Mano zurda, escribe tú/ y que la
derecha hable
que se confiese culpable/ del
milenario tabú
Alexis Díaz Pimienta
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El 13 de agosto el mundo celebró el Día Internacional de la Zurdera, instituido
desde 1984 por la UNESCO, entre otras motivaciones para concientizar sobre las
ventajas y desventajas de ser así.
Mi
mamá nació zurda y a puro cocotazo su papá le enseñó a escribir con la otra
mano. En el campo donde vivían, mi abuelo entendió que era lo mejor, según la
creencia popular, para que su querida pequeña burlara el destino maldito que le
esperaba, despojado de buenaventuras y gracias intelectuales, si los dedos
derechos no ganaban la partida.
Con
esa historia crecí, y por ello enseguida supe que vivimos en un mundo de
diestros. Si te va mal en las lides de “mover el esqueleto” dicen que eres
zurdo en el baile; si tienes un día para olvidar, todo salió mal porque te
levantaste con el pie izquierdo; y si adquiriste algo en terreno ilegal lo
conseguiste “por la izquierda”. Casi nadie vislumbra la sutil discriminación
existente en el trasfondo de esas frases.
Instrumentos
musicales, herramientas de trabajo como la tijera y el mouse de muchas
computadoras están hechos para la “especie dominante” (aproximadamente solo
entre un 8 y 13 por cierto de la población mundial es zurda), y obligan a
readaptarse, a buscar variantes de uso a la minoría afectada.
Ojalá
mi abuelo viviera, para explicarle que no debió preocuparse en vano. Los
zurdos, aunque lo parezca, no tenemos ninguna maldición arriba, ¿dije nosotros?
Ah lector, un dato importante, por aquello del que no quiere caldo, le dan tres
tazas, la hija de mi mamá, es decir yo, nació con tal fenotipo.