Yo, que siempre he lamentado que mi tiempo de nacer me impidiera verla bailar; yo, que siento una admiración visceral hacia esa danza en puntillas, microscópico testimonio de la voluntad humana; yo, que en la Universidad vencí el lógico rubor de no tener el traje adecuado para la ocasión, y esperé que todos entraran al teatro Heredia, busqué una butaca discreta y vi con asombro de infancia
El lago de los cisnes por primera vez. Yo..
Justo a mí, me tocó conocer a Alicia Alonso y ver al Ballet Nacional de Cuba en Las Tunas en días en los que un dolor, hasta entonces desconocido, me partía en dos: mi papá se debatía entre la vida y la muerte en una cama de hospital en Mozambique. Espanto y gloria aquel noviembre del 2007. Recuerdo estarme preguntando qué hacía yo allí. Justo yo.