso a la inteligencia, el esfuerzo, la planificación, las buenas ideas y no dejar para después la cultura antimeteoro. En este país hay que aprender a resguardar hasta las cucharas y cada individuo ha de ser un manual básico de cómo preservar la vida en esos días.

“Esto es una desolación”, dijo el campesino ante las cámaras tuneras, y sus ojos confirmaron el panorama que detrás le acompañaba a aquel hombre triste. Sus sembrados de plátano yacían totalmente moribundos en el piso. Por las imágenes supe que casi nada podrá salvar. No dijo más y no hizo falta. Quiero pensar que ya hoy el amanecer lo sorprendió en el surco, renaciendo.

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