sábado, 24 de septiembre de 2016

Temporada alta de cachivaches

Todo un monumento al ingenio humano se erigen los cachivaches (¿quién les pondría así?), es decir los equipos de recreo infantil o adulto que pueblan por estos días de Carnaval a la ciudad de Las Tunas. Cuando el parque de diversiones local parece tierra de fantasmas, el sector no estatal ha tomado el sartén por el mango.
Tuberías en desuso (o en uso), cartones, maderas, cabillas y piezas de objetos tan disímiles como una computadora o un juguete, pueden ser visto en los cachivaches si uno se detiene a observar los materiales de lo que están hechos.
Esta vez en mi barrio se ha posado en medio de la calle uno que nunca había apreciado, las bicicletas aéreas, y cuando las descubrí no pude evitar los escalofríos, pues ese era de infante mi aparato no preferido. De todas maneras sentí admiración por la estructura tan bien conformada.
Por esta vía muchos niños cubanos han conocido la estrella, los carruseles, el avión, y ahora hasta mis temibles bicicletas. La inventiva realmente en este sector está en óptima forma, así como su abrazo a la aventura que significa para los operarios ir como gitanos de carnaval en carnaval, durmiendo a la intemperie la mayoría de las veces.

Pero tampoco es que les vea caras tristes, debe ser porque a la hora de cobrar sienten que vale la pena cualquier sacrificio. Sí, porque baratos no son, que lo diga la mamá de mi amiguita Lorena, que cuando ve un cachivache es como si un potente imán la halara cual ovni hambriento. Y su madre cede ante ella, y el bolsillo llora.
Desde Santiago de Cuba han llegado los que acampan por mi casa. Muy popular es el barco gigante que se mece y alza tan alto sus puntas que hay que gustarle la altura para someterse a tanto. La gente arriba grita y los de abajo se ríen. Otra de las notas coloridas del rumbón, que este domingo dirá adiós.
El Carnaval es la temporada alta de cachivaches. Cuando los encuentro siempre me pregunto la mismas cosa: ¿quién controla la seguridad de esos equipos? Algunos realmente entrañan un peligro. En cambio los dedicados a los niños pequeños cumplen las expectativas de esa grey, siempre dada a una fantasía singular. De pronto un carrito de metal que da vueltas en redondo es el carruaje más hermoso y le puede llevar donde quiera, solo debe pedirlo.

Si dudas el cuentapropismo tiene potencialidades ilimitadas. El festejo carnavalero nos deja ver eso también. La puerta del parque de diversiones está abierta, ¿acepta la invitación?

No hay comentarios:

Publicar un comentario